martes, 17 de septiembre de 2024

El Instituto Cervantes celebra a Ana María Matute con una muestra de primeros manuscritos en libretas y la última palabra en su máquina de escribir

• La exposición invita a profundizar en la figura de la escritora a través de textos inéditos, manuscritos, cartas o fotografías, y a descubrir su faceta como dibujante y pintora 

• Este recorrido por la vida y obra de la autora barcelonesa se abre al público el martes 18 de septiembre y podrá visitarse hasta el 19 de enero de 2025

Ana María Matute, escritora

Instituto Cervantes. Madrid

        L.M.A.

Madrid, 17 de septiembre de 2024.- El Instituto Cervantes ha inaugurado hoy martes 17 de septiembre una muestra que honra la memoria de Ana María Matute (Barcelona,1925 - Barcelona, 2014) y en la que se rescatan sus primeras obras escritas en libretas e ilustraciones desconocidas para el público, ejemplares que pasaron un largo tiempo en el silencio por la censura y la última palabra en la hoja de su máquina de escribir: Mada, la tata de su novela inacabada Demonios familiares.

Esta exposición sirve como antesala de los actos que conmemorarán el centenario de su nacimiento a lo largo de 2025 y cuando se cumplen diez años de su muerte. Comisariada por la editora y filóloga María Paz Ortuño Ortín, el título de la exposición «Ana María Matute. Quien no inventa no vive» hace referencia a la férrea defensa de la invención de historias como valor supremo y forma de estar en el mundo que la autora y académica siempre llevó a gala.

La exposición también resalta la postura de la autora de Olvidado Rey Gudú contra la censura y su lucha para salir del «encasillamiento» de literatura para niños que le otorgó en algún momento la crítica de su tiempo. El director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, ha hecho alusión a esa idea que circulaba respecto a la literatura de Matute, recordando que fue la creadora de «libros definitivos» como Los hijos muertos. «Cuando se habla de una literatura infantil estamos ante prejuicios contra una autora que, a pesar de apostar por el realismo, era consciente de que no podía olvidarse de la fantasía ni de la realidad como invención», ha señalado.

Para García Montero, la apariencia de «fragilidad y ternura» de la escritora podía «llevar a engaño», puesto que se trataba de alguien que «iba por la vida muy segura y firme, sin confundirse con la soberbia y el elitismo». El director de la institución también ha aludido a ese momento de la censura en la carrera de Matute que llevó a su libro Luciérnagas a estar varios años sin volver a publicarse.

«Tenía un compromiso con el editor y dejó que viera la luz, pero luego renegó de él hasta poder volver a publicarlo completo», ha remarcado por su parte la comisaria de la muestra, revelando asimismo que Matute llegó a escribir una carta «muy valiente» al por entonces ministro de la Gobernación para quejarse por la censura.

También ha incidido Ortuño en esa idea de que Matute escribía para niños, aludiendo a motivos de «miopía y prejuicios». «Parecía entonces que una mujer no podía escribir si no era ‘para’ niños y es por ello que la relegaron a la literatura infantil. Pero es que ella, si acaso, escribía ‘sobre’ niños», ha matizado, apuntando que incluso una faja de uno de sus libros hacía esa aclaración.

La exposición «Ana María Matute. Quien no inventa no vive» ofrece un exhaustivo recorrido por su vida y su obra. El trayecto está dividido cronológicamente en cuatro etapas, referidas a su infancia, juventud, madurez (que refleja a su vez la terrible depresión que arrastró durante este período) y a su renacer.

Autorretrato y primera obra en libreta que terminaría ganando el Planeta

Numerosas fotografías, objetos personales, cartas o dibujos de la autora ayudarán a profundizar en su conocimiento, y a descubrir facetas desconocidas, como la de dibujante y pintora, gracias, entre otras piezas, a las deliciosas pinturas que realizó para Olvidado Rey Gudú (1996), su novela más querida.

No obstante, antes de esos dibujos Matute, quien pensó incluso dedicarse a la pintura de manera profesional, ya había decidido acompañar sus obras con retratos imaginados de algunos de sus personajes (y que no se llegaron a publicar junto a las obras). Otra muestra de esta pasión por las acuarelas y pinceles es su ‘Autorretrato’ hecho a los 14 años y que también alberga esta exposición.

Se podrán apreciar a su vez valiosos originales como la libreta escolar en la que escribió a mano Pequeño teatro, obra que presentó a los diecinueve años en la editorial Destino y supuso el inicio de su carrera literaria (la presentó en una libreta y le pidieron que volviera con la obra mecanografiada: terminaría ganando el Premio Planeta con ella). La muestra exhibe asimismo para su lectura un cuento inédito de la colección de relatos Los niños tontos (1956), «El ahogadito», que la censura no aprobó.

Acercarse a su proceso creativo también será posible gracias a las páginas originales de sus obras, que muestran las correcciones y cambios que continuamente realizaba y también será posible oír su voz en diferentes puntos diseminados por la exposición.

Legado en la Caja de las Letras y Premio Cervantes con Gorogó

«La literatura es mi vida», afirmó Ana María Matute en 2009 al depositar en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, un legado que permanecerá guardado en la antigua cámara acorazada hasta 2029. Siguiendo esta premisa, «Ana María Matute. Quien no inventa no vive» supone todo un viaje por la geografía «matutiana»: para acercarse a ella por primera vez, para redescubrirla y, sobre todo, para no dejar nunca de volver.

«Si en algún momento topan con algunas de las historias que pueblan mis libros, por favor créanselas. Créanselas porque me las he inventado». Con estas palabras cerró su discurso al recibir el Premio Cervantes en 2010, en el que mencionó a su muñeco Gorogó (que viajó junto a la autora a su hotel) y también está presente en la muestra a través de una fotografía, tal y como ha desvelado la comisaria.

El máximo galardón de las letras en español coronó una carrera precoz en la que sus novelas conquistaron los más prestigiosos premios literarios: el Café Gijón, por  Fiesta al Noroeste (1952); el Planeta, con Pequeño teatro (1954); el de la Crítica y el Nacional de Literatura, con Los hijos muertos (1958); o el Nadal, con Primera memoria (1959). Su obra Sólo un pie descalzo obtuvo además en 1984 el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, un ámbito en el que la autora ocupa un lugar preferente.

En las décadas de los cincuenta y sesenta fue, pues, la escritora más célebre de su tiempo, y sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas. Su excepcional sensibilidad encontró refugio en la literatura desde muy niña. Empezó a escribir con tan solo cinco años de edad y con apenas veinte vio publicada su primera novela.

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