viernes, 25 de junio de 2010

María Luisa Sarriá, una carrera artística de buena pintura digna de un homenaje




Julia Sáez- Angulo


Su obra se ha visto con frecuencia en las galerías de arte madrileñas, particularmente en la desparecida Infantas, donde periódicamente María Luisa Sarriá (Ferrol, 1936) exponía sus cuadros al óleo, con su iconografía particular del mundo intimista y doméstico. Actualmente ha sido objeto de un homenaje por la Tertulia Peñaltar en el Hogar de Ávila

“Nací en Ferrol, por casualidad o no por casualidad, ya que mi padre era marino”, explicó la pintora, quien mostró el cuadro de su madre enlutada con dos niñas pequeñas, ya que se quedó viuda a los 23 años. Fue una de las pinturas más conmovedoras de las expuestas en el homenaje. “Este es un cuadro de familia muy querido y no precisamente una escena burguesa”, señaló la autora.

Agapito Rodríguez Añel, presidente de la Tertulia, recordó que con esta gran artista se clausuraba el curso y la directora, Rosa María Manzanares recalcó el currículo de la misma. Roberto Llorente coordinó el acto y Julia Sáez-Angulo comentó los contenidos de la obra de la pintora, que recrea los blancos con maestría, en la línea de Jaraiz o Revello del Toro, pero con muy diversa factura. También recordó la familiaridad temática, que no estilística, con las mujeres del Impresionismo, Berthe Morissot y Marie Cassat.

Sarría gusta de las mujeres que visten de largo y blanco, a la manera de los personajes de las novelas inglesas del XIX o principios del XX. Mujeres hacendosas que leen, cosen o toman el té, en un ambiente cálido de “dulce encanto de burguesía”. Unas veces sitúa estas figuras en el interior de casas acomodadas, otras en el jardín donde juega con boscajes y balaustradas.

Los niños son otro capítulo importante en la obra de la pintora, quien confesó que ha tomado como modelos a sus hijos y nietos. Las maternidades completan este campo y en ellas se aprecia la mirada amorosa de la madre sobre el niño o el pensamiento reflexivo de la progenitora.

Un mundo suave de luces matizadas

La pintora nos regala un mundo muy particular, agradable, donde los colores nunca son estridentes y las luces son suaves y se matizan a través de los visillos que cubren las ventanas por donde penetra el sol.

Alacenas ordenadas, armarios roperos, objetos de salón o de vajilla, porcelanas elegantes de tonos melosos... todo sirve para que la autora refleje su particular manera de ver el mundo y lo plasme en la pintura, que ha sido su razón de ser.

Algunas escenas de género como “Rederas” o “Muges de negro” revelan que Sarría también ha querido dejar algunos cuadros con personajes costumbristas de cierto dramatismo expresivo.

“Últimamente he pintado de modo mucho más libre el cuadro de “La Alambra” de Granada”, explica Sarriá. El boscaje del jardín está resuelto de una manera muy suelta y abstracta; el palacio con todas sus dependencias y cubos de fortaleza aparece con la rotundidad de su geometría y, finalmente, el celaje azulado que completa el paisaje. La autora se siente, con razón, orgullosa de su última obra.

Al homenaje diversos artistas y escritores, entre ellos Eugenio López Berrón, Mercedes Ballesteros, Pablo Reviriego, Isabel Torre Cañeque, Dolores Gallardo, Benito de Diego, Elisa Sáez y Anunciación Guil.



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