Meir Margalit, historiador israelíMeir Margalit, pacifista
Julia Sáez-Angulo
Fotos: Teresa Vallés
27/4/22.- Jerusalén “Israel es una etnocracia, no una democracia”, “Si no podemos mantener el pilar ético moral y el de la justicia en que se fundó el estado de Israel, sin un régimen democrático, justo, ético y moral, Israel pasará a ser un régimen militarista más en el planeta. Si la ocupación de territorios y casas continúa, degeneraremos. Soy más patriota que los derechistas, porque quiero salvar al Estado de Israel de sí mismo. Dentro de Israel funciona una bomba de tiempo, que los pacifistas queremos desactivar antes de que sea tarde”, dice el historiador pacifista Meir Margalit en el transcurso de la entrevista llevada a cabo en el café Etz Sion (árbol de Sión), en el barrio de Arnona.
Meir Margalit (Argentina, 1952) es doctor en Historia Israelí Contemporánea por la Universidad de Haifa, desarrolla su actividad docente en el ONO Academic College, además de impartir conferencias y seminarios en distintas universidades europeas y americanas. Fue concejal de Jerusalén con el partido pacifista Meretz hasta 2014. Cofundador de una de las organizaciones de derechos humanos más destacadas de Israel, el Israeli Committee Against House Demolitions (ICAHD), ha sido asesor en distintos organismos de la ONU, como OCHA, UNHabitat y UNRWA y es actualmente director del Center for Advancement of Peace Initiatives. Considerado uno de los mayores expertos en el conflicto araboisraelí en Jerusalén, es autor de Discrimination in the Heart of the Holy City (2008), Seizing Control of Land in East Jerusalem (2010) y Demolishing Peace (2014). Asimismo, es miembro del consejo editorial de Palestine Israel Journal y de la revista española SinPermiso.
Comenzamos hablando de su próximo libro que en breve verá la luz y que se titulará algo así (no hay traducción al español todavía) como “Entre el olvido y lo recompuesto”. Es un libro de historiografía, en mi línea jerosolimitana, continuación de mi libro anterior hace cuatro años, sobre los emigrantes hebreos de Palestina al extranjero en la época del mandato británico. La historia oficial habla siempre de inmigración a Israel, pero hubo también una notable emigración en los años 1920 a 1948, además de los que no podían hacerlo por motivos económicos o legales y la situación se prolongó durante el primer decenio de la independencia en 1948.
Hagamos un poco de historia:
Grupos de inmigrantes judíos sionistas fundaron la organización terrorista Haganah en 1920. Entre de 1920 y 1921, muchos judíos y árabes murieron como resultado de enfrentamientos entre colonos judíos y los palestinos nativos de la región. Una serie de protestas contra la inmigración masiva se produjo a partir de 1936 y continuaron hasta 1939. El terrorismo sirvió para atacar a los civiles palestinos, desplazarlos y preparar el terreno para el establecimiento del Estado de Israel.
A partir de 1948, tras la creación del Estado de Israel, este país fuerza acciones militares, más bien provocaciones militares, con la intención de ampliar las fronteras, que la ONU le había conferido, principalmente frente a Cisjordania, Egipto y Siria. Ocupar tierras no es legal internacionalmente, por lo que se buscaron excusas como pretextos bélicos, sobre todo en 1956 con Moshe Dayan, que llevó a cabo la guerra de las Cien Horas en el Sinaí -bajo pretexto de que ahí se escondían terroristas-, en esta ocasión, de acuerdo con Francia e Inglaterra, porque Nasser de Egipto había nacionalizado el Canal de Suez y buscaban un gobierno títere. Rusia reaccionó enseguida y amenazó con la bomba atómica (¿les suena también de ahora?) y Estados Unidos exigió a Ben Gurión retirar las tropas del Sinaí en 48 horas. “Fue un éxito militar, pero un fiasco político. Dayan se dio cuenta de que la cosa no era tan fácil”
“Desde 1948, Israel busca condiciones bélicas para ampliar fronteras y ocupar tierras. Sus guerras no han sido de autodefensa, sino de ocupación”, declara el historiador Margalit, al que pregunto si no tiene miedo a decir estas cosas a contracorriente en su país y contesta: “No soy un superhombre, tengo mis temores, pero, dado que soy adulto, puedo darme el gusto de escribir y razonar este tipo de tesis y enfrentarla”.
Sabe Margalit que le han llamado “traidor” y con ello vive desde hace 40 años. “Soy más patriota que los que intentan ocultar la verdad. Ocultar es la razón de por qué repetimos como país las mismas actitudes, por no entender lo que hay detrás. Estamos repitiendo de forma obsesiva conductas militaristas, por ocultar los motivos reales que hay detrás de nuestras políticas. Confío en que aquellos que entiendan como se ha llegado a nuestros días, se replanteen las políticas militaristas, hagan una pausa y den cambio de dirección a la del Estado israelí de hoy”.
Le pregunto por la posición y actitudes de los palestinos y comenta:
“El mundo está hoy ya saturado de la política de Palestina e Israel. Son ya 70 años de guerra y está todo en el mismo lugar. Es un conflicto tan a largo plazo, que no quieren escuchar más de él. Es una cuestión de derechos humanos, pero las Organizaciones Internacionales, sobre todo europeas, van bajando su interés y ayuda en Oriente Medio, porque dicen que es un pozo sin fondo. Es tirar la plata, piensan. Por su parte los diplomáticos no le ven solución pronta y piensan que para que para qué invertir aquí energías”.
“Le voy a contar una historia que no había contado hasta hoy”, me relata Margalit: “En Argentina, Cristina Kirschner quería también tener protagonismo en Oriente Medio para “triangular” el cuarteto Rusia, Estados Unidos, Europa y Naciones Unidas. Creyó que Latinoamérica debiera estar presente en la situación y que iba a enviar diplomáticos que se implicaran a fondo. Nada de eso sucedió. Pregunté en su día al canciller Timerman por qué no cumplía las órdenes de Cristina K., y me respondió: “No voy a meter a mi presidenta en el pantano del Medio Oriente, que es un pantano en el que no interesa invertir energías para ahogarse”.
En el mundo vinieron después asuntos como las guerras de Siria, de Afganistán, los refugiados consiguientes y el Covid-19. El tema palestino ha quedado relegado a la escala más baja de los intereses europeos. No tenemos plata para ayudar más, dicen.
-Entonces, ¿es cuestión de plata?, pregunto.
-No solo. El tema palestino necesita sobre todo “presión internacional” para solucionar su situación y el mundo no parece tener hoy tiempo ni energías para un tema que les parece secundario.
-¿Qué soluciones aportan los pacifistas al conflicto árabe-israelí? ¿No resultan ingenuos por reduccionistas?
-Sostenemos la misma que desde 1967. Puede ud. llamarla ingenua con todo derecho. Pero no hay otra solución que acabar con la ocupación y devolver a los palestinos las fronteras de 1967, con ciertos arreglos “cosméticos” ante la actualidad. Si Israel queda con algunos barrios que fueron palestinos hoy ocupados por hebreos, cabe indemnizarles con la misma cantidad de territorio que queda en sus manos. La conquista no confiere derechos. Ahí están los hebreos israelíes y los árabes-israelíes de antes de 1948.
-¿Y no le entra pesimismo antropológico de vez en cuando?
-Muchos días me voy a dormir con la sensación de que todo puede estar perdido, pero no me puedo dar el lujo de ser pesimista a largo plazo. Tengo hijos y nietos, por un lado, y, por otro, está el futuro del Estado de Israel, que desaparecerá, si la ocupación continúa. Fue un Estado basado en varios pilares, si el ético-moral y el de la justicia de desmoronan ese Estado caerá. Sin un régimen democrático, justo, ético y moral, Israel pasará a ser un régimen militarista más en el planeta. Si la ocupación de territorios y casas continúa, degeneraremos. Soy más patriota que los derechistas, porque quiero salvar al Estado de Israel de sí mismo. Dentro de Israel funciona una bomba de tiempo, que los pacifistas queremos desactivar antes de que sea tarde. Israel es hoy una etnocracia, no una democracia.
-Pero Israel es el Estado gendarme de otros en Oriente Medio.
-Pues cuando nos miran como tal, no nos hacen ningún favor. Cuando Alemania nos vende submarinos, se está equivocando y yo lo hago saber. Lo que necesitamos es presión internacional para acabar con la ocupación. Ni submarinos, ni armas. Están equivocados.
-¿Y el tema de Jerusalén como capital de Israel y del Estado palestino?
-Aparte de los asentamientos en Cisjordania, en Jerusalén tenemos trescientos mil hebreos-israelíes en la parte occidental y trescientos mil árabes-israelíes en la oriental. Son por tanto equiparables en cada zona. No cabe evacuar a ninguno de ellos. En Jerusalén hay que implementar un modelo de división funcional y no territorial. No cabe dividir las partes con fronteras de muros, alambradas o postes de vigilancia. Solo cabe una ciudad unificada bajo un mismo techo, en la que habrá dos capitales, la de Israel y la del Estado palestino. Jerusalén sería una ciudad, capital de dos naciones. No hay precedentes, pero es la solución más disponible, dada la realidad geográfica y demográfica. La parte occidental sería la capital de Israel y la oriental, la palestina. Esto no quiere decir que no habrá también algún problema.
-A muchos palestinos les cuesta acreditar la propiedad de sus casas o tierras, porque no están inscritas en el Registro.
-Israel quedó bajo el dominio otomano y los documentos de las propiedades estarían en todo caso en Estambul o Ancara, donde resulta muy difícil, cuando no imposible, localizar los documentos otomanos de la propiedad, máxime en una lengua antigua. Además, muchos palestinos no necesitaban registrar sus casas o propiedades, porque todos sabían qué era de cada quién: “de tal árbol a tal pozo… era de tal o cual persona”
Lo que sí sabemos es que si Israel quiere una propiedad, buscará un pretexto para tomarla, ocuparla o expropiarla, con o sin derecho legal, o con leyes hechas a la medida de sus intereses, sin tener en cuenta la legalidad internacional, concluye Margalit.
-Para terminar como empezamos, con el tema de la emigración: hay israelíes, sobre todo jóvenes, que no soportan vivir en Jerusalén con esa tensión añadida y prefieren Tel Aviv o Haifa, más abiertas, incluso también los hay que desean abandonar Israel después de la experiencia…
-Los jóvenes, que tienen que dedicar tres años de su vida al ejército, los mejores de su vida, se replantean salir del país, emigrar con justa razón. Eso de estar tres años en el ejército no se da en ningún otro país. Todos los jóvenes buscan al menos otra nacionalidad fuera, sobre todo en Europa, en la medida en que tenga posibilidades de obtenerla. No hay ni una sola familia, que no tenga algún miembro que no haya emigrado de Israel. En mi caso, un hermano y un hijo. Lo veo normal si la situación no cambia en Israel y sigue en un continuo seguir combatiendo, con una guerra al menos cada diez años. Israel va a desparecer si sigue así…
-En el caso de sus hijos habrá influido la personalidad política del padre…
Sonríe y hace un gesto afirmativo.
-A mis hijos no les fue fácil vivir aquí, con un padre izquierdista y pacifista. Vivíamos en un barrio de clase media baja, que es más de derechas, que un barrio alto de lujo y eso no ayudaba. En los barrios de nivel más alto suele haber más izquierdistas.
Más información
https://nuso.org/articulo/la-insurreccion-ultraortodoxa-en-israel
** Mañana será la última crónica de Jerusalén. Una recapitulación del viaje.
Entrevista a Meir Margalit en Etz Sion, barrio de Arnona. JerusalénMeir Margalit, historiador
Meir Margalit, historiador