martes, 16 de enero de 2024

"El castillo de Lindabridis" de Calderón de la Barca en el Teatro de la Comedia de Madrid


L.M.A.

            16.01.2023 .- Madrid.- El castillo de Lindabridis se editó por primera vez en 1691, aunque se había estrenado como fiesta cortesana en el Salón Real de Palacio, mucho antes, se cree que hacia 1661. Sin embargo, para escribir esta obra, Calderón se había inspirado en el Espejo de príncipes y caballeros de Diego Ortúñez de Calahorra, que aunque fue publicada en 1555, como toda buena novela de caballerías, remite a un tiempo anterior.

    Calderón adapta en esta pieza la temática caballeresca a su propio contexto teatral y crea un juego palaciego de aires carnavalescos en el que el Barroco se descubre a sí mismo a través de un Medievo soñado por el Renacimiento. Hoy, en pleno siglo XXI, Nao d ́amores y la Compañía Nacional de Teatro Clásico, guiadas por Calderón como aglutinador de tiempos y voluntades, añaden un nivel temporal más a este Castillo de Lindabridis: el de nuestra contemporaneidad.

 Sobre el espectáculo- Verdades dudo, si ilusiones creo [1]

El castillo de Lindabridis es una comedia novelesco-caballeresca de gran artificio (lenguaje poético elaborado, música, danza, disfraces, seres fantásticos…), construida sobre un enredo propio de las comedias de capa y espada.

Se editó por primera vez en 1691, aunque se había estrenado como fiesta cortesana en el Salón Real de Palacio, seguramente hacia 1661. Sin embargo, para escribir esta obra, Calderón se había inspirado en el Espejo de príncipes y caballeros de Diego Ortúñez de Calahorra, que aunque fue publicada en 1555, como toda buena novela de caballerías, remite a un tiempo anterior.

Calderón de la Barca adapta en esta pieza la temática caballeresca a su propio contexto teatral y crea un juego palaciego de aires carnavalescos en el que el Barroco se descubre a sí mismo a través de un Medievo soñado por el Renacimiento. Hoy, en pleno siglo XXI, Nao d ́amores y la Compañía Nacional de Teatro Clásico, guiadas por Calderón como aglutinador de tiempos y voluntades, añadimos un nivel temporal más a este Castillo de Lindabridis: el de nuestra contemporaneidad.

La comunicación teatral viene siempre condicionada por el lugar y el tiempo en que se produce, pero nosotros, enamorados del repertorio clásico, no podemos dejar de ser conscientes del peso de la tradición sobre nuestras espaldas. Quizá el concepto de modernidad (siempre complejo e incómodo término), requiera una consideración profunda sobre el pasado, más que limitarse a reflejar aquello que muestra lo evidentemente actual. No intentamos encontrar vías insospechadas o rupturistas para hacer teatro, ni hemos sucumbido nunca, y tampoco ahora, a los encantos de la arqueología teatral… pero tampoco tenemos miedo de reapropiarnos de lo antiguo. En nuestra propuesta escénica, las distintas épocas se dan la mano, retroalimentándose y hasta coexistiendo más allá de sus propios anclajes temporales.

El viaje de Lindabridis, es el recorrido heroico que la lleva de ser princesa medieval presa en la torre desamorada, esperando caballero andante que la libere de su encantamiento, a dama barroca, ya a un paso de nosotros, que pilota su propia nave en la búsqueda de una resolución activa a su problema de sucesión. Su viaje no es mera traslación en el espacio y en el tiempo, es pura evolución en la búsqueda de su propia identidad.

Y a su espalda, toda la tradición europea occidental: la herencia de la épica, los romances, los libros de caballerías, las Bradamantes, Marfisas y Clorindas (abuelas de de las características mujeres travestidas o varoniles del Siglo de Oro), las obras de Torquato Tasso y Ludovico Ariosto… y tantas cosas más. Todo aquello que aún hoy se conserva en las representaciones de las obras de ciclo carolingio de la tradicional opera dei pupi, que nos hemos ido a buscar a Sicilia, la Trinacria de Claridiana, la otra gran protagonista de la función. Un teatro popular que nos gusta imaginar viajando hacia España en pleno siglo XVI de la mano de Cervantes, quien debió caer rendido a los encantos de este mundo de paladines idealistas, y que seguro fue inspiración para otra historia de caballerías fuera de época, utopía personificada en don Quijote, el completo antihéroe, el gran soñador.

Dicen los últimos pupari sicilianos que el viejo teatro caballeresco estuvo a punto de perderse con los cambios sociales del siglo XX, porque llegó un momento en que no fuimos capaces de regalar sueños, porque la gente quiere ser parte de otro sistema y ya no nos queda corazón para escuchar leyendas junto a los otros. Pero hay un atisbo de esperanza, si conseguimos reelaborar un teatro antiguo, popular, y transformarlo en posible, presente, fuerte hoy.

Para nosotros ha sido apasionante descubrir a este Calderón, en plena época del racionalismo cartesiano (el Discurso del método se había publicado en 1637), construyendo un mundo loco de pura fantasía, que parece vía de escape de su propio universo. Juguemos con él para transformar su fiesta cortesana de época de Felipe IV, en un espacio de encuentro teatral presente, y soñemos otros espacios de fantasía que nos permitan reconocernos fuera de las miserias cotidianas.

[1] Verso 3247 de El castillo de Lindabridis

Sinopsis .- La princesa Lindabridis, para heredar el trono de Tartaria, deberá casarse con un caballero que pueda vencer a su hermano Meridián en un torneo. Para ello, en la búsqueda del marido que mejor se ajuste a sus necesidades, viaja por el mundo en un castillo volador.

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