Dolores Gallardo López
El ser humano no cambia, cambian las condiciones de vida. Los instintos, los deseos, las pasiones siguen siendo las siendo las mismas a través del tiempo.
Estos días leemos con horror el caso de Alessia y Livia, las rubias mellizas de seis años desaparecidas ¿muertas? a causa de su padre.
La aterradora carta que Matthias Schepp, padre le las niñas y responsable del hecho, ha enviado a la madre -“"Nuestras hijas descansan en paz. No han sufrido"- dejan una vez más al descubierto los insondables abismos de crueldad del alma humana.
Una vez mas el mito de Medea, en este caso con protagonista cambiado, pero igual: el abandono de la pareja, los celos, el amor propio herido, llevan a un miembro de esa pareja, ya destrozada, a dañar a la otra parte en lo que más quiere: sus hijos. Poco importa que sean pequeños e inocentes.
El horror del crimen de Medea se renueva, no era simplemente un antiguo mito lo que magistralmente ponía en escena el poeta trágico Eurípides -y después el poeta Ovidio o Séneca y grandes autores teatrales de diferentes épocas, como los franceses Corneille o Anouilh- sino una de las vertientes más negras y sombrías de eso que llamamos “el ser humano”.
Al fin y al cabo en Eurípides el horrible infanticidio lo comete una extranjera, una bárbara: alguien que viene del extremo oriental del mundo y es completamente ajena a los valores de la oikumene o mundo civilizado.
¿Y ahora?.
El ser humano no cambia, cambian las condiciones de vida. Los instintos, los deseos, las pasiones siguen siendo las siendo las mismas a través del tiempo.
Estos días leemos con horror el caso de Alessia y Livia, las rubias mellizas de seis años desaparecidas ¿muertas? a causa de su padre.
La aterradora carta que Matthias Schepp, padre le las niñas y responsable del hecho, ha enviado a la madre -“"Nuestras hijas descansan en paz. No han sufrido"- dejan una vez más al descubierto los insondables abismos de crueldad del alma humana.
Una vez mas el mito de Medea, en este caso con protagonista cambiado, pero igual: el abandono de la pareja, los celos, el amor propio herido, llevan a un miembro de esa pareja, ya destrozada, a dañar a la otra parte en lo que más quiere: sus hijos. Poco importa que sean pequeños e inocentes.
El horror del crimen de Medea se renueva, no era simplemente un antiguo mito lo que magistralmente ponía en escena el poeta trágico Eurípides -y después el poeta Ovidio o Séneca y grandes autores teatrales de diferentes épocas, como los franceses Corneille o Anouilh- sino una de las vertientes más negras y sombrías de eso que llamamos “el ser humano”.
Al fin y al cabo en Eurípides el horrible infanticidio lo comete una extranjera, una bárbara: alguien que viene del extremo oriental del mundo y es completamente ajena a los valores de la oikumene o mundo civilizado.
¿Y ahora?.
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