Julia Sáez-Angulo
30/7/24.- El Escorial .- “Cuando El Escorial olía a chocolate”(1996) es el título de un libro de Gregorio Sánchez Meco, cronista de la Leal Villa de El Escorial, referido a la presencia de la Fábrica de Chocolates y Dulces Matías López, instalada cerca de la estación del tren, que dio industria y trabajo al municipio durante los años 1851 a 1964.
Matías López López (1825-1891) fue un gallego lucense, buen emprendedor, que dio empleo a más de un centenar de operarios, pero la mala gestión de sus herederos hizo que la célebre fábrica cerrara, pese a las continuas demandas de sus productos, pues los proveedores dejaron de suministrar materiales a la fábrica, por falta de pago.
Matías López fue un empresario con gran sentido social, en el tiempo en que le tocó vivir, pues proporcionó viviendas a sus empleados no lejos de la fábrica, por lo que el complejo fabril era interesante y apreciado por los habitantes de El Escorial, ya que en origen la fábrica nació en Madrid, pero el emprendedor gallego la trajo más tarde a la Leal Villa para ampliar horizontes.
Carlos Osorio escribe en "Historias de Madrid": "Cuando yo era pequeño, mi abuelo me contaba a menudo la historia de este empresario tan extraordinario. Él le conocía de cerca, pues el abuelo de mi abuelo y Matías López tuvieron amistad.
La huella de Matías López y el agradecimiento de El Escorial al generoso empresario se ponen de manifiesto en el nombre de una calle que perpetúa su memoria, así como en la declaración oficial de Interés Local a los Jardines de Matías López, pertenecientes en su día al complejo amplio de la fábrica de chocolates, hoy propiedad de la urbanización Parque Real, a la que pertenezco y en la que resido. Jardines, señalizados, que cuentan con cedros y castaños espléndidos, así como un edículo, estatuas, rejas y ornamentos de bronce estilo modernista, que confieren al espacio una señorial belleza no lejos de la estación del tren. Estos Jardines son propiedad privada de nuestra urbanización
Los antiguos carteles y octavillas publicitarias de la fábrica de Chocolates y Dulces Matías López circulan por doquier en las librerías escurialenses y sobre todo en la Feria del Libro de San Lorenzo una manera de perpetuar la memoria de la célebre fábrica de chocolates, que proporcionó meriendas a base de onzas de chocolate, en las familias, a numerosos niños españoles de la posguerra de 1936-39. Son muchos los escurialenses que guardan o exhiben un cartel de la antigua fábrica de Chocolates en las paredes de su casa, yo incluida (como otros cuelgan el “Guernica” de Picasso), ya que mi casa ocupa el lugar de aquel complejo fabril. Matías López dejó huella en El Escorial y se merece su memoria.
Francisco Ortego Vereda (1833- 1881) fue el pintor, ilustrador y publicitario de. los chocolates Matías López y creó el que se considera primer cartel publicitario de España y comienzo de una actividad que iba a dar cauce a numerosos ilustradores. El juego de los gordos y flacos en el cartel guarda buen sentido del humor. No olvidemos que la fabricación de chocolates e instalación de molinillos para hacerlo, estaba entonces muy fragmentada en España.
A la calle Matías López, que sube de El Escorial a San Lorenzo, es paralela al Paseo del Álamo, que bordea el muro de los jardines de la Casita del Príncipe, paseo que se conocía antes como la calle “matacolegial”, pues por allí subía el tranvía y los coches de tiro, desde la estación del tren, llevando todo el matalotaje de los alumnos que iban a estudiar internos al célebre Colegio de los Padres Agustinos, junto al Real Monasterio. No olvidemos que hubo tiempos en que cada colegial debía llevar -casi como en los viajes del Gran Tour en los baúles- su colchón, su ropa de cama, cubiertos y demás. Hoy, esas exigencias de los antiguos internados, afortunadamente, han desaparecido.
Por lo demás, mi casa escurialense, sita en los antiguos terrenos del recinto fabril de Matías López, al lado de los Jardines, como todas las del mundo, es un “ser vivo” que requiere atenciones continuas, máxime cuando tiene varias décadas encima, no se habita todo el año, y no se le ha prestado toda la atención debida. La casa merece una remodelación en profundidad, que exige una fortuna. No me quejo, porque no es elegante. Me temo que esa tarea se la voy a dejar a mis herederos; será una herencia envenenada, pero bien pueden aceptarla a beneficio de inventario, como señala el Derecho Civil.
Mi buen amigo, Luis Magán, me sugiere, bromista, que solicite una subvención al Gobierno, sobre los fondos europeos para restaurar mi casa, pero me temo que esos fondos se diluyen por otros sumideros. ¡Quién sabe! La peor gestión es la que no se hace. ¿Y si por distracción, pican los del Gobierno y se me conceden la subvención? Todo se andará. Les mantendré informados.
Hoy mismo escribo una carta a Palacio de la Moncloa, donde estuvo el conocido en la Historia del Arte como el "puteal" de la Moncloa, un brocal de pozo (del latín puteus, pozo) realizado en la Antigua Roma en el siglo I d. C. perteneciente a los fondos del Museo Nacional de la Moncloa, con el número 2691 de inventario
Más información
https://es.wikipedia.org/wiki/Mat%C3%ADas_L%C3%B3pez_L%C3%B3pez
ResponderEliminarJulia Marina : Me encanta la picardía del dueño para hacer sus ventas 👍 La casa la tienes en sitio privilegiado … Y si dan una subvención ? Inténtalo .
Saludos
Juan Diego Roldan Lopez : Gracias. Esto me recuerda a cuando era pequeño, ya no había chocolate M. L.,y había uno que se compraba en las panaderías, que se llamaba "vitacal", y que se decía: " chaval, chaval, toma vitacal que el c... te huele mal". Gracias otra vez.
ResponderEliminarAlgunos llaman theobroma
ResponderEliminara esa sacra bebida,
que Amnérica supo dar
para alegrar nuestras vidas.
el llamarla chocolate
no será cosa fallida;
tampoco está mal theobroma,
pues es bebida divina.
Saludos,
Raúl
El título de este post me ha traído a la memoria las tardes de chocolate con picatostes en El Suizo.
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