Jesús Alonso Trigueros
29/12/20.- Madrid .- Se ha dicho de Mariano de Souza que es un místico andariego, el pintor del camino, el pintor de los sueños, que con su pintura traza dos caminos paralelos de expresión, uno espiritual y otro de la realidad y ambos se entremezclan para ofrecernos profundas reflexiones y un ingenioso entendimiento de la realidad presente en ese camino. Se ha dicho también que su pluma se recrea en el simbolismo peregrino —el sol y la luna, la cruz templaria, el pez de los primeros cristianos, la concha, etc. Simbolismo que envuelve a los personajes en un aura de misterio lleno de mitología. Es muy conocida la fuerza de sus dibujos, su estilo gráfico y esa exquisita sensibilidad presente en toda su obra.
También la Asociación Internacional de Caminería, que tengo el honor de presidir, tiene mucho que decir y muchos motivos para agradecer a nuestro querido Mariano de Souza. En primer lugar, por el vínculo íntimo entre su persona y el profesor Manuel Criado de Val, creador de la Asociación; en segundo lugar, por su continuo apoyo en todas las actividades promovidas por la Asociación -hasta el logotipo actual es obra de Mariano de Souza-. Hay muchas más razones, pero necesitaríamos redactar demasiadas páginas. Recuerdo la exposición de Mariano de Souza que hermanaba el Camino de Santiago con el Camino Real de Tierra Adentro, que llevó a los españoles al corazón del oeste americano. O su participación en muchos de los congresos internacionales que la Asociación organiza con carácter bianual.
En palabras de Souza, "hay que potenciar al hombre porque si no hay hombre no hay camino". Él se aplica a sí mismo esa máxima. No en vano es entre otras cosas, licenciado en Bellas Artes y miembro de varias academias, como la de Arte Moderno de Roma y la Internacional de Caminería. Curiosidad y deseo son dos aspectos fundamentales del ser humano y esas características adornan a Mariano, este hecho le ha llevado a un conocimiento íntimo de los elementos que componen el camino, el caminante y su entorno. También al estudio de las vías de comunicación, de su relación con el entorno geográfico y social y con los itinerarios históricos y literarios. Esa perspectiva de considerar la caminería como el soporte básico de la comunicación y de cualquier tipo de expansión cultural y humana, está en el punto de mira cotidiano de Mariano de Souza.
Los hechos, antes de ser referidos, tienen que atravesar el espíritu y recibir el sello de la subjetividad. Quiéralo o no, el que narra juzga, lo mismo hace el que pinta, o al menos en el sentido de concebir el acontecimiento de un modo personal, cosa imposible sin un juicio, por inconsciente que este juicio sea. De este modo se explica que la idea o conocimiento de los hechos varíe según las condiciones personales del que lo explica o lo pinta, según la época, y según el medio en que habita: influencias todas que contribuyen a que, no obstante la permanencia del objeto, la concepción que de él se forme, difiera de un sujeto a otro, en intensidad amplitud, precisión y firmeza.
Platón, reaccionando contra exageraciones del sensualismo, llegó a sostener que consistía la ciencia en el conocimiento de la esencia de las cosas o en la contemplación de las ideas: nunca en conocer cosas o fenómenos sensibles sujetos a perpetua movilidad o cambios incesantes, y a la misma negación de la ciencia histórica llega Aristóteles con su conocido aforismo de que "no hay ciencia de lo mudable".
Mariano de Souza, sin embargo, contradice sin saberlo a Platón y Aristóteles, porque es capaz de hacer ciencia de lo mudable, basta mirar sus admirables ilustraciones, donde queda plasmada la esencia de esa actividad milenaria, Ia peregrinación a Santiago, que Mariano ha captado en su pintura después de sus diversas peregrinaciones, a esos personajes rodeados de símbolos que han perdurado por su inmutabilidad: estrellas que configuran la vía láctea a modo de un singular camino de Santiago en el cielo, la misma esfera celeste, el alfa y omega que simbolizan el comienzo y la llegada de nuestro camino a la meta en Santiago, los laberintos de la vida en nuestro peregrinar continuo, y por supuesto, la concha del peregrino, la calabaza, el bordón y la cruz de Santiago. Son frecuentes también en sus dibujos los motivos vegetales, los árboles que señalan el camino, unos ofreciendo su sombra, otros esbeltos, hacia el infinito, parece que nos quieren indicar nuestra aspiración última que es la meta del cielo.
Siglos hace que Cicerón procuraba poner de relieve las excelencias y el valor de la Historia, diciendo de ella que era: "vero testis temporun, lux veritatis, vitae memoria, magistra, vitae nuntia vetustatis"; es decir, testigo de los tiempos, luz de la verdad, memoria y maestra de la vida, y mensajera de lo pasado; palabras en las cuales se resume admirablemente el valor de la ciencia histórica, sobre todo en cuanto cabe atribuirle el doble carácter de memoria y maestra de vida.
Como memoria de la vida, la Historia prolonga en cierto modo nuestra existencia, haciéndonos vivir en lo pasado y aumentando de este modo el caudal de prudencia y de saber que a una larga experiencia acompañan. Y como maestra de la vida proporciona valiosísimas enseñanzas, si discretamente se Ia interpreta, para guiar nuestra conducta en lo presente y en lo futuro.
El camino es la obra pública por excelencia. Subrayando las facilidades y venciendo las dificultades que ofrece la topografía de una región, va dando textura a la organización política de la misma, permitiendo la integración de pequeñas agrupaciones humanas en otras más amplias que evolucionan con cierta uniformidad, gracias al intercambio que les proporciona. La actividad humana se encauza por las vías de comunicación, a la vez que junto a ellas se sitúan los núcleos de poblamiento.
Los miembros de la Asociación Internacional de Caminería pensamos que la naturaleza y el camino son el antídoto perfecto contra la frialdad y la indiferencia. El camino es una búsqueda y un descubrimiento permanente. Despierta nuestros sentidos y nos encanta. Es un libro abierto que debemos consultar cuidadosamente y preservar del olvido. Pero este libro no es infinitamente extensible, nos enfrenta a nuestras responsabilidades, a nuestro sentido común y a nuestra necesidad de transmitir. Con su inmensa prodigalidad y fragilidad, el camino nos enseña la sabiduría. En el fondo, es la caminería lo que nos civiliza.
También los caminos dela pintura, delos que Mariano de Souza es su mayor exponente y nuestro mejor maestro.
Jesús Alonso Trigueros
Presidente dela Asociación Internacional de Caminería