Julia
Sáez-Angulo
Demasiadas
putas quizás en los escenarios del Teatro Fernán Gómez. Que dos títulos
coincida con la palabra puta, produce hilaridad y confusión en los espectadores
que llegan a ver las obras: una, La puta
enamorada sobre el personaje de la Calderona, amante de Felipe IV y, otra Arte de las putas, Una historia de amor,
sobre el largo poema de Nicolás Fernández de Moratín, en una recreación de un
monólogo masculino. La dirección de la obra, presentada or el Teaxro del Temple, corre a cargo de Carlos Martín, obra
que permanecerá en cartel hasta el 8 de febrero.
El
monólogo tiene lugar en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, donde ha tenido lugar
recientemente otro monólogo de éxito de Beatriz Carvajal, que se repondrá el 8
de febrero. Los monólogos son signo de nuestro tiempo de crisis y escsez.
Ciñéndonos
a la segunda pieza Arte de las putas –de
la primera ya hicimos la crítica en este mismo medio- cabe extraer y subrayar
la idea de que en esa relación carnal de mancebía, el peor elemento es el
cliente, que utiliza y desprecia a la mujer que le ha servido a cambio de un
estipendio.
La putas
eran enterradas en lugar no sagrado y con esta idea juega el único personaje de
la obra, un chulo enamorado de Dorisa, una prostituta con la que establece todo
el arte del comercio de la carne. Son los clientes los que debieran haberse
albergado es esa tierra de ignominia, pero ellos, ¡pobrecitos! denostaban a las
mujeres públicas que ellos mismos iba a buscar, con hipócrita inocencia.
El texto
de Moratín, que no publicó en vida, un opúsculo-ensayo-conferencia- es un
pretexto o punto de partida para derivar el monólogo del actor por diferentes
derroteros. Utiliza parcial y esporádicamente el texto del origen del ilustrado
en esta lides. Un texto que sintoniza con el regusto a lo Rabelais, de una
línea literaria de sal gruesa que tiene sus recalados en alguna obra de Quevedo,
Espronceda o Camilo José Cela
José L.
Esteban da vida a la interpretación del chulo enamorado de Dorisa. Sin
histrionismo alguno se viste y traviste de personajes, clientes de las putas, y
lanza sus reflexiones sobre los distintos elementos que circulan por el
prostíbulo. El actor sostiene bien la obra.
Dos
observaciones quizás sobre el espectáculo: los monólogos suelen durar en torno
a una hora o poco más, y este se acerca a casi los noventa minutos. Si la
música acompaña con acierto al monólogo, la interpretación de la pieza final cantada
sobraría. El actor no es cantante y el dúo, con la voz femenina en off, se hace
ligeramente largo, cortando la dialéctica literaria de Nicolas F. de Moratín, a
la que se añaden fragmentos tomados de los fabulistas Samaniego e Iriarte, así
como del hijo del citado poeta, Leandro Fernández de Moratín.