Beato Carlos de Austria, Emperador y Rey
Julia Sáez-Angulo
5/2/22.- Viena.- Las iglesias barrocas de Viena, como tartas de nata son uno de los atractivos de la ciudad como continente arquitectónico y contenido artístico. La de San Carlos Borromeo está en la Karlplaz, al lado de donde reside mi anfitriona Mayte, no lejos de la Ópera, y es una de las más bellas de la capital austriaca, un templo barroco esplendoroso con doble torre tipo columnata y transparente espectacular. En ella me llama siempre la atención el cuadro de san Lucas pintando a la Virgen, con los ángeles que le sujetan el lienzo y la paleta con los colores. La Virgen María con el Niño Jesús está en lo alto y se refleja en paralelo en el retrato del pintor, pero curiosamente sin Niño.
El evangelio de san Lucas es conocido como el de la infancia de Cristo, por tanto, es lógico que muy cerca de esa infancia esté su madre, María. Y la tradición cuenta que san Lucas la pinta como nadie, de ahí la representación iconográfica referida, que se repite en otras iglesias y conventos del mundo.
En la iglesia de san Carlos se venera de modo especial la imagen en un retrato del último emperador de Austria, Carlos Habsburgo-Lorena y Sajonia (1887-1922), considerado Príncipe de la Paz en pro de la Europa Unida. Juan Pablo II lo beatificó en 2004, por sus grandes esfuerzos en promover la paz en vida. Cuando Carlos I alcanzó la Corona austríaca, encaminó sus esfuerzos para lograr recomponer militarmente su imperio y alcanzar un final a aquella contienda de la I Guerra Mundial, que tantas vidas había costado. Fue el único líder de los países beligerantes de la Primera Guerra Mundial que había recibido una formación militar profesional, y el que se mostró más compasivo con sus tropas.
Carlos Habsburgo se casó con Zita y su hijo Otto de Habsburgo trató de seguir y recordar los valores de los Habsburgo y cultivó la paz europea en sus escritos y actuaciones. Al humanista le gustaba recordar que, aunque austriaco de nacimiento, a Hitler no se le había permitido entrar en el Ejército Imperial y Real. El ejército alemán fue menos exigente.
Quizás el oficial de caballería y pintor Oskar Kokochka supo resumir como nadie los viejos valores de los Austria:
«El imperio de los Habsburgo, gobernado por el viejo emperador según el espíritu ilustrado de José II, no era un Estado ideal. Sin embargo, antes de la Primera Guerra Mundial, los juicios sumarios, la caza de brujas, la tortura, las ejecuciones públicas, las sentencias de muerte secretas, los campos de concentración, las deportaciones y las confiscaciones eran desconocidas allí; también lo eran el trabajo esclavo -Austria no tenía colonias- y el trabajo infantil. El antisemitismo era un delito punible».
También el escritor Stefan Zweig definió el Imperio Austro-Húngaro de modo clarividente: «La gente vivía bien, la vida era fácil y despreocupada en aquella vieja Viena, y los alemanes del norte miraban con cierto enojo y desdén a sus vecinos del Danubio que, en vez de ser “eficientes” y mantener un riguroso orden, disfrutábamos de la vida, comíamos bien, nos deleitamos con el teatro y las fiestas y, además, hacíamos una música excelente».
El político británico Anthony Eden, por su parte, descalificó de modo ignorante, los siglos de historia y glorias imperiales: «¿Qué es Austria? Cinco Habsburgo y cien judíos».
Lo cierto es que pudiendo dar un golpe de mano para restaurar su título de emperador -recuerda Cesar Cervera-, Carlos de Austria renunció a ello y publicó el 11 de noviembre de 1918 la renuncia de su dinastía en la Declaración:
«No he dudado en restaurar la vida constitucional y he abierto a los pueblos el camino de su desarrollo como Estados independientes. Tan lleno como siempre por una firme devoción por todos mis pueblos, no deseo oponerme con mi propia persona al libre gobierno. Admito por adelantado las decisiones que pueda tomar la Austria alemana sobre su futura conformación. Renuncio a toda participación en asuntos de Estado [...] la felicidad de mis pueblos ha sido desde el principio el objeto de mis ardientes deseos. Solo una paz interior puede curar las heridas de esta guerra».
El Imperio Austro-Húngaro había finiquitado.
En la iglesia de san Carlos Borromeo se venera con intensidad al beato Carlos de Austria y se ofrecen estampas de él en varios idiomas: alemán, magiar, georgiano italiano, francés, inglés...
No olvidemos que Carlos I de Austria (Karl Franz Josef Ludwig Hubert Georg Maria von Habsburg-Lothringen; en húngaro: IV Károly; Persenburg, Baja Austria, 17 de agosto de 1887 - Funchal, Portugal, 1 de abril de 1922) fue el último emperador del Imperio austro-húngaro y rey de Bohemia y Croacia, entre 1916 y 1918.
Iglesia de san Carlos Borromeo. Viena (Foto Carmen Palomero)