Julia Sáez-Angulo y Marciano Ortega Molina Marciano Ortega Molina, ex alcalde de El Toboso
Julia Sáez-Angulo
Fotos: A. Zapisek y C. Palomero
01.03.2022.- Madrid.- El libro “Molinos de El Toboso. Realidad o ficción” de Marciano Ortega Molina (El Toboso. Toledo, 1957) se ha presentado en la Casa Castilla-La Mancha de Madrid por Julia Sáez-Angulo. Introdujo el acto José Fernando Sánchez Ruiz, presidente de la institución.
El libro ha sido publicado por la editorial Círculo Rojo.
La presentadora dijo: “Al terminar de leer el libro “Molinos de El Toboso. Realidad o ficción” de Marciano Ortega Molina pensé que el autor lo sabía todo sobre los molinos, no solo de El Toboso, sino de todo el mundo, a juzgar por la cantidad de datos que nos ofrece sobre ellos. También pensé, como se nota que Marciano Ortega tiene en su haber el título de Magisterio -aparte de otros-, a juzgar por lo didáctico y pedagógico que es como maestro. Si ustedes miran el índice del libro, verán lo abarcador de sus capítulos, que van, desde “Los molinos en la historia” a “Molinos de viento de El Toboso: ¡realidad o ficción!, donde aborda la figura de Cervantes y su visión de La Mancha, pasando por otros capítulos rotulados como “Molinos hidráulicos cercanos a El Toboso; “Los molinos de viento en las Bellas Artes” o “Madrid y su molino de viento”. Los nueve capítulos, con sus correspondientes apartados, dan cuenta de todo lo que podemos y queremos saber sobre los molinos en todos sus aspectos y campos. Un total de 304 páginas con numerosas fotografías, dibujos e ilustraciones en color, que van en paralelo visual a lo que Marciano Ortega ha escrito sobre molinos. Un libro que viene a ser un caleidoscopio de los molinos en todas sus facetas.
La Asociación de Amigos de los Molinos tiene que estar encantada con este libro y no es para menos que su secretario, Zacarías López-Barrajón haya escrito un prólogo elogioso sobre el libro y su autor
¿Qué más cabe decir, además de estos datos empíricos? Pues que el libro es un acierto, y como ya he apuntado tiene el valor comprehensivo de una antigua Enciclopedia que nos hablaba exhaustivamente de un concepto, antes de que llegara Internet.
El libro de Marciano Ortega rezuma conocimiento transmitido con amenidad al lector. Su amor por El Toboso, su pueblo natal, y por La Mancha, su territorio, es un hecho no exento de objetividad en los datos. El autor parece conocer todos los recovecos de la geografía que ama: su historia, sus leyendas, su sociedad actual y en el pasado, como cuando cuenta la leyenda del barbero que con su espada cortó una cruz en el aire, en la cercanía de un molino y fue amonestado severamente por unos molineros, primero y por la Inquisición después. en el siglo XVI.
El autor se detiene en la tipología y estructura de los distintos molinos de viento el nombre de sus artilugios, también en el caso de los molinos hidráulicos cercanos a El Toboso, artilugios explicados uno por uno en un cuadro elocuente. Nos explica con morosidad la piedra de moler, la cantera molinera única, que estuvo activa entre los siglos XV y XVIII, la piedra volandera, la solera o rueda Catalina, sin olvidar que santa Catalina de Alejandría, santa martirizada en el siglo IV, es la patrona de los molineros, porque fue martirizada con una rueda, elemento que la caracteriza en su iconografía abundante en la historia de la pintura. Ciertamente hay ermitas cercanas a los molinos que llevan la advocación de esta santa, que ha dado nombre a una rueda de molino.
Las ruedas de molino, de sonoridad bíblica y apariencia megalítica, son las que muelen los granos cultivados en la extensa Mancha.
También describe el autor los distintos tipos de vientos que van a influir en esas maquinarias mágicas sembradas por el ingenio del hombre en el territorio Mancha, como gusta decir a una noble manchega, la profesora María Antonia García de León, que presentará también aquí próximamente el libro de un poeta. Marciano Ortega nos ofrece un cuadro con esos nombres de vientos y en el sentido del reloj, comenzando por el norte serían: cierzo, matacabras, solano, solano hondo, mediodía o torrenueva, ábrego hondo, ábrego, toledano o villacañero… Hay uno, el moriscote o abregondo que no menciona, pero como bien señala depende de los lugares para que los vientos adquieran nuevos nombres.
Seguro que muchos de ustedes, castellano-manchegos o habituales de esta casa, han oído hablar de estos vientos que mueven las aspas de los molinos de Marciano Ortega, que son los de El Toboso, los de Don Quijote y los de toda La Mancha.
El libro de Marciano Ortega comenta los molinos de viento y los hidráulicos harineros de las vecinas localidades de Quero y Quintanar de la Orden, pueblo en el que actualmente reside. Toda La Mancha participa de esa presencia de molinos que la caracterizan y hace que sus lemas turísticos sean: “La Mancha, tierra de molinos” o, lo que es lo mismo” “La Mancha, tierra de Gigantes”. El libro cita y publica las fotos de Alcázar de San Juan, Campo de Criptana, Mota del Cuervo…
Gregorio Prieto y el Molino de viento de Madrid
Un momento para el apartado “Madrid y su molino de viento”, puesto que estamos en la capital de España y no ha que olvidar, como señaló Camilo José Cela, premio Nobel 1989, en los 70, que Madrid es un “poblachón manchego” lleno de corralas. El célebre plano de Teixeira de 1656, tan citado en esta Villa y Corte, alude a un molino que existió en Hortaleza, cerca de la puerta de Santa Bárbara. Gregorio Prieto pidió al Conde de Mayalde, entonces alcalde, que levantara un molino-museo de Madrid, para recordar aquella presencia y su vinculación con la Mancha molinera, pero no prosperó. Mariano Ortega subraya como estaba en la parte norte de Madrid, aquel molino de Hortaleza, donde la altura y los vientos pueden mover mejor la piedra volandera y la Catalina. Ciertamente en Madrid no se habla mucho de vientos, porque no se dan con frecuencia, sí hablamos de calimas o distintas poluciones del aire.
Lope de Vega también cuenta con un poema en el que se cita la molienda de harina en honor del santo Isidro, patrón de la Villa. El molino es un elemento muy presente en la historia de la humanidad y no faltó en Belén y en los belenes navideños que se precien, llevan molino y borriquito con grano a moler.
No ha olvidado el autor (Marciano Ortega) el tema de la mujer y los molinos, para recordarnos su continua presencia y eficiencia en las distintas labores agrícolas, entre ellas las de la molienda en sus distintos momentos, amén de su presencia doméstica ineludible. Solo se prescindía de la presencia de la mujer en los concejos municipales, como si fuera incapaz de pensar o tomar decisiones colectivas, más allá de su propia casa. ¡Oh tiempo! ¡Oh mores! (qué tiempos, qué costumbres bárbaras) que dijera Marco Tulio Cicerón en su primera Catilinaria. ¡Qué tiempos, qué costumbres tan bárbaras!
“La figura de Dulcinea de El Toboso asociada al molino”, es otro apartado del libro, donde el autor, entre otras cosas, recuerda un sello postal de Mingote en 1998, donde el humorista de ABC recrea el encuentro de Don Quijote con su “princesa de El Toboso”, a la que se encomienda el Caballero de la Triste Figura, antes de entrar en batalla con aquellos gigantes que son molinos o quizás al revés, si nos atenemos a la gran metáfora que don Miguel de Cervantes quiso plasmar en aquel episodio quijotesco, uno de los más celebrados por los lectores, ilustradores o pintores y sobre todo por los exégetas de la gran novela cervantina. A juzgar de buenos comentaristas, esos molinos/gigantes representaban la lucha del débil e impotente contra aquellos gigantes que ensartaron a Don Quijote como diablos con horquillas. Los poderes, en definitiva, ante el que el ciudadano se siente un alfeñique.
Interpretaciones literarias sobre los molinos de viento
Hemos dejado para el final, como lo hace Marciano Ortega, el asunto de los molinos de viento y la célebre novela cervantina titulada ”El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. El capítulo del combate del Caballero Andante de La Mancha con los molinos es uno de los más celebrados, junto con el de los cabreros y la Edad de Oro. El arte siempre ennoblece las cosas y las hace eternas, como en este caso, la literatura.
Cito a Cervantes en el capítulo VIII titulado “Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación”.
Comienza así el capítulo: En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero: (…) que había descubierto a aquellos desaforados gigantes a los que pensaba dar batalla y “quitar tan mala simiente de la faz de la tierra”. El final ya lo sabemos. Cabe aclarar que hasta 134 ejemplares de artilugios aspados llego a tener La Mancha, según el catastro del Marqués de la Ensenada en 1752.
Les voy a dar otra cifra al respecto: Cervantes cita 87 veces la palabra molinos en su obra “El Quijote”, molinos, que al decir de Américo Castro vienen a ser obstáculos y dificultades con los que ha de bregar el Hidalgo de la Mancha por excelencia, como desfacedor de entuertos en su aventura, que esconde en buena parte la lucha que había en la España del XVI contra los distintos poderes de una sociedad, que iban desde la honra y la diferencia de linajes, hasta el poderío económico de nobles, órdenes monásticas y órdenes militares. No otra cosa eran los “monjes benitos” con los que tuvo que enfrentarse Don Quijote. Pero Cervantes denunció aquellas situaciones con la ironía, que es la inteligencia del humor, no lo hizo de frente y con enseñanza moral como Mateo Alemán, en su Guzmán de Alfarache. Cervantes se refugió en la máscara de los hechos y dichos de un loco.
El humor del pasaje de los molinos o el de la paliza que dio a los monjes benitos, se acentúa, cuando Sancho le dice que aquello es motivo de excomunión y Don Quijote alega que él no ha puesto la mano sobre los frailes, pues ha sido su lanzón quien lo hizo y los agredió. El humor de El Quijote es de lo más sutil y refinado que pueda darse. Hemos de estar orgulloso del humor fino en nuestra obra de literatura magna. El humor es el gran aliado de la vida. Es un don y hay que estar abierto para recibirlo. Cervantes lo tenía.
"Azorín nos da (…) una explicación de la novedad fabulosa que eran en tiempos de Don Quijote estos molinos, y ve en ello la posible razón de que excitaran su fantasía. Así nos lo relata: “¿Os extrañará que don Alonso Quijano, el Bueno, tomara por gigantes los molinos? Los molinos de viento eran, precisamente cuando vivía Don Quijote, una novedad estupenda; se implantaron en la Mancha en 1575 –dice Richard Ford en su Handbook for traveller in Spain. –‘No puedo yo pasar en silencio –escribía Jerónimo Cardano en su libro De rerum varietate, en 1580, hablando de estos molinos–, no puedo yo pasar en silencio que esto es tan maravilloso, que ya antes de verlo no lo hubiera podido creer sin ser tachado de hombre cándido’. ¿Cómo extrañar que la fantasía del buen manchego se exaltara ante estas máquinas inauditas, maravillosas?”. “Lo que fue novedad digna de excitar la fantasía, por encontrarlo ya una realidad cercana al sueño, se convierte con los siglos acaso en algo vetusto y que al final ya no se usa”, escribe Santiago Montobbio. Así ha sucedido con estos molinos. No los he visto ya en uso, no los hemos visto. Están como una memoria, como una presencia que quizá también nos permite, en su olvido, fantasear y soñar". Hoy los molinos de viento están fosilizados en su propia memoria en los lugares en que se custodian. Como dirían los franceses, los molinos de viento manchegos son lieu de memoir y por tanto dignos de visitarse.
Curiosamente -nos lo recuerda el autor del libro que nos ocupa- no hay evidencias documentales de que don Miguel de Cervantes pasara por La Mancha, pero sí existen evidencias de que así fue, por su libro, y ya se sabe que “por sus obras los conoceréis. Marciano Ortega cita al académico Darío Villanueva pare recordar que “Cervantes supo de muchas historias locales manchegas, del Toboso, Quintanar o Argamasilla. Está documentado de que algunas de las trifulcas entre hidalgos manchegos se producían en una ambientación carnavalesca”. No olvidemos que Cervantes fue durante un tiempo alcabalero y tenía que viajar de un lugar a otro para recabar impuestos.
También recuerda el libro de Ortega a “Cervantes en el camino real de Toledo a Murcia”, cruzando por la villa toboseña, donde pronuncia las coloquiales palabras de ¡Con la Iglesia hemos dado, Sancho!, haciendo referencia a la gran iglesia de San Antonio Abad de El Toboso, un edificio imponente que casi parece una basílica y se ve desde lejos. La palabra iglesia se escribe con minúscula en El Quijote, pero ha derivado a mayúscula en la reconversión de la frase a “Con la Iglesia hemos topado”, que cambia el “hemos dado” cervantino para hacer la expresión más gráfica.
Los molinos de viento dan juego literario a Cervantes y ahora a otros escritores como Marciano Ortega. El autor presente con nosotros ha sido exhaustivo al hablar de los molinos manchegos y no sé si ha dejado algo de investigar sobre ellos para el futuro, a menos que diga con los clásicos: “De los molinos nunqvam satis! De los molinos nunca se hablará bastante.
Julia, Marciano y José Fernando
Julia, Marciano y José Fernando
Julia Sáez-Angulo, presentadora
Marta Arespacochaga, Jose Fernando Sánchez Ruiz, Octavio Uña y Carmen ValeroJulia, PIlar Venegas, Antonio L. Zuazo, Adriana, Peter Wall, Cuqui Valero