Santiago de Mora-Figueroa
Julia Sáez-Angulo
Santiago de Mora-Figueroa y Williams, IX marqués de
Tamarón (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1941), diplomático y escritor español, ha
sido embajador de España en el Reino Unido entre 1999 y 2004 y ha dirigido el Instituto Cervantes de 1996 a 1999. Entre sus libros
publicados: “El guirigay nacional. Ensayos sobre el habla de hoy”, “El siglo XX
y otras calamidades”, los relatos “El peso del español en el mundo”, “Pólvora
con aguardiente” y las novelas “Trampantojos” y “El rompimiento de gloria”, está
ultima de una gran singularidad y belleza acaba de conocer una nueva edición
en la editorial Áltera.
--¿Cómo concibió El rompimiento
de gloria? ¿Parte de alguna referencia real por mínima que sea?
Se me ocurrió la idea de la novela
un día perfecto de finales de verano, descansando de una caminata junto a un
arroyo de la Sierra de Guadarrama. Pensé que no desentonaría con el lugar la
aparición de una diosa, una especie de Diana, o una semidiosa. Luego el
personaje central se convirtió más bien en trasunto de Atenea, aunque sólo
fuera porque siempre tuve curiosidad por saber cuál era el color de los ojos de
esa diosa. Hoy en día no abundan las hierofanías, pero no porque no existan
sino porque no sabemos verlas. El rompimiento de gloria es el hilo que
une varias hierofanías, apariciones de lo sagrado en palabra acuñada por Mircea
Elíade. Algunas hierofanías son modestas, pero siempre sagradas: el resplandor
de una hoja otoñal al trasluz del sol o el sonido de un pequeño arroyo de
montaña.
--Usted estudió Derecho y se
percibe en su literatura su amor a la cultura clásica. ¿Cómo se “enganchó” a
ella?
Me enganché a ella precisamente
porque no me gustaba el Derecho. Además el bachillerato de entonces era
bastante bueno y se daban unos siete años de Latín y tres de Griego. Recuerdo
muy poco de lo que entonces aprendí pero me queda en la mente la impronta de
una cultura al lado de la cual la nuestra es mediocre. Para colmo, llegó el
cataclismo del Concilio Vaticano II, que arrasó la mayor parte de la belleza
litúrgica de nuestro acervo católico romano, y además mucho de la belleza
musical. Así es que más que engancharme me reenganché a algunas de las
principales raíces de nuestra cultura.
--
¿Es cierto como decía Borges que “todos somos griegos en el exilio”?
Sí, pero casi nadie se da cuenta de
su exilio. “La crema de la inteleztualidá” se lanza a la “insobornable
contemporaneidaz” con la fruición de una cerda en una charca.
--En belleza me ha traído a la memoria
“Madrid de Corte a checa” de Foxá, aunque no sean comparables ¿Qué opinión le
merece esta novela?
Me parece excelente. Pero la gran
novela de nuestra Guerra Civil es Una isla en el Mar Rojo de Wenceslao
Fernández Flórez. Es tan amarga que… Bueno, para qué hablar ahora de eso.
--¿Cómo va la
protección de la sierra de Guadarrama?
No muy bien. Ningún partido
político es sincero en sus declaraciones de amor a la Naturaleza, que llaman
medio ambiente. El sueño de cualquier alcalde, sea del partido que sea, es
benidormizar todo su término municipal, porque eso da dinero y significa
Progreso. Y también da votos, claro.
--Usted comenzó
por la narrativa breve ¿La ha dejado a un lado? ¿Qué ventajas e inconvenientes
tiene el relato corto respecto a la novela?
Pues sí, ahora que lo dice usted
recuerdo que hace muchos años que no escribo un cuento, como prefiero llamar
los relatos cortos. La ventaja de un cuento es que al describir una situación,
si se tiene habilidad, se puede iluminar el pasado y el futuro de los
personajes que están en esa situación, igual que un fogonazo puede iluminar
mucho terreno. El inconveniente es que el lector suele quedarse con hambre. Y
el autor también.
Memorias y antología de las cosas
--¿Qué
libro prepara ahora?
Estoy trabajando -y disfrutando- en
una suerte de libro de recuerdos de un lector, que entrevera memorias con una
antología de las cosas que más me han gustado, desde que aprendí a leer hasta hoy.
Me permitirá usted que oculte otros particulares, por superstición, por
prudencia y por pudor.
--¿Hay
una buena relación entre la diplomacia española y la literatura?
Sí, o al menos muy estrecha.
Mencionó usted antes a Foxá. Yo ahora no veo que ninguno de nosotros los
diplomáticos escritores nos podamos comparar con Foxá ni con Edgar Neville ni
menos con Juan Valera. Pero tampoco veo ningún diplomático escritor francés de
hoy comparable con Chateaubriand y ni siquiera con Claudel, Giraudoux o Paul
Morand.
--¿Qué
recuerdo más positivo tiene de su paso como director del Instituto Cervantes?
El haber tratado personalmente a
muchos escritores a los que había leído con admiración antes; el más simpático
y original de todos quizá Álvaro Mutis.
--¿Es
cierto que los hispano-americanos hablan el español con donosura y que los
españoles somos más zafios en su uso? ¿A qué se debe?
Sí, aunque quizá no en las grandes
ciudades, y en España pasa algo parecido: que tiene más sabor el lenguaje
anticuado de los pueblos que el pedante y hortera de las capitales. A eso se
añade un fenómeno bien estudiado por los filólogos y es que la lengua es más
anticuada y a veces pura en la periferia de un imperio que en su centro.
Ocurrió así en el Imperio Romano y aunque ahora no sabemos dónde está el centro
de la lengua española, puesto que nueve de cada diez hispanohablantes viven al
otro lado del charco, desde luego se habla mejor en Quito que en Madriz (sic)
o en Buenos Aires.
--¿Le
gustaría entrar en la Real Academia de la Lengua?
Le confieso que sí, pero sé que
nunca ingresaré.
--¿Cómo ve el futuro del español
respecto al inglés y el chino?
En cuanto al presente, el español
es la gran lengua internacional, el inglés es la gran lingua franca
global y el chino no es ninguna de las dos cosas. En cuanto al futuro, siempre
recuerdo el chiste que corría entre los sabios de los institutos de análisis y
previsión (think tanks) cuando yo trabajaba en uno: lo malo de trabajar
con bolas de cristal es que tiene uno que acostumbrarse a una dieta de cristales
rotos.
--Usted
ha participado en unas conferencias sobre el humor ¿Qué definición le convence
más?
La ironía es el pudor de los
modernos, dijo la mayor autoridad en la materia.
--¿Su
sentido del humor es cervantino o inglés? (lo digo por el origen respectivo de
sus padres)
Creo que mi sentido personal y
literario del humor tiende a disfrutar de elementos de autores muy diversos y
que escriben en varias lenguas, desde el maravilloso humor surrealista de los
comediógrafos y novelistas españoles de los años 30 y 40 del siglo pasado hasta
el brillante humor reaccionario de Evelyn Waugh.
--Frente
al “Noblesse oblige”,
Ortega y Gasset decía que en España “la nobleza desobliga” ¿Qué le parece esta
afirmación?
El retruécano es muy anterior a
Ortega. Ya Lope de Vega escribió en un precioso romance:
Que me obliga mi nobleza,
y aunque amor me desobliga
es fuerza que el honor venza.
Y creo recordar que Ortega también escribió algo así
como que el auténtico noble (¿o era el auténtico aristócrata?) no era quien exigía
más derechos sino quien exigía más obligaciones. Yo prefiero quedarme con esto.