jueves, 22 de enero de 2015

Ángela Reyes, autora del poemario “Fantasmas de mi infancia”



Ángeles Reyes



Julia Sáez-Angulo


         22.01.15 .- Madrid .- Fantasmas de mi infancia es el título del poemario de Ángela Reyes, que ha publicado  en Huerga & Fierro Ediciones. Unos versos dedicados “ a mi madre, que es del sur. Al sur, testigo de mi niñez feliz”.

         Ángela Reyes (Jimena de la Frontera. Cádiz, 1946), residente en Madrid desde los doce años, es cofundadora de la Asociación Prometeo de Poesía, de la que ha sido secretaria general desde 1980. Es viuda del Juan Ruiz de Torres, cofundador de Prometeo.

         El poemario de Ángela Reyes es un reconocimiento y homenaje a la madre, a las raíces sureñas, con el afecto de la sangre, con el mito del recuerdo y la preciosita transformación de la memoria en la distancia del tiempo y el espacio.

         Se ha dicho que la verdadera patria del hombre es la infancia; la de Ángela Reyes ha sido hermosa y valorada. Ella la cantado, siguiendo el aserto de que “sólo se canta lo que se pierde”. Una infancia vivida en espacio de sol y con afectos de personas que se aman, principalmente la madre, a quien dedica estos versos: tu cuerpo es un pueblito/ dormido tras la bruma de los amaneceres.

         En el prefacio del poemario Fantasmas de mi infancia, la autora señala: “alguien dijo que una infancia feliz sirve para toda la vida. La mía lo fue, a pesar de vivirla en tiempos de postguerra con sus consabidas estrecheces y con las heridas aún abiertas, por uno u otro bando. Al menos en mi familia hubo heridas en los dos lados”.

         “He escrito este poemario desde la nostalgia positiva, con olores, voces, rostros, nombres y rincones hallados en Granada. Gratos recuerdos vividos con mi amplia familia andaluza (gaditanos, jienenses y granadinos), en su gran mayoría mujeres de luto que olían a jabón “Heno de Pravia”: viudas matriarcas llenas de hijos, con la crucecita colgada al cuello y el cabello muy recogido en un moño, ni muy alto ni muy bajo, colocado en el centro de la cabeza, en perfecto equilibrio con sus penas y sus pensamientos. Las matriarcas de mi familia, viudas o no, valieron por todo un regimiento de infancia”.


        

         

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