domingo, 13 de febrero de 2011

Medea, otra vez

Dolores Gallardo López



El ser humano no cambia, cambian las condiciones de vida. Los instintos, los deseos, las pasiones siguen siendo las siendo las mismas a través del tiempo.

Estos días leemos con horror el caso de Alessia y Livia, las rubias mellizas de seis años desaparecidas ¿muertas? a causa de su padre.

La aterradora carta que Matthias Schepp, padre le las niñas y responsable del hecho, ha enviado a la madre -“"Nuestras hijas descansan en paz. No han sufrido"- dejan una vez más al descubierto los insondables abismos de crueldad del alma humana.

Una vez mas el mito de Medea, en este caso con protagonista cambiado, pero igual: el abandono de la pareja, los celos, el amor propio herido, llevan a un miembro de esa pareja, ya destrozada, a dañar a la otra parte en lo que más quiere: sus hijos. Poco importa que sean pequeños e inocentes.

El horror del crimen de Medea se renueva, no era simplemente un antiguo mito lo que magistralmente ponía en escena el poeta trágico Eurípides -y después el poeta Ovidio o Séneca y grandes autores teatrales de diferentes épocas, como los franceses Corneille o Anouilh- sino una de las vertientes más negras y sombrías de eso que llamamos “el ser humano”.

Al fin y al cabo en Eurípides el horrible infanticidio lo comete una extranjera, una bárbara: alguien que viene del extremo oriental del mundo y es completamente ajena a los valores de la oikumene o mundo civilizado.
¿Y ahora?.

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