Julia Sáez-Angulo
Fotos: Adriana Zapisek
30/12/21.- Buenos Aires .- La pintora, afectivamente, me advierte y amonesta: Cuidado con los golpes de calor. Pueden ser fuertes en Buenos Aires con temperaturas de casi 40 grados y humedad. No camines en las horas centrales del día; bebe mucha agua para hidratarte.
Yo, como buena “hija” temporal, le obedezco hasta que me acuerdo de sus sensatos consejos. El calor viene del sol, la humedad de Buenos Aires viene de sus tres grandes ríos, el Paraná, el Uruguay y su machihembrado río de la Plata. Hay agua por todas partes y eso se manifiesta en una flora feraz que invade las puertas de la entrada y del jardín, como les ocurrió a la pintora Clarisa Cassiau y a su marido Ricardo, cuando fueron el mes de noviembre a Madrid. La vegetación del valle del barrio de San Isidro, había invadido sus puertas y el jardín parecía una selva en el que había que entrar con un machete para abrir una trocha.
Todo tiene su explicación: se le ha robado mucho terreno al río, como los holandeses lo han hecho con sus diques al mar. En los holandeses se entiende, porque tienen un terreno parco, pero en Argentina el territorio es inmenso y, pese a ello, avanzan todos hacia el río como si quisieran prolongar la pampa por todo el cono sur. La capa freática es muy rica.
Visitar el barrio/municipio de San Isidro en el gran Buenos Aires -trescientos mil habitantes- era obligado, porque es uno de los sitios más históricos de la Comunidad Autónoma de Buenos Aires, CABA, donde la huella de las casas coloniales y villas mas hermosas, en decadencia al mismo tiempo, ofrecen un atractivo enorme. Todo fue comenzar a visitar su inmensa catedral neogótica de primeros del XX, frente a la plaza del general Mitre, actualmente en obras. Rodear la catedral fue adentrarse en esas casas elegantes, decadentes coloniales… con circuitos eléctricos en lo alto de los muros para su seguridad. Los jardines ofrecen naranjos y limoneros, junto a árboles centenarios que van desde ombúes a jacarandás, gomeros, pasando por palo-borrachos, palmeras australianas o canadienses, ficus indefectiblemente devenidos árboles, y flores, muchas flores trepadoras como buganvillas, jazmines o trompas de Jericó, amén de calas, canas, o agapantos morados y blancos que proliferan como setas. Las casas se asoman a las barrancas que llevan hasta el río con la vegetación generosa, en la que asoman algunas araucarias con sus bellos pisos escalonados.
En buena parte de las casas hay patio central con zócalos de cerámica y aljibe, fundamental para recoger el agua de lluvia en el momento de su fundación. Un aire andaluz, así reconocido en las cartelas informativas de la Casa de los Ombúes.
Cuando hay un árbol, arbusto o flor que no conozco pregunto por su nombre y me encuentro con la misma laguna entre mis amigos, hartos de mi empeño en conocer la flora y la ornitología de Argentina en un mes Les he emplazado, para que se reciclen en nomenclatura y me lo cuenten en el próximo viaje real o astral que llevaré a cabo en Argentina. No se puede convivir con unos árboles que son majestuosos, sin conocer sus nombres. Yo conozco todos los de mi jardín.
La Kábala habla de que, poner nombre a las cosas es un acto creador, una manera de darle existencia en el pensamiento, la conciencia y la literatura. Cada palabra es un don que enriquece y abre el conocimiento. Borges lo dice en su poema "El Golem": Si (como el griego afirma en el Cratilo)/ El nombre es arquetipo de la cosa,/ En las letras de rosa está la rosa/ y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Tengo un amigo español que presume de llamar “berzas” a todo lo verde que brota de la tierra. Él se lo pierde. Yo empecé a precisar flora y fauna, cuando me puse a escribir profesionalmente; es una forma de respeto e información a los lectores. Entre tanto vuela un hornero muy cerca y un zorzal de pecho naranja. A Carlos Gardel le llamaban el zorzal o zorzalito.
El barrio de San Isidro ofrece numerosos atractivos culturales -la cultura es el mejor ocio para el ser humano-, como es la Quinta de los Ombúes, la Villa de verano de Victoria Ocampo, el Museo Casa de Alfaro, el Museo de Pueyrredón, donde según Clarisa hay una directora cultural y un equipo muy trabajador en el campo de la cultura.
La Villa Ocampo, que se visita los fines de semana, contiene en sí las oficinas locales de la UNESCO, entidad a quien la escritora la regaló en 1973. Seis años más tarde fue declarada monumento nacional. De ladrillo rojizo y bordes color mostaza, la casa está situada en un amplio fondo de saco, donde puede girar un automóvil. Emociona pensar que en aquella residencia estuvieron los escritores Federico García Lorca, José Ortega y Gasset, Rabindranath Tagore, Albert Camus, Roger Callois -el gran valedor de Borges en Francia-, Nabokov, Mussil, Mishima, entre otros muchos autores internacionales. Victoria fundó la revista y la editorial "Sur" en 1931 y la Unión Argentina de Mujeres en 1936. Militó en la oposición al peronismo, por lo que fue encarcelada durante 26 días en 1956. Donó varias toneladas de alimentos y vestimenta a los países ocupados por el Eje en la II G. M, sobre todo a Francia. En 1977 fue elegida primera mujer miembro de la Academia de las Letras en Argentina. Fue nombrada Doctora Honoris Causa en varias Universidades internacionales... Todo un record bien merecido.
Clarissa Casiau, pintora abstracta
Seguidamente fuimos a tomar un asado a casa de la pintora Clarisa Cassiau, ganadora del II Premio Internacional Mario Saslovsky de Pintura Abstracta. Allí pudimos conocer su taller abigarrado de obra bella, ondulada y colorista. También estaba presente la finalista del premio Carolina Cerverizzo. Discípulas de Ary Brizi, Clarisa, Carolina y Adriana Zapisek, a su vez discípula de Eduardo Mac Entyre, expusieron juntas en 1990 en una muestra con los Madí, célebre grupo pictórico argentino. Fue en el espacio Omega de Buenos Aires. Ellas eran la reciente generación del movimiento.
Clarisa Cassiau nos mostró orgullosa las fotos y maquetas que hizo de un iglesia en Santiago del Estero, al norte argentino. Todo un acierto de maridaje entre el arte sacro y el contemporáneo.
La saga de mujeres argentinas en las artes y las letras es muy fértil y ha dado nombres como los citados aquí y en estas crónicas. No en balde han tenido a Victoria Ocampo y a Alicia Moreau por delante. Raquel Forner, Emilia Bertolé, Leonor Fini o Josefina Robirosa figuran como antecedentes en el Museo de Bellas Artes. En literatura, baste citar a Silvina Ocampo, Alfonsina Storni, Claudia Piñeiro o Alejandra Pizarnik como luminarias. En música conozco a la compositora y cantante Estela Uriarte, si bien reside desde hace años en Copenhague. El número de actrices es incontable. Nacha Guevara y Marilina Ros han dejado una bella impronta.
Las argentinas del mundo de la cultura son mujeres muy inteligentes, muy listas, que luchan por sus objetivos.
Clarisa Cassiau: Muchas Gracias Julia por tu visita a mi casa / taller y a nuestro barrio de San Isidro.
ResponderEliminarSe nota tu gran sensibilidad para captar esa mágica relación entre la historia y la actualidad .
Me encantó verte entrar silenciosamente a mi lugar de taller para encontrarte con la intimidad de mi lugar de trabajo y creación.
[9:03 a. m., 31/12/2021] Clarisa Cassiau: Tal vez nos faltó charlar sobre tantas cosas sobre el contenido y la motivación de mi obra y del arte pero quise respetar tu mirada pura , donde puedas captar la energía que emana de un lugar donde día a día es mi lugar de encuentro con lo trascendente y mi mundo interior .
Muchas Gracias por venir y por tu hermosa crónica de este viaje tan especial por nuestro país
Ojalá nos veamos pronto !!
Un placer conocerte y recibirte con Ricardo en nuestra casa
María Soledad DURINI:
ResponderEliminarQué bonita Crónica. Me encantó.
Soy sanisidrense. Es mi patria chica.
Conservamos la casa familiar con mi hermano. Es una de esas quinta muy grandes con barrancas muy cerca de la catedral. Alrededor viven todos mis primos y mis hermanos.
Mi madre restauró una gran parte de esas casas coloniales. Fue pionera en ello.
Mi padre conocía cada árbol, planta y amor de la naturaleza