Jurgen
Habermas analiza y critica en un ensayo la Constitución Europea
Julia
Sáez-Angulo
El filósofo y sociólogo
alemán Jurgen Habermas (1929) ha publicado un ensayo sobre la Constitución de
Europa que va precedido por un estudio de la relación entre los derechos
humanos y el concepto de dignidad humana en el que se muestra como la dinámica
combativa de indignación, nacida de las experiencias de vulneración de la
dignidad humana, impulwa la esperanza razonable de una institucionalización
mundial de los derechos humanos.
El libro, que ha sido publicado por editorial Trotta lleva
los siguientes apartados: El concepto de dignidad humana y la utopía realista
de los derechos humanos; La crisis de la Unión Europea a la luz de una
Constitucionalización del Derecho Internacional; Anexo.La Europa de la República Federal. El
ensayo añade un listado de la procedencia
de los textos
Todavía recuerdan mucho el debate y la tensión que hubo entre
los padres de la Constitución de Europa para debatir sobre las raíces
cristianas de Europa, en definitiva sobre la denominada cristiandad, reflejada
en la cruz de algunas banderas de países del norte. Laicistas beligerantes y
masones radicales como Varely Giscard d´Estaigne fueron contra esa idea y los
ciudadanos lo sintieron y registraron con una abstención brutal en el
reconocimiento y votación de la Costitución Europea, verbi gratia en España,
aunque el partido en el Gobierno quisiera vender la votación como mayoritaria,
si bien solo era el recuento de una asistencia mínima a las urnas. Francia no
la aprobó.
El papa Juan Pablo II, en su visita a Santiago de
Compostela, uno de los lugares referentes de peregrinación cristiana de Europa
dijo en su homilía certera, con palabras que hoy figuran junto al sepulcro del
Apóstol: “Europa sé tu misma, busca tus raíces cristianas…”
Algunos países como Suiza y Noruega han reaccionado en el
reconocimiento de la historia y raíz cristiana de sus países al prohibir la
presencia de minaretes islámicos ostentosos, pagados por países como rica y
autócrata Arabía Saudí, que no practica la reciprocidad de permitir la
construcción de iglesias en su suelo. Sólo exigiendo el principio de
reciprocidad, Europa podría protegerse de una falta de respeto a los derechos
de sus ciudadanos.
El ensayo de Jurgen Habermas merece la pena leerse, aunque
estos temas no los afronte con la claridad y valentía que merecen. La Unión
Europa del Tratado de Lisboa no está alejada de la forma de una democracia
transnacional, pues se inscribe en un proceso de juridificación y civilización
del poder estatal que posibilita la
creación de capacidades de actuación política más allá de los Estados
nacionales.
La crisis económica y del euro ha enfriado fervores
europeos, sobre todo en los países del sur. La falta de un Banco Central
Europeo con una regulación más extensa y la falta de fiscalidad común hacen que
la vertebración de los países sufra, pero los derechos morales y de libertad
religiosa, tan poco atendidos y combatidos por los laicistas beligerantes,
hacen de Europa una entidad no tan plausible como se quisiera. No es la vieja Cristiandad
y no olvidemos que los Estados Unidos nacieron de unos pioneros en busca de
libertad religiosa.