Cubierta de una antología de Henri Michaux que publicó en la Lima de 1955, tanto las traducciones como el dibujo de cubierta son de Enrique Molina.
L.M.A.
11/9/2021.- Madrid.- Enrique Molina (Buenos Aires, 1910- 1997) fue un poeta y pintor argentino. Fue uno de los más destacados cultores del surrealismo en la literatura de la Argentina. Tripulante de barcos mercantes, viajó al Caribe y a Europa y vivió en diversos países de América Latina. En 1952, con el poeta Aldo Pellegrini, fundó en la ciudad de Buenos Aires la revista surrealista "A partir de cero".
Como pintor, manifestación creativa que también ejerció, concibió apariencias en un espacio onírico, pureza y enigma que se relacionan íntimamente con su poesía. En 1992 fue distinguido con el Gran Premio Fondo Nacional de las Artes y en 1994 con el Premio Konex de Platino.
"Es considerado hoy como uno de los poetas más importantes de la lengua española. Estudió abogacía, fue tripulante de barcos mercantes y residió en diversos países de América. Identificado con las ideas y los fines del movimiento surrealista fundó en 1952, con Aldo Pellegrini, la revista "A Partir de Cero".1Su estilo poético cerebral y en ciertos aspectos surrealista le hacen cercano a sus coetáneos y compatriotas Alberto Girri y Olga Orozco. (Wikipedia)
OBRA POÉTICA
• Las cosas y el delirio, 1941.
• Pasiones terrestres, 1946.
• Costumbres errantes o la redondez de la Tierra, 1951
• Amantes antípodas, 1961
• Fuego libre, 1962
• Las bellasfurias, 1966.
• Monzón Napalm, 1968
• Una sombra donde sueña Camila O'Gorman, 1973
• Los últimos soles, 1980
• El ala de la gaviota, 1985.
Adiós
Un día más, sólo un minuto más, para estar vivo
y despedirme de cuanto amé.
Para decir adiós a las cosas que vi y toqué mientras moría
desde el instante mismo en que nací.
Y vino el niño con el premio que sacó en el colegio por su
sabiduría,
y el ala de la gaviota golpeando en lo infinito con su vuelo,
vino la cabellera derramada y el rostro de la misteriosa
mujer que estuvo a mi lado, en el lecho, sin que yo lo supiera,
y el río con su lenta corriente musculosa
a través de cada mueble, cada objeto y cada gesto
de quien me ve parir, ¡oh Dios mío!
Un instante más aún en el suelo que pisé,
en el aire de mi respiración
sofocada por el amor, en los vestigios de la pasión,
con cuanto -mosca o sol- me deslumbró en este extraño
planeta, donde perdure año tras año, presintiendo
este límite de espumas, este revuelto torbellino
de la despedida, yo, que tanto fui deslumbrado
por centelleante atracción de la tierra,
por cuanto fue caricia o solamente un espejismo del mundo
es mi destino.
Así, pues, despidiéndome de los caballos, de la canoa,
los pájaros, el gato y sus costumbres. Déjame
una vez más mirar las flores y la lluvia. Es éste
el trágico instante en que uno descubre
el delirio misterioso de las cosas, sus raíces secretas,
el instante supremo de decir adiós.
a cuanto se adoró en esta vida.
***
Nada de nostalgia
El que pueda llegar que llegue
Esta es la sal de las partidas
Una perla de amor insomne
Entre manos desconocidas
Lechos de plumas en el viento
Sólo dormimos en los médanos
Thi la gitana del desierto
En la noche del Aduanero
La gitana con una cítara
Un león la huele como a una flor
Es el sueño feroz y tierno
El olfato de la pasión
Alas de nunca y de inconstancia
A través del cielo se filtran
implacables cuerpos amantes
con sus terribles maravillas.
Todas las llaves abren la muerte
Pero la vida nunca se cierra
¡Todas las llaves abren la puerta
Del puro incendio de la tierra!
***
Un oscuro mensaje
Criatura enigmática,
con el anillo verde del reino vegetal
y su respiración de silenciosa sombra,
sin pasiones,
una divinidad indescifrable.
Con su lenta explosión
el árbol me vigila
enfrente a mi ventana,
espía mis menores movimientos
a veces con un pájaro,
con un gemido solitario,
con un hilo de lluvia,
atento a mi presencia
sin que pueda acallar su interrogante.
Algo exige de mí,
algo que debo hacer pero que ignoro,
algo que debo olvidar
o quizás recordar toda la vida,
tal vez un nombre,
la luz de cierta noche
o tal vez el instante en que algo amado
desaparece también con un susurro.
Algo que pugna por surgir
como la mano del que se hunde en el mar,
algo impreciso aún,
sin duda vinculado al amor, a los astros,
y que por último
me será revelado en su raíz.
Quizás tan sólo sea
una nube, una brisa,
la misma ardiente música del mundo
oída siempre y siempre y siempre.