miércoles, 26 de junio de 2024

En torno al Estrecho de Gibraltar

Estrecho de Gibraltar


Víctor Morales Lezcano

      Permítaseme hacer algunas consideraciones, que espero que no resulten intempestivas, sobre la antología de textos que componen mi último libro, titulado, a propósito, “En torno al estrecho de Gibraltar y sus aledaños marítimos y territoriales”, que ha querido sacar recientemente la editorial Diwan Mayrit en su colección Diwan hispano-magrebí.

          Es muy evidente para el lector que se trata de una serie de ensayos históricos publicados por su autor durante casi un par de decenios. Este factor, sospechará el lector, ha hecho envejecer el contenido de este libro, puntualización de reserva que, en alguna medida, puede tener algo de percepción crítica no desdeñable. El autor, sin embargo, ha de contribuir, por su parte, al acierto publicístico de la editorial Diwan haciendo circular unos textos cuya realidad histórica ha sufrido diacrónicamente, aunque persista la validez de dos evidencias geopolíticas palmarias. Veamos la primera.

El fenómeno fluvial y/o marítimo que “separa” territorios físicos, “estrecha”, también, el flujo líquido entre las dos riberas, pero despierta la necesidad imperativa de su navegación por los navíos de turno, ya sean jabeques costaneros, galeras de vela levantina, incluso flotas de transporte comercial o armadas de guerra marítimas. Añádase a lo anterior que el estrecho de Gibraltar fue bautizado como tal, precisamente, por haber sido surcadas sus aguas por una algara islámica procedente del mismísimo noroeste de África, capitaneada por Táriq ibn Ziyad a través del estrecho de marras, y que le permitiera navegar más allá de las paganas Columnas de Hércules con rumbo hacia un ignoto paraíso (alcanzar la gaditana Isla Verde y el legendario Tartessos constituyó hacia 711 una proeza que haría época).

          La segunda evidencia que nos pone el estrecho de Gibraltar al alcance de los ojos (“eyes’ mind”) consiste en la mirada, la recuperación, el recuerdo, de un pasado que reside desde el inicio del mar de Alborán más allá de las costas argelinas, hasta alcanzar las embarcaciones del Mediterráneo su desembocadura en otras aguas que bañan un vergel de ensueño, el Lixus. O sea, donde se establecieron las columnas romanas de la Mauritania Tingitana. El legendario estrecho ha permitido, pues, a sus explotadores y explotadores realizar asientos en estos otros mares y tierras de sus aledaños.

          En consecuencia, mi último libro vuelve a evocar la función transmarítima, transcontinental y transcivilizatoria que el estrecho de Gibraltar encarna desde la noche de los tiempos. Por esta triple y apoteósica función secular de Gibraltar, quizá haya valido el esfuerzo de desempolvar la antología de ensayos históricos que la editorial Diwan Mayrit ha reunido en dos centenares y medio de páginas. Antes de que el implacable olvido borre las variopintas efemérides que se recuperan a través de la obra “En torno al estrecho de Gibraltar y sus aledaños marítimos y territoriales”.


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