Guinea-Bissau. Río Kuleva
Julia Sáez-Angulo
30/1/22.- Viena.- La cena en casa de Mayte fue de embajadores. No falto una juventud animada. La ONU, la OTAN, Ucrania y Rusia quedaban más cerca en la geografía del comedor y los salones de la casa. Viena es un centro irradiador de diplomacias y encuentros. A mí me venía a la memoria la película “El tercer hombre” de Orson Welles. La mente es caprichosa, ya lo dijo Freud que sabía mucho de esto. La estrategia de la mesa es importante, para pasarlo bien o aburrirse y bostezar. Yo tuve la suerte de estar junto a Juan Armando Armada-Vanderville, antiguo embajador en Guinea-Bissau y actual Diputado Permanente Representante Adjunto de España en la OSCE. Hablamos de todo.
Al terminar la cena (crema, milanesas (perdón, aquí las llaman escalope vienés y en Madrid, filetes empanados), ensaladas, quesos austríacos y franceses, y frutas del bosque) pasamos al dulce placer de la tertulia. Hablé largo y tendido con Paloma Vizcarro, esposa del embajador en Guinea-Bissau, donde estuvo tres años, de 2015 a 2018. Me confesó que África se mete en la piel, no solo en la suya sino en la de todo el mundo que la pisa. Para ella fue una experiencia reveladora, de la que salió el libro “El encuentro”, que va por la tercera edición. Se vende en Amazón y los beneficios van a la Fundación Infancia, que trabaja mucho y bien por los niños subsaharianos.
A Paloma Vizcarro se le ilumina la cara hablando del África subsahariana y sobre todo los niños y jóvenes, porque “transmiten una alegría contagiosa. Son pobres, pero no están en la miseria. Necesitan ayuda para la alimentación, la educación y la sanidad. Los niños han de pagar el pequeño salario de sus maestros; algunos padres no pueden pagarlo y los niños se acercan a la escuela para ver y mirar a través de los cristales. Por eso es tan necesaria la ayuda a esta infancia. Con dos euros al mes pagan al maestro y por eso procuramos madrinas y padrinos que lo hagan, explica Paloma”.
En el libro “El encuentro” narra pequeñas historias y experiencias llenas de emoción y humanidad. “Viven en pequeñas chabolas con tejados pajizos sin comodidad alguna, por eso hacen mucha vida en la calle. Guinea-Bissau era un país bastante seguro para pasear sin escolta. Hay que ser siempre prudentes, pero en este caso, la seguridad era mayor que en otros lugares”, explica Paloma.
La autora de “El encuentro” elogia la gran labor que la Iglesia Católica está haciendo en Guinea-Bissau. El padre Maxi o la Hermana Estela, enfermera, no paran de trabajar y con sus escasos medios hacen milagros, al recoger a niños y adolescentes solitarios de la calle, los alimentan, educan y buscan trabajo para que no se degraden y pierdan. Aquello es caridad -le gusta la palabra latina, más que solidaridad en auge, porque significa amor-, es decir, amor de verdad a la gente, porque así te lo inspira”.
Paloma y su esposo Armando Andrada vivieron en primer plano un “milagro” del que todavía sonríen cuando lo cuentan. El diplomático es paciente del Doctor Fernández-Vega, célebre oftalmólogo asturiano, y en una visita no dudaron en pedirle ayuda para los problemas oculares en África Subsahariana, porque no se protegen del sol con gafas y acaban sufriendo las consecuencias. La primera respuesta de Fernández-Vega fue que ya llevaban a cabo ese trabajo en otro país del área. Ahí quedó la cosa, cuando un día les llaman del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega para comunicarle que podrían acudir a su llamada, pues el otro país al que iban estaba en guerra y no era prudente asistir.
“El resultado primero fue que 50 personas recuperaron la vista en Guinea-Bissau y que China, que está allí presente explotando los recursos y presumiendo de ayudar a la gente, se puso celosa de la actuación médica de España y llevó más oftalmólogos para seguir tratando a la gente. Fue un segundo objetivo indirecto magnífico, por el primer paso dado”, dice Paloma Vizcarro entre risas.
Le pregunto que si su estancia en Viena le inspirará otro libro y responde: “No lo creo. A mí me motiva la gente y aquí está bien atendida por la Seguridad Social. Yo sigo trabajando y pidiendo ayuda en favor de África, ese continente y esa gente que se merece nuestro apoyo. Viena es hermosa por sus jardines -me gustan más que sus palacios-, pero es otra cosa respecto al África que yo viví, donde realmente la gente te despierta, no pena ni lástima, sino amor. Viena no me necesita"
Paloma Vizcarro que ha leído a los austríacos Philip Rorh y Stefan Sweig, está leyendo ahora un libro que le cautiva y recomienda: "El fuego de María" de Ignacio Doñaro de los Ríos, en Ediciones Nueva Era.
Al final de la velada, palabras con la embajadora Esther Monterrubio, interesante y bella y con Juan Armando Armada-Vanderwilde y yo acabamos hablando de carlismo, de Pío Baroja y de “Las inquietudes de Shanty Andía” (1911), inspirada en un miembro de su familia, del que él ha heredado el nombre. También me informa de una noticia reciente: los carlistas catalanes han realizado un acto de desagravio en Montserrat, porque se ha retirado el monumento al requeté. Tiempos iconoclastas que no respetan la Historia a la que no pueden cambiar mas que condenando la memoria. ¡Triste e inútil! El arte de conversar lleva por donde quiere.
Esperando a los comensales (Viena)