domingo, 27 de octubre de 2024

El filólogo Pedro Cátedra ingresa en la RAE para ocupar la silla A

Pedro Cátedra, académico RAE

El filólogo ha leído su discurso, Biografía de un libro.

Le ha dado la bienvenida en nombre de la corporación el académico Juan Gil.

Pedro Cátedra sucede a Manuel Seco Reymundo, fallecido el 16 de diciembre de 2021. 



L.M.A.

    27 DE OCTUBRE DE 2024 .- El filólogo Pedro Manuel Cátedra García (Gabia Grande, Granada, 29 de marzo de 1954) ha ingresado como miembro de número de la Real Academia Española (RAE) para ocupar la silla A, vacante desde el fallecimiento de Manuel Seco Reymundo el 16 de diciembre de 2021.

    Cátedra se incorpora a la Academia tras su elección por el Pleno de la RAE en la sesión del 8 de junio de 2023. Su candidatura fue presentada por los académicos Francisco Rico, Inés Fernández-Ordóñez y Juan Gil. Ha sido este último el encargado de dar al nuevo académico la bienvenida a la institución y de responder a su discurso de ingreso.

BIOGRAFÍA DE UN LIBRO

    Catedrático de universidad en la de Salamanca desde 1987, donde ha completado los máximos reconocimientos administrativos, científicos y académicos, Pedro Cátedra, en su discurso de ingreso, titulado Biografía de un libro, ha reconocido sentirse «emocionado y abrumado» ante su inminente incorporación a la RAE como miembro de número. Como es tradición, Cátedra ha dado las gracias a los académicos que promovieron su candidatura, expresando su «enorme deuda» para con ellos. En particular, ha querido dedicar unas palabras al filólogo Francisco Rico, fallecido hace algunos meses.

    Asimismo, ha recordado a los anteriores ocupantes de su plaza, la silla A, «una serie en la que comparecen, entre otros, don Severo Catalina, don Juan Menéndez Pidal, don Adolfo Bonilla o don Vicente García de Diego. Esa lista la encabeza don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga, fundador y primer director de la Academia».  También ha rememorado a su antecesor inmediato, Manuel Seco Reymundo, a quien se ha referido como «un fino gramático y uno de los mayores lexicógrafos de la lengua española en el siglo xx».

    Antes de hablar sobre el libro en el que ha centrado su disertación, Cátedra ha ofrecido una reflexión sobre esa «virtud pasional», esa «pasión útil» que es la bibliofilia, y sobre la concepción y el nacimiento de los libros. «Hablar solo de una obra singular, y circunscribir este ejercicio a la dedicación bibliófila, como un ingrediente o un instrumento operativo más de los propios del historiador o del filólogo, tiene mucho que ver con el hecho de que la bibliofilia es una especie ‘epitextual’, en la medida en que se nutre de y repercute sobre categorías y objetos culturales e históricos», ha indicado.

    «En virtud de esa experiencia del libro, o del conjunto de libros llamado biblioteca, como un ser biografiable, la literatura ofrece no pocas humanizaciones o corporeizaciones», ha explicado Cátedra. Y ha considerado: «Quisiera creer que reconocerle vida propia o biografiar a un artefacto intelectual, recrear su propio contexto e, incluso, las circunstancias y los objetos que acompañan su supervivencia y su disfrute es, acaso, el más atento reconocimiento que se le puede tributar». Pero, ha sostenido, «en el caso de que se trate de un libro, quiero creer que su corporificación es también el más productivo medio para trazar su historia al completo».

LOS DOCE TRABAJOS DE HÉRCULES

    A continuación, Pedro Cátedra se ha ocupado en su discurso del estudio de Los dotze treballs de Hèrcules, «libro que Enrique de Villena, heredero del marquesado de ese nombre, compuso en catalán en 1417, y que autotradujo al castellano apenas seis meses después, viviendo ya en Castilla».

    Cátedra justificaba la selección de esta obra por tratarse de «un cuerpo —en la sexta acepción del diccionario académico— que, desde el punto de vista bibliófilo y bibliográfico es un hito, hasta misterioso; un libro cuyo texto es, desde el punto de vista filológico, imprescindible, gozne incluso para el estudio de la renovación de la prosa artística peninsular y del léxico castellano, en concreto, en los dos primeros decenios del siglo xv; un tomo que constituye para la historia literaria una piedra de toque con que calibrar los nuevos fines y los usos de la literatura; también, para el estudio del bilingüismo literario, ya que, desde la perspectiva ‘traductológica’ y lingüística, trátase del único testimonio superviviente, en el cronotopo peninsular de finales de la Edad Media, de una autotraducción tout court entre dos lenguas romances». Un libro, ha afirmado, que ha sido «objeto del deseo de filólogos e historiadores».

    «La vida de este texto fue multíplice desde casi el momento mismo de su concepción, pues fue engendrado catalán y, casi sin haber salido del scriptorium de su autor, renació castellano», ha señalado. Además, ha subrayado: «Fue uno de los textos más reencarnados de la literatura hispana del siglo xv, a tenor de los manuscritos e incunables en lengua castellana que nos han llegado o de aquellos otros en la lengua original, de cuya circulación tenemos noticias en inventarios de bibliotecas privadas, aunque hoy el único testimonio de la versión catalana sea el impreso ejemplar único, evasivo y guadiana, del que tengo el gusto de hablarles».

    No obstante, ha advertido que «es imposible biografiar “el” libro, porque nunca será uno solo: son tantos como reiteradas encarnaciones, como actores en el proceso de su nacimiento y renacimientos, como poseedores/lectores/bibliófilos y, en fin, según sus variados usos, sus diversificadas voces y sus diferentes caminos en su crecimiento o metamorfosis cuasi-orgánica». Por eso, ha explicado, hoy ha biografiado «un» libro y no «el» libro.

    Se trata de una obra en la que, ha dicho el filólogo, «Villena expone el mito de Hércules por medio de una exégesis profana, que se beneficia de la tradición bíblica y tiene como finalidad principal el desvelar y exprimir la significación del mito, al objeto de facilitar a sus lectores contemporáneos una apropiación útil y una formación, en términos éticos, socio-políticos y hasta literarios». Cada uno de los doce trabajos, ha matizado, se expone desde cuatro perspectivas: la literal —es decir, la historia o ficción poética, el propio mito—, la exposición alegórica o significación, la verdad que subyace al mito y la aplicación —esto es, la exposición tropológica de la exégesis bíblica—.

    Para finalizar, y tras hablar sobre los «desplazamientos hermenéuticos» de la obra, el filólogo se ha referido a aquellas personas que «cada cual en su medida y en su momento, protagonizan o son testigos de la epifanía de Los dotze treballs de Hèrcules, en largo parto que empezó en 1952 y que, al parecer, aún hoy no acaba de coronarse; son los primordiales motores del desplazamiento hacia atrás, quizá el definitivo, que resuelva el enigma de este libro y le otorguen su prístina identidad».

    LA RESPUESTA DE JUAN GIL

    En su respuesta al nuevo académico, Juan Gil ha destacado el trabajo y la trayectoria de Cátedra, asegurando que «no hay ningún filólogo en la actualidad, ni dentro ni fuera de España, que pueda comparársele en esta capacidad suya de proporcionarnos hallazgos que han revolucionado el conocimiento de la literatura, tanto medieval como áurea». «Asombra en verdad, por su cantidad y calidad, la inmensa labor heurística que ha llevado a cabo nuestro nuevo académico», ha añadido.

    Asimismo, Juan Gil ha querido elogiar su discurso de ingreso: «Su discurso ha versado tanto sobre el continente como sobre el contenido de Los dotze treballs de Hèrcules (Valencia, 1514), un ejemplar único al que el nuevo académico parece haber tenido acceso privilegiado: es la más perfecta biografía de un libro que yo conozco, en la que no se descuida el estudio de ninguno de los factores […] que contribuyeron a su feliz alumbramiento».

    Para concluir, Gil se ha dirigido a Pedro Cátedra: «Estoy convencido de que nos seguirás dejando boquiabiertos con nuevos y espectaculares descubrimientos en unos mundos (el Medievo, el Renacimiento, la historia del libro) cuyos secretos conoces al dedillo y por cuyos entresijos te mueves como nadie».

PEDRO CÁTEDRA

    Pedro Manuel Cátedra García nació en Gabia Grande (Granada) el 29 de marzo de 1954. Hizo sus estudios de bachillerato en Jaén y en Tarrasa (Barcelona). Como becario de investigación, se licenció y doctoró en Filología Hispánica —en ambos grados con premio extraordinario— en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde también inició sus labores docentes como profesor encargado de curso y profesor adjunto por oposición (ahora profesor titular) entre los años 1976 y 1986. Es catedrático de universidad en la de Salamanca desde 1987, y ahí ha completado los máximos reconocimientos administrativos, científicos y académicos.

    Ha sido también profesor e investigador invitado en universidades de Europa y América —por ejemplo, Roma-La Sapienza, Parma, Paris-Sorbonne, Paris-Sorbonne Nouvelle, Colonia, Münster, Londres, Oxford, Berkeley, Cagliari, Columbia o Pennsylvania—, y conferenciante en otros muchos organismos académicos y científicos.

    Ha dirigido o dirige centros de investigación, como el Instituto de Historia del Libro y de la Lectura (desde 1997), el Instituto Biblioteca Hispánica del Cilengua (2005-2011), el Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas (SEMYR) (desde 1995) o el Instituto Universitario de Estudios Medievales y Renacentistas y de Humanidades Digitales de la Universidad de Salamanca (2013-2024). En esos centros ha formado y dirigido grupos y proyectos de investigación, con amplios resultados publicados, y en ellos se han formado bajo su dirección numerosos investigadores y profesores.

    Es desde 1992 miembro de la Academia das Ciências de Lisboa; desde 2001, de la British Academy, y, desde 2008, correspondiente de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona. Ha sido incorporado honorariamente o como miembro de pleno derecho a otros organismos pertenecientes a instituciones nacionales y extranjeras.

    Su propia actividad investigadora se ha centrado en la historia literaria de la Edad Media y del humanismo y Renacimiento, del siglo xvi y con incursiones en el Barroco, y hasta el siglo xix inclusive, prestando atención a grandes temas, autores u obras; verbigracia, Enrique de Villena, el marqués de Santillana, la Celestina o Cervantes. Simultáneamente ha desarrollado una amplia labor en la historia del libro, de la lectura y de la cultura escrita, así como también de la difusión y la recepción del texto escrito y oral en las épocas mencionadas y también en el siglo xviii, especialmente en el ámbito de la tipografía española e italiana. En su bibliografía se cuentan más de 250 monografías, muchas de ellas en forma de libro, algunas de las cuales figuran entre las más citadas de su especialidad. Se ha consagrado también a la edición científica de obras ajenas de investigación y en algún caso de creación, fundando, dirigiendo o codirigiendo más de veinte proyectos editoriales o colecciones, entre los que figuran también revistas científicas.

    Como consecuencia de esta labor, se le han otorgado algunos prestigiosos premios de investigación nacionales y extranjeros: el Premio Alexander von Humboldt de la alemana Fundación Humboldt (1999); el Premio Internazionale Feltrinelli en Italia (2024); y, en España, el Menéndez Pelayo del Institut d’Estudis Catalans (1992); el de investigación bibliográfica Bartolomé José Gallardo (2000); el de Letras y Humanidades por el proyecto Cilengua (2007), o el Premio María de Maeztu de la Universidad de Salamanca a la excelencia científica (2008). Otros proyectos dirigidos por Cátedra han sido galardonados con el Premio Nacional de Edición, categoría mejor libro impreso (1991), o el Premio Nacional de Edición, categoría mejor libro técnico y de erudición (1991), concedido por la Biblioteca Española del Siglo XV.

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