sábado, 16 de noviembre de 2019

RETRATO. Iluminada García Torres, alicantina, discípula y continuadora geométrica de Eusebio Sempere


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Estudio de Iluminada García Torres

 Iluminada García Torres




Julia Sáez-Angulo

            16/11/19 .- Alicante .- Tiene el estudio más grande que un artista visual pueda soñar, en pleno centro de Alicante, con dos inmensas terrazas y un patio, pero ella sueña con aires nuevos. Le gustaría volar y viajar –sobre todo a Nueva York-, dejar sus numerosas obras a buen recaudo y acogerlas en una empresa de diseño, donde todo su mundo de geometría y color cristalice en papelería, cartería, murales... y uno y mil objetos, para los que da de sí la geometría infinita con la que trabaja. 
       "Me gustaría trabajar en proyectos de urbanismo, arquitectura, ingeniería... Me propusieron colaborar con un gran mural en la nueva Estación de Autobuses de Alicante pero no quedó presupuesto. Pienso en los artíitas geométricos como Agam en Paris y otros que han colaborado con excelentes diseños", explica la artista visual.
     Su geometría  bebió de otro alicantino, Eusebio Sempere, en sus estudios de Bellas Artes en Madrid. Alicante es un vivero de grandes artistas geométricos.

            Iluminada García Torres (Elche, Alicante, 1949) estuvo a caballo entre la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, cuando la una se trasvaso a la otra. Ella ingresó a la primera en 1965. No podía ser de otra manera; desde muy niña dibujaba a  la perfección los modelos del natural y llegó a reproducir la Naturaleza con tal verismo, que como sucedía con las uvas de Apeles, los pájaros bajaban a picotearlas. Para colmo, tuvo como profesor al gran realista Antonio López, con el que después repitió un seminario en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
           La exposición realista que Iluminada García Torres hizo en la madrileña galería Albatros en 1990 y antes en la Casa del Siglo XV de Segovia supusieron un gran reconocimiento de esta artista con una carrera imparable en marcha, en la que sus retratos de personajes de la empresa, la sociedad y la cultura posaban para sus pinceles.
            De pronto, como en una epifanía luminosa, hace ya 30 años, la pintora ilicitana se cruzó con la Geometría con mayúsculas y vio en ella la perfección de la creación y del universo. Frente a la entropía y el caos, la geometría y el arte normativo le permitía un orden, un ritmo y una armonía que le hacían rozar lo sublime.

            El cuadrado, el triángulo, el rectángulo el cubo, el cilindro... y el sinfín de polígonos permitían unas alternancias y superposiciones de ritmos y de color que no se pueden encontrar en otros campos. Publicó sus cuadernos Combinables, punto de partida de su trabajo futuro y de su discurso artístico. “Aunque todo se condensa en el punto”, asegura con convencimiento y firmeza.
            A partir de ahí surgieron sus series El hilo de Ariadna (tras la contemplación de la gran escultura romana del Museo de El Prado) y Trazado espacial continuo. La música late detrás de todas sus obras. También en su escultura de acero con un juego visual de cilindros y planchas. La autora llevó a cabo una amplia exposición retrospectiva 1982-2009, en el alicantino castillo de Santa Bárbara y después Ariadnes´s Thread Music 1991-2014 en el Ateneo Científico Literario de Alicante, con diagramas, y digitales .

            Su pintura con pigmento acrílico acogía en principio el poético temblor del pulso de la mano, pero al computadora llegó a su estudio de artista como la gran colaboradora de su mente y sus conceptos. Un plotter gigante le permite materializar piezas de gran escala y éstas se expusieron en diversas galerías, instituciones, hoteles y  museos. Viajó a Londres a finales de los 90 y en 1999 fue artista invitada de Gasworks Studio and Gallery de la capital británica. En Londres tuvo la gentileza de invitarnos a mi hija y a mí, que la visitamos con mucho gusto.
            Se interesó también por la obra gráfica y se alistó en el taller y la docencia de Britta Prinz (1995) en Madrid. De allí salió su serie sobre el monasterio de El Escorial, como paradigma total de la geometría. Ha obtenido diversos premios y fue seleccionada sistemáticamente en los premios de L´Oreal Arte Contemporáneo.

            En 2003, el Hotel Hospes Amerigo de Alicante, de cinco estrellas, la invitó a decorarlo con cien grandes piezas de arte digital sobre lienzo  (90 x 180 cm) de su serie El hilo de Ariadna-Combinatoria. Un gran reto del que salió airosa. Su tarea de investigación en el ordenador absorbe sus horas y energías. El archivo de su creatividad en la computadora vale una fortuna. De ahí han salido las series pictóricas que llevan nombre de continentes, países o ciudades: Europa, Asia, Latinoamérica, Suecia, Beijing, Nueva York...

            El mundo es muy amplio y abarcable. Iluminada García Torres sueña con Nueva York, al mismo tiempo que se encierra en su gran casa-estudio de Alicante.

Más información
iluminadagarciagomez.blogspot.com











viernes, 15 de noviembre de 2019

Frutos María: “Acero y pecios del mar”, escultura y pintura en el Museo de la Universidad de Alicante, MUA



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Frutos María, escultor y pintor


Carmen Valero

            16/11/19 .- Alicante .- Una exposición de casi medio centenar de piezas, de escultura y pintura del artista visual Frutos María, han sido expuestas en el Museo de la Universidad de Alicante, MUA e inauguradas por Carmen Cobela del Departamento de Cultura de la citada Universidad, que dio la bienvenida a los asistentes y al escultor, de quien elogió su obra.
            Julia Sáez Angulo, comisaria de la muestra tomó la palabra para recordar que se trataba de un exposición retrospectiva, 1989 – 2019, de un autor que lleva entregado al arte desde 1974. Destacó el mérito de reciclaje de materiales “fruto de la bravura del oleaje del mar”, junto al acero, hierro, plomo, hormigón, arpilleras, hilos... logrando una obra singular, bella y elegante. También tomó la palabra el crítico de arte Eduardo  Lastres María.
            Ya se había visto a Frutos María (Hontoria de Valdearados, Burgos, 1959), residente en Alicante,  dar una segunda oportunidad a las cosas en su anterior exposición en el MUA, en 2017, cuando el escultor mostró sus vetustas puertas con cerradura, intervenidas de pintura y expuestas de nuevo a la mirada o los relieves rectangulares de madera, que algunos críticos denominaron confesionarios por la oquedad aparente o casi manifiesta en la superficie de la tabla. Por si quedara alguna duda, el título de la muestra lo subrayaba: Nueva vida.

            La comisaria de la exposición ha escrito en el catálogo: “Para el artista que sabe mirar la forma, el color y la belleza que esconden las cosas, no podían pasar desapercibidos los pecios del mar, unos materiales que el oleaje ha plasmado con su repetido cincelar del agua y las olas.  El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define al pecio como pedazo o resto de una nave que ha naufragado o porción de lo que ella contiene. El escultor y pintor alicantino Frutos María no deja de acariciar con la mirada los pecios de embarcaciones, sean o no de un naufragio, fundamentalmente las maderas abatidas por el oleaje que cobran en sí mismas una textura singular de tiempo y espacio, con toda la significación que tienen estas dos coordenadas en la vida del hombre. El tiempo también pinta decía el pintor Francisco de Goya y Lucientes. El agua, el oleaje y el tiempo también esculpen podríamos parafrasear al artista aragonés universal.
           
            Resulta curioso que un artista visual como Frutos María, un pintor/escultor que utiliza el metal como ha hecho con el hierro en otras ocasiones, se centre ahora especialmente en el acero para hacerlo convivir con unas maderas manipuladas y servidas por el mar, para hacer convivir ambos materiales en una nueva poética artística. El escultor vive junto al Mediterráneo, un mar de culturas, un Mare Nostrum latino, al que ha contemplado una y mil veces en su continuo ir y venir de las aguas, en el vaivén infinito de las olas, en su colorido luminoso ante la luz. El mar de color vino, le llamaba Homero en la lengua clásica griega que reconoce infinidad de matices en los colores con diferentes palabras para ello. Un mar ahíto de historias y relatos. Un mar que inspira y expira como un ser vivo. Un mar que invocan los poetas, los músicos y los artistas visuales hasta concederle el título  de morada de un dios olímpico, Poseidón/Neptuno. Un mar que se hace co-protagonista del escultor a la hora de concebir y conformar sus obras en la pintura y en la tercera dimensión

            Contemplando las piezas artísticas de Frutos María, pinturas o esculturas, viene a la memoria la fascinación de Miguel Ángel Buonarotti por el fragmento o la estética de la ruina. Lo incompleto o lo inacabado tiene un gran poder de evocación, porque invita al ojo a completar una visión que se fue o se perdió, que se encuentra flotando en la imaginación del espectador, de quien la mira con la atención de un artista. Miguel Ángel y sus contemporáneos tuvieron delante de sí aquel viejo mundo clásico fragmentado por el tiempo y que ellos quisieron volver a poner en pié y en valor, con un movimiento artístico único y floreciente en la Historia del Arte: el Renacimiento artístico, que miraba arrebatado a Grecia y a Roma .

            Esta conjunción de materiales metales y textiles les en el arte de Frutos María, en la pintura y la escultura habla igualmente de la idea del collage, la nueva técnica aparecida con propiedad en tiempos de las vanguardias históricas, en el año 1912 cuando Picasso ofreció por primera vez pintura y rejilla vegetal en su cuadro Naturaleza muerta con silla de rejilla. Algunos críticos señalan que fue Bracque el primero que mostró un collage ante el público, pero da igual a los efectos que nos ocupan, pues lo que hay que señalar es que el maridaje de los materiales en el cuadro como arte bidimensional, iba a expandirse muy pronto a la escultura, principalmente objetual, para lograr el machihembrado de los distintos materiales hasta el infinito.


"Poblado", de Frutos María

El collage como punto de partida

            El estudioso Vicente Aguilera Cerni define el collage en el Diccionario del Arte Moderno que dirigió en 1979, como el “recurso inicialmente utilizado por los artistas del Cubismo y el Dadaísmo, que introdujeron en sus obras elementos heterogéneos, particularmente “papiers collés”. Desbordando los límites de un mero procedimiento, el “collage” ha dado origen a una ampliación de los medios expresivos, abriendo horizontes y posibilidades que han contribuido a la transformación de amplios sectores del arte moderno. Paralelamente, los poetas utilizaron esta técnica que dio paso a las más revolucionarias aportaciones del arte objetual”. La denominada técnica mixta iba a llegar al arte en un futuro imparable.

            El escultor Frutos María va más allá de la idea del mismo collage. En sus obras y exposiciones anteriores a la de hoy, ya mostró conjunciones de hierro y cemento, hierro y piedras en una tensión y conjugación  acertada; en las pinturas incorporó arenas y resinas junto a pigmentos naturales junto a tablas descoloridas salvadas del naufragio. Nueva vida tituló con toda intención algunas de sus piezas en maderas encontradas y reutilizadas una a una. La visión mineral no se aparta de bastantes de sus obras. El artista visual buscaba espacios habitables para la mirada y el disfrute artístico, pero en muchas de las obras que ahora ofrece, se ve que el escultor va más allá; hay una idea moral en esa conjunción de materiales, de acero y pecios del mar; una idea de salvación y de reciclaje, de reutilización de los materiales, que para mayor abundamiento son objetos encontrados, el objet trouvé del que hablaron los vanguardistas históricos y radicales para incorporarlos al arte. Una idea de salvación de la Naturaleza –así, escrita con mayúsculas- la reutilización del fragmento desechado que se convierte de nuevo en pieza angular de una obra artística. Solo el ojo del autor sobre ese material de desecho de las olas, lo reconvierten, tras una nueva manipulación de artista, en trabajo plástico y estético renovado. Nueva vida, nuevos espacios en los que habiten el pensamiento, el sentimiento o la memoria como arqueologías de un pasado que sedimenta a su modo y manera la materia y la idea, la creatividad y el objeto artístico.

            Esta visión actual y moral del arte conecta con la sensibilidad de nuestros días, de reutilización de las cosas y de no abandono y destrucción de las mismas. El mar parece darnos un ejemplo con su actuación frente a la agresión de la abundancia y el desperdicio de la sociedad en nuestros días, sobre todo la agresión de los plásticos. El autor no pierde la idea de belleza, bien escaso del que conviene hablar mucho y valorarla cuando se presenta. Frutos María manipula en busca de una nueva belleza con lo que tiene y con lo que encontró. Los pecios del naufragio pueden cobrar nueva vida y sorprender ante una mirada diferente y morosa en el tiempo y el espacio. Una obra tridimensional sugerente y misteriosa, llena de significados, polivalente en su semántica, abierta a toda interpretación, la de la libertad del espectador. Las obras de este pintor/escultor vienen a ser una reinterpretación de lo encontrado, una convivencia con la arqueología acuática, que nadie, solo el mar puede ofrecer. El arte, después de todo es un dialogo perpetuo con la Naturaleza y el Universo, con los hombres en suma. Y la mejor crítica de arte, como señalara el escritor argentino Jorge Luis Borges es aquella que invita a acercarse a la emoción y el misterio que emanan las obras de un artista.

            ¿Y si esas maderas fueran restos de un palafito lejano o una ciudad invisible y sumergida? ¿ Y si fueran restos de la embarcación de Argos tras regresar de la Cólquida? ¿O de nuestros antepasados fenicios? La imaginación del espectador puede superar a la del artista, ¿por qué no?, o ir más allá de su mirada, a poco que el título de las obras le dinamice su realidad, ilusión o fantasía. El espectador también crea o puede crear, cuando reinterpreta el arte con arreglo a su cultura y soportes de su conocimiento y educación. Toda mirada es hija de una cultura y una civilización, los antecedentes sociales y culturales del espectador son tan importantes como la del artista o el crítico de arte, a la hora de valorar y enjuiciar una pieza. La obra de arte nos interpela a todos, nos habla en medio de un bosque de signos y símbolos que cada cual ha de escudriñar en medio de la inquietud o del deleite estético.

Geometría para ordenar el caos

            La geometría está muy presente también en la escultura y pintura de Frutos María, la geometría que es orden y concierto, y que se encuentra en buena parte del reino mineral cristalizado. El autor la hace convivir con el caos de los pecios, si bien los reordena en su labor para que tengan composición y armonía. Si en el principio fue el caos, como señala el Génesis, la manipulación artística del escultor lo ciñe al cauce y al buen hacer de su trabajo. Elogio de la Arquitectura, reza uno de los títulos de sus obras. La Arquitectura como una de las tres Bellas Artes visuales clásicas, junto a la pintura y la escultura; hoy las Bellas Artes se han ampliado para nuestra satisfacción hasta incorporar el cine, la fotografía, el cómic y la moda.
            Un viaje íntimo alrededor de sí mismo califica Frutos María a su obra. La creatividad es subjetiva y la de este pintor/escultor  se dirige por los parámetros de la geometría, la abstracción geométrica, y la reutilización de materiales que la enriquecen y habitan. Su exposición de 2017 transitó por puertas, caminos, espacios y arquitectura, si nos atenemos a la distribución y montaje del discurso expositivo, la exposición de ahora navega con más rotundidad junto a los pecios del mar y los despojos del oleaje batiente, hasta trascenderlos en una significación profética, que no apocalíptica. El planeta tierra tiene unos recursos limitados y debemos respeto a las generaciones futuras para no esquilmarlos. Esa sería una lectura subliminal y no la única al contemplar las obras de exposición. La obra artística siempre será polisémica, por más que un título parezca constreñirla. “En la medida en que todos generamos pequeños daños ecológicos”, estamos llamados a reconocer “nuestra contribución –pequeña o grande- a la desfiguración y destrucción de la creación, advierte el patriarca ortodoxo Bartolomé, que se suma a la emocionante encíclica de Francisco Laudato si,  sobre el cuidado de la casa común, que es el planeta Tierra. La degradación ambiental incide sobre todo en los más pobres de mundo, se nos advierte. La íntima relación de los pobres y la fragilidad del planeta es un hecho. Es la contaminación, la basura y la cultura del descarte sin solución de continuidad. El planeta Tierra no puede convertirse en un inmenso depósito de residuos y desechos. Estamos llamados a la reutilización o el reciclaje

            Me constan las inquietudes de Frutos María por la ecología, el medio ambiente, el cambio climático, por el mar y la brutal agresión de desperdicios en sus aguas. Todo ello esta presente en su consciente e inconsciente a la hora de trabajar. El artista habla de la Naturaleza con sentido de veneración, con el deseo de que se respete para mejorar nuestro hábitat, más allá de un desarrollismo estúpido. Reciclar, reutilizar y manifestarlo como un mantra, hasta que cale en la mentalidad y sensibilidad de los hombres. El arte, las obras de arte, además de estética y ornamentación, son buen vehículo de transmisión y comunicación de las ideas, van más allá de condensar el placer y belleza según los casos. El trabajo artístico de este escultor abarca y sugiere todos los registros. El arte como  anuncio o denuncia de las cosas, como rayo de luz y sustrato de esperanza, porque como bien señaló Ramón Margalef (1919-2004), primer catedrático de Ecología en España: El hombre no solo es un problema para sí, sino también para la biosfera en que le ha tocado vivir.

 Frutos María en su casa estudio
 Logo del artista

Frutos María junto a una de sus obras

Carmen Valero, Mayte Blázquez, Frutos María y Julia Sáez-Angulo en la inauguración

El Museo Reina Sofía recibe de su Fundación obras por un valor aproximado de 2 millones de euros


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  • Entre los trabajos que serán depositados en el Museo se encuentran quince de León Ferrari y una de Diego Rivera


L.M.D.

    15.11.19 Madrid .- En el transcurso de las reuniones plenarias de la Fundación Museo Reina Sofía que han tenido lugar a lo largo de esta semana, se ha aprobado la aceptación de una donación de obras de autores como Leon Ferrrari, Diego Rivera, Juan Downey, José Vera Matos, Daniel Pajuelo, Eduardo Villanes, Helena Almeida, Susana y Ricardo Steinbruch o Beatriz González, entre otros. Todas las obras serán depositadas en el Museo para pasar a formar parte de su Colección.

La familia de León Ferrari dona a la Fundación Museo Reina Sofía 15 obras valoradas en 850.000 euros

Este conjunto de obras incluye collages, dibujos, una escultura y un vídeo. León Ferrari (Buenos Aires 1920-2013) es uno de los principales referentes del arte argentino latinoamericano contemporáneo y ha recibido diversos galardones, entre ellos el León de Oro de la 52 Bienal de Venecia de 2007. Poco representado en la colección del Reina Sofía, los trabajos que ahora entran en la colección abarcan un amplio periodo de tiempo, entre 1962 y 2006, y en ellos se aprecia la dualidad de su trabajo: obras realizadas con la intención de cuestionar y otras que carecen de intención ética alguna. El conjunto es un buen exponente de la fusión entre pensamiento y creación artística y viene a reforzar significativamente la colección de dibujo latinoamericano del Museo.

Diego Rivera protagonista de otra donación

El linograbado de Diego Rivera (México, 1886-1957) Les Vases communicants (1939) engrosará también la colección del Museo, gracias a otra Donación de la Fundación que lo depositará en el mismo. En esta obra, que realiza como homenaje a Bretón -líder del grupo surrealista- muestra su reacción al orden artístico establecido y sirve para ilustrar el cartel donde se anunciaba el ciclo de conferencias que iba a impartir Bretón en México. Esta obra también destaca por su relación formal con la de Frida Khalo “las dos Fridas” (1939). Cobra importancia esta donación por el hecho de que el Museo dispone de escasa obra gráfica del artista y existe la intención de que la pieza forme parte de un proyecto de mayor envergadura en la futura reordenación de la colección.   

Latinoamérica, eje de las adquisiciones de la Fundación

La Fundación Museo Reina Sofía ha aprobado también otras donaciones y compras de obras que serán depositadas en el Museo para formar parte de su Colección y que revisten especial interés para la institución. Estos trabajos permitirán completar diferentes discursos de las grandes líneas de investigación que se están desarrollando, centradas sobre todo en Latinoamérica, e incorporar a algunos artistas que todavía no estaban representados en ella.

En el capítulo de compras, hay que destacar que la Fundación ha adquirido el cuadro titulado Video Trans Américas (1973-76) y cuatro dibujos del chileno Juan Downey (Chile, 1940- EEUU, 1993). Es uno de los primeros artistas que adoptó los nuevos dispositivos de grabación de vídeo para utilizarlos en su trabajo artístico. Es importante para el Museo el poder contar con estas obras en su colección pues dialogan y complementan una pieza fundamental que ya forma parte de la misma:Trans  America (1976).

En el apartado de artistas peruanos, hay que mencionar la obra La tiranía del Inca (2018) de José Vera Matos, 15 fotografías de Daniel Pajuelo y un conjunto fotográfico de Eduardo Villanes.

La Fundación Museo Reina Sofía ha aceptado la donación realizada por parte de Patricia Phelps de Cisneros de un conjunto de materiales del movimiento brasileño Tropicália. Helga de Alvear ha donado de la obra Tela habitada (1976) de la artista portuguesa Helena Almeida, compuesta por 16 fotografías, mientras que otro artista portugués, Alexandre Estrela, pasa a formar parte de la Colección del Museo con la obra Faca na Água (2017) gracias a Susana y Ricardo Steinbruch.

Por su parte, la donación efectuada por Diana López y Herman Sifontes incluye 30 fotos de la serie Esquinas de Caracas 1953-1960, del venezolano Alfredo Cortina. A ella se suman la de Luis Augusto Teixeira de Freitas con la obra Materia en repouso (2003) del artista mexicano Damián Ortega, y la de Pedro Barbosa con dos obras del brasileño Ronaldo Azeredo.

Casas Reigher ha donado también a la Fundación varias piezas de la artista colombiana Beatriz González, mientras que Mercedes Vilardell y Gustavo Nóbrega han hecho lo propio con obras de la argentina Amalia Pica y del peruano Juan Javier Salazar, por un lado, y de los brasileños Neide Sá, Alvaro de Sá y Flavio Diniz, por otro.
Un conjunto de serigrafías, impresiones y fotografías de la peruana Natalia Iguiñiz se incorporarán a la Colección del Museo gracias a las donaciones de Marga Sánchez y la propia artista. El colectivo mexicano Fuente Rojas, y otro artista, en este caso el peruano Herbert Rodríguez, han donado también varias obras suyas. Finalmente, Konigsberg Estate ha completado su donación del pasado año de Oÿvind Fahlström con dos obras más del mismo artista.