Víctor Morales Lezcano
13.04.2022
Anne Applebaum es autora de un ensayo titulado en su versión al castellano El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo, obra que ha conocido varias ediciones en diferentes lenguas, entre 2021 y 2022.
La incertidumbre que ha ido expandiéndose en el ámbito euroamericano en torno a la crisis que atraviesa el sistema político demócrata-liberal en el siglo XXI, de una parte, y de otra, el evidente arrastre y la seducción que genera el revival del autoritarismo en amplios sectores de la población no solo en Polonia y Hungría, sino también en el seno de países miembros fundadores de la Unión Europea (como Francia, por ejemplo), es constatación que alarma a la opinión pública demócrata de vielle souche. La percepción de esta crisis manifiesta ha conducido a la conocida escritora Anne Applebaum al comentario que sigue:
Las “democracias occidentales” siempre han admitido la posibilidad del fracaso; un fracaso que puede cambiar planes, alterar vidas y romper familias… Siempre hemos sabido que la historia puede volver a irrumpir en nuestra vida privada y reorganizarla.
He aquí un comentario que es una advertencia reflexiva sobre el sesgo político que el autoritarismo viene imprimiendo en unos cuantos millones de ciudadanos que pueblan el sedicente mundo occidental. Applebaum −a quien el análisis cabal de la Rusia contemporánea a partir de 1945 no le es desconocido− incita al lector a prestar atención a su considerable obra (incluidos sus artículos en The New York Review of Books y The Washington Post), al tiempo que alcanza a sembrar planteamientos sugestivos en torno a cómo sería posible tanto impedir el ocaso inexorable de la democracia como contrarrestar el auge creciente del autoritarismo. Applebaum explica la amenaza que ese auge encierra, trabajando en detrimento de las democracias implantadas en el hemisferio occidental desde aquella era de las revoluciones que Eric Hobsbawm calificó de constitucionalistas y liberales, y que se abrieron paso a partir de la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra, Estados Unidos y Francia. Eldar Mamedov, asesor del Comité de Asuntos Exteriores en el Parlamento Europeo, ha puntualizado, por su lado, que en algunas coyunturas ya históricas la democracia ha terminado por ganarle el pulso al autoritarismo a través de una transición gradual, encaminada felizmente hacia la consagración de El espíritu de las leyes. Como ocurrió, apunta Eldar Mamedov, en el seno mismo de ciertos regímenes autoritarios, cuales fueron los casos de España, Portugal, Chile y otros escenarios del mundo occidental, donde se produjo la codiciada transición política hacia regímenes de sello democrático.
En cualquier caso, la polémica entre scholars y clercs (no traidores) está servida, aunque afortunadamente solo en términos de discrepancias analíticas y, de ninguna manera, ideológicamente desenvueltas en términos de militancia partitocrática a ultranza.
Parece que los problemas de la democracia son sistémicos, se llevan en la sangre, como ya comprobaron las primeras democracias. Quizás lo que falta es cultura democrática, aunque suene un poco cursi el término, para evitar los atajos.
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