martes, 20 de octubre de 2009

Juan Moral, escultor de monumentos y listospacios



Monumento de Juan Moral en Torredelcampo (Jaén)


Julia Sáez-Angulo


El trabajo de la piedra sobre soporte metálico, el litospacio, en los 80, fue llevando paulatinamente al escultor Juan Moral hacia la escultura tridimensional exenta. El artista ha ido investigando las diversas formas a través de distintas series: Tensiones y equilibrios (1990 - 1995); Geometrías Orgánicas (1996 - 1999); Estelas Íberas (2000 – 2008). La exposición en el Museo de la ONCE en Madrid acogió, en catorce piezas, una visión sintetizada de estos trabajos.

El tema de las torres ha sido también una constante en el desarrollo plástico de los monumentos públicos del escultor como son: la Torre de la Historia para la Casa de la Cultura de Torrelodones; la Torre del Saber, para el campus de la Universidad de Jaén, y la Torre de los Tiempos para su ciudad natal, Torredelcampo. La torre como icono, elevación y destino, no en balde, Juan Moral nació en Torredelcampo, estudió su bachillerato en Torredonjimeno y reside en Torrelodones.

Las grafías y alfabetos, íbero, romano, árabe, renacentista …han dado lugar a alusiones morfológicas muy particulares en su escultura a base de mordientes que perforan el material y lo dibujan en el vacío. El autor siempre bordea el lenguaje de la abstracción para evitar lo impúdico de la imagen perfilada y reconocible del lugar común o lo sabido.

Juan Moral Moral (Torre del Campo. Jaén, 1941) investiga plásticamente con la forma y el cromatismo, con una mirada dual inspirada a partes iguales en la naturaleza y en la cultura. No le interesa la representación figurativa del modelo real, sino una interpretación conceptual y alusiva en el volumen y el color de los materiales. Tenemos el caso del litospacio “Don Quijote y el mar” (2005) en el que dos notorias litos aluden a los célebres personajes cervantinos, junto a la superficie verdosa de un mar, resuelto con lapislázulis y olivinas; un grupo de galeras, a base de ágatas marrones y una playa dorada a base de ocres. Pero es la mirada del espectador o la interpretación del crítico quien define la inspiración y el misterio de la obra artística.


En el Museo de la ONCE de Madrid

Los monumentos públicos o insertos en la arquitectura son parte decisiva en el trabajo artístico del escultor. El Museo de la ONCE acoge las esculturas que los evocan en menor tamaño: desde “El Copo” (1988) o monumento al Pescador en Algeciras, hasta “Elevación” (2007) o la “Torre de los Tiempos” (2007) para Torredelcampo, donde el autor refleja en una doble oquedad la ausencia de un idolillo de marfil del paleolítico, que desapareció en la primera mitad del XX y que se ha podido evocar en sus formas por el testimonio fotográfico. Una doble alusión morfológica, masculina y femenina, se puede apreciar en cada uno de sus lados.

Uno de sus últimos temas es una escultura homenaje a los silenciados, aludiendo simbólicamente a la memoria histórica. Realizada en acero cortén oxidado, podrá desarrollarse en diversos tamaños.

Al escultor le gusta trabajar en lugares públicos, arquitectónicos o paisajísticos, donde la forma redefine el espacio. Con el acero cortén oxidado o patinado y la piedra con su genuino valor cromático, sin manipulación colorista alguna, va gestando una visión singular de la escultura como el arte rotundo y táctil por excelencia.


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