• García Montero destacó la “lección lírica y cívica de su obra y su vida”, su literatura comprometida y los puentes que estableció con las letras hispanoamericanas
• El homenaje del Instituto Cervantes incluyó un recital poético con Rocío Acebal, Fernando Beltrán, Benjamín Prado y Chus Visor, entre otros
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La filóloga y ahijada del poeta, María Gil Bürman, explica desde el atril el contenido del legado. Detrás (desde la derecha), Luis García Montero, Chus Visor, Araceli Iravedra, Cristina Gil Bürman, Ignacio Villaverde y Carmen Noguero. |
L.M.A.
27.92,. 2923.- Madrid.- La memoria de Ángel González (Oviedo, 1925-Madrid, 2008), uno de los poetas más destacados de la generación del 50, entró a última hora de este lunes en la Caja de las Letras con un legado formado por numerosos libros, un autorretrato, su expediente académico en la Universidad de Oviedo, cartas, fotografías y otros objetos que resumen su vida y su obra creativa. A continuación, el Instituto Cervantes celebró un homenaje que incluyó una conferencia de la escritora Araceli Iravedra, directora de la Cátedra Ángel González de la Universidad de Oviedo, y una lectura de poemas del autor de Áspero mundo, a cargo de Luis García Montero, Rocío Acebal, Fernando Beltrán, María y Cristina Gil Bürman, Martín López-Vega, Benjamín Prado y Chus Visor.
El nutrido legado del poeta fue cedido a perpetuidad por la familia Gil Bürman, con la que Ángel González mantuvo una estrecha amistad, representada por su ahijada María, filóloga, y la hermana de esta, Cristina. Junto a Luis García Montero, director del Cervantes, depositaron también el legado “in memoriam” en la caja número 1654 el rector de la Universidad de Oviedo, Ignacio Villaverde y el editor Chus Visor.
Forman el legado un autorretrato del poeta (le gustaba mucho pintar), una fotografía de su madre, María Muñiz, varias instantáneas más que reflejan su personalidad y su sentido del humor, postales diversas que enviaba a los Gil Bürman, una carta que dirigió a su ahijada María y una revista con la entrevista que esta le hizo en 1995 para la revista Hispanística de Universidad Jawharlal Nehru de Nueva Delhi (India).
Estos recuerdos muestran que González fue “una persona digna de ser recordada, admirada, decorosa, divertida e íntegra”, un hombre “cercano y familiar”, dijo María Gil Bürman tras explicar el contenido.
También se guardaron libros de Ángel González como Segunda parte (editado en Albuquerque, EE.UU. en 1998, con una dedicatoria para Cristina Gil Bürman), Tratado de urbanismo (1985, ed. El Bardo) o varias ediciones de Palabra sobre palabra. Todo ello se guardará de manera permanente en la Biblioteca Patrimonial del Instituto, al igual que el poema autógrafo Colliure y un ejemplar de Mañana no será lo que Dios quiera (Alfaguara, 2009), cedidos por García Montero. El Instituto cedió otros cuatro libros del autor: El maestro (editado en 1955), Áspero mundo (1956), Sin esperanza, con convencimiento (1961) y Grado elemental (1962).
Destaca también el expediente académico de Ángel González, cedido por la Universidad de Oviedo, en la que estudió el poeta y en la que obtuvo el doctorado honoris causa en 2007, y que depositó el rector, Ignacio Villaverde.
Magisterio poético
El director del Cervantes reconoció que este acto le conmueve “por la significación que ha representado Ángel y la labor de maestro que cumplió”, tanto por la ayuda personal que le prestó años atrás, como por “su magisterio poético”, desde sus primeros años de dedicación a la poesía.
García Montero destacó que el legado de González se guarde junto al de otros poetas de la generación de los 50, como Gil de Biedma, Caballero Bonald o Goytisolo. Recordando las memorias de Paco Ignacio Taibo, íntimo amigo de la infancia de Ángel González (quien escribió el prólogo), tituladas Para parar las aguas del olvido, García Montero afirmó que “nosotros queremos también parar las aguas del olvido para defender la vitalidad del valor ético y la capacidad de resistencia”.
Recalcó la “lección lírica y cívica de su obra y su vida”, así como su literatura comprometida con el antifranquismo, porque “mantener la conciencia y la resistencia es también mantener la esperanza”. También mencionó los puentes que su “importantísima” obra estableció con las letras hispanoamericanas, en especial con el poeta peruano César Vallejo.
Tras la recepción del legado póstumo del poeta, se celebró en el salón de actos un homenaje en el que Araceli Iravedra abordó la figura de quien es uno de los principales referentes de la poesía española del siglo XX, que obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 1985 y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1996, entre otros galardones.
El recital continuó después con la lectura de poemas del autor a cargo de García Montero, Rocío Acebal, Fernando Beltrán, María y Cristina Gil Bürman, Martín López-Vega, Benjamín Prado y el editor Chus Visor. Este último, gran amigo de Ángel González, hizo posible la publicación de Nada grave, el libro que que vio la luz tras la muerte del poeta. El acto se cerró con una actuación del músico asturiano Alfredo González.
FELICIDADES AL INSTITUTO CERVANTES.
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