Julia Sáez-Angulo
29/6/19 .- junio .- Vive y anda
siempre rodeado de Meninas, bien sean las de la pintura de Velázquez en Madrid y
las de Londres o las de carne y hueso que revolotean en su derredor para beber
de su sabiduría artística. Las tiene de toda raza, color y estado civil:
solteras, casadas, viudas, separadas, o monjas, amén de hermana y sobrinas, por lo que le resulta fácil elegir la
más apropiada, para cada ocasión social: bodas, bautizos, banquetes,
inauguración de exposiciones, conferencias, discotecas... Las meninas reales lo queremos tanto, que no
sentimos celos entre nosotras y somos capaces de estar todas juntas con él sin
agredirnos, mientras la sabiduría brota por la boca del maestro.
Cuando yo he tenido el honor de
acompañarle, mayormente a lo eventos artísticos, siempre aparece una pléyade de
jovencitas, muchachas en flor, verdaderos bombones, que se le acercan para
saludarlo y venerarlo, recordándole que han sido alumnas suyas. Ellas le dicen
el nombre, él les sonríe y les dice que sí se acuerda de ellas, pero a mí
siempre me queda la duda de que así sea, por la cara que pone, porque es
despistado oficial, aunque también viejo zorro, y, sobre todo porque él siempre
ha estado rodeado de belleza y está acostumbrado a ella, por lo que no le
sorprende.
Matías no se casó, pese a haber sido
un guapo, atleta y asediado, porque es un hombre cabal y supo, desde muy pronto,
que él no estaba hecho para las disciplinas y rigores del matrimonio.
Matías Díaz Padrón (El Hierro, Islas
Canarias, 1934) historiador, profesor universitario, estudioso e investigador
en la Pintura Flamenca y conservador del Museo del Prado hasta su jubilación,
es un experto muy respetado en su especialidad y a él acuden los museos y
coleccionistas de todo el mundo, que cuentan con cuadros de Jordaens, Van Dyck
o Rubens, entre otros pintores flamencos, porque de ellos el profesor conoce su
vida y sus obras, desde la cuna a la sepultura. De esos tres autores citados,
el profesor Padrón ha escrito brillantes monografías publicadas por el
Instituto Moll, que son tres libros de referencia obligada. Ha descubierto dos retratos de Ambrosio Spínola, el del cuadro velazqueño de Las Lanzas y ha buceado como nadie en el Archivo del marqués de Leganés, casado con Polixena Spínola.
El profesor habla bajo para obligar
a sus interlocutores a escucharle con atención y cuando estos le dicen o hacen
señas para que levante la voz, obedece por breves instantes para volver a los
pocos segundos a su tono inicial. El Juan José Ojeda, buen amigo suyo, dice
que ha aprendido a leerle los labios y lo sigue perfectamente y si no, imagina
lo que dice y son capaces de conversar así toda una tarde.
Matías sabe que lo han calificado de inaccesible o de mal-encarado, y no lo comprende porque él se siente el ser más solícito del mundo, porque olvida sus accesos de cólera contra la estulticia.
Matías sabe que lo han calificado de inaccesible o de mal-encarado, y no lo comprende porque él se siente el ser más solícito del mundo, porque olvida sus accesos de cólera contra la estulticia.
Al profesor Díaz Padrón, le gusta
citar a sus amigos y amigas –véase el plural femenino utilizado al uso- en la
exquisita, minoritaria, reservada y decadente Gran Peña, en plena Gran Vía.
Allí se está de manera cómoda y silenciosa para poder conversar a gusto -y mejor oírle-, a la par que el ambiente
está bien refrigerado en verano y caliente en invierno. Además la Gran Peña no permite ordenadores y plaquetas en sus salones. Sus ujieres, como mayordomos
solícitos, recuerdan gentilmente que se deben apagar esos aparatos. Todo un
lujo de burgués que a Matías le encanta y también a los que nos hace partícipes
de la institución de la que es socio y lo tratan con veneración e inclinación de
cabeza, cuando llega y lo saludan por su nombre con veneración: ¡ Don Matías!
Galardones, los tiene todos, fundamentalmente por parte de los Países Bajos. En España, el más reciente: la Medalla de Oro Mayte Spínola por su trayectoria profesional como historiador del Arte y como investigador de la Casa Spínola.
Galardones, los tiene todos, fundamentalmente por parte de los Países Bajos. En España, el más reciente: la Medalla de Oro Mayte Spínola por su trayectoria profesional como historiador del Arte y como investigador de la Casa Spínola.
El profesor invita generosamente por
tandas a los amigos y recientemente nos juntó al ingeniero canario Juan José Ojeda y a los
periodistas canarios (Matías ejerce de canarión a todas horas) Federico Utrera,
experto en Galdós y Fernando Canellada Crespo, subdirector de La Provincia. Yo era entre ellos un
verso suelto, pero disfruté de su conversación sobre don Benito Pérez Galdós y
sus particularidades en el universo femenino, o su viaje por el norte de
África, de donde sacó material para su novela Aita Tettauen. Ojeda habló de la buena situación de la familia de
Galdós en Canarias, por sus pingües extensiones de tierras y empresas.
También hablaron del agua y su
importancia, porque J. J. Ojeda lo sabe todo sobre el agua, ya que dirigió el Canal de Isabel II y
está escribiendo una tetralogía mítica y literaria sobre el líquido elemento,
fundamental para la vida. De ahí se derivó al agua bebible que recogían los
canarios del garoé, conocido como til, árbol sagrado de los bimaches, antiguos pobladores de la isla
El Hierro, agua que recoge el garoé con su copa y grandes hojas, rodeada de nubes del que caen gotas de agua y de ella bebían sus habitantes. No olvidemos que la capital de la isla está situada
en lo alto, por encima de las nubes.
En suma una reunión de canariones
ilustres , mafia afectiva donde la haya, que saben y enseñan sobre su tierra, allá donde vayan.
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