Pocos homenajes serán tan
justificados como el que habrá que rendir a nuestro buen amigo Mohamed Chakor,
que acabamos de perder a principios de agosto del año en curso.
Chakor era escritor, sí, y poeta además. Esa era la
vena íntima que alimentaba, además de alentar, su naturaleza más honda; sin
embargo, este ciudadano de Tetuán desplegó también una relevante proyección
comunicativa a través de la prensa, las ondas radiofónicas y la imagen
televisada. Dicho en pocas palabras, tal sería su contribución más sólida a la
tarea de que España y Marruecos se dejen de ignorar. O sea, el resultado final de una trayectoria cultural
hispano-marroquí, esforzada donde la haya, desde los años 60 del pasado siglo
XX, hasta este bisoño y dislocado siglo XXI.
La doble dimensión de Chakor, al
servicio de una vocación que compartimos con él algunas almas gemelas ─y estoy
pensando en dos figuras señeras del diálogo hispano-marroquí como fueron
Mohamed Ben Azzuz Hakim y Alfonso de la Serna─, fue hermanamiento que afortunadamente
vienen cultivando intelectuales de uno y otro país desde hace siglos, y que
prosiguen no pocos de ellos actualmente.
La doble proyección de Chakor, por sí
sola, le hizo acreedor de un homenaje (2 de julio de 2014), para el que Eduardo López Busquets (hoy embajador de
España en Irán) quiso abrir las puertas
de Casa Árabe, tan vecina del madrileño Parque de El Retiro.
Creo recordar que Chakor y yo nos
conocimos en 1978, cuando la Transición abría horizontes alentadores a los
españoles de antaño. Y cuando la necesidad de un reencuentro ibero-mauritano afloraba
con fervor en ambas orillas. No olvidaré fácilmente cuando Chakor me dijo,
entonces, lo que sigue: Hay que tomar la
iniciativa, hay que hablar con los intelectuales, con las organizaciones políticas,
sindicales, culturales, y entablar un diálogo hispano-marroquí de nivel
cultural, totalmente despolitizado, que no obedezca a consignas oficiales. Fue
entonces cuando nació una idea que progresó posteriormente, cual fue el Manifiesto de intelectuales españoles y
marroquíes que, entre otros, impulsamos Mohamed Larbi Messari, Rodolfo Gil
Grimau, Juan Goytisolo, B. López García, Mohamed Chakor y quien ha redactado
estas cuartillas.
En suma, ha llegado la hora de
reconocer en el recuerdo los méritos propios de Mohamed Chakor, pero, en
particular, su afabilidad innata.
Mohamed Chakor estuvo siempre con
nosotros, y nosotros con él. De ahí se desprende que me una a la dolorosa
despedida con que hoy lo invoco. Un homenaje pleno del afecto que Chakor se
granjeó durante su prolongada residencia en Madrid; conservando, sin embargo,
su corazón de tetuaní depurado.
Gracias, amigo Chakor, por todo lo
que nos has brindado con afecto y comprensión. Gracias, Amparo, por estar todo
el tiempo de los últimos años al servicio de su inspiración.
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