L.M.A.
El
profesor valenciano Francisco Pastor ha aportado su comunicación a la Tertulia
del Mediterráneo, TERTUMED, en Madrid, el siguiente texto sobre el escritor Vicente Blanco Ibáñez mediterraneista, como tema de
conocimiento y debate:
“Las
aportaciones que Blasco Ibáñez realiza en sus obras, susceptibles de ser
utilizadas en una tertulia en torno a la historia del Mediterráneo, se pueden
articular en las siguientes referencias: la novela Flor de Mayo, el
libro de viajes Oriente, que recoge el periplo que con
su compañera sentimental (posteriormente, su segunda mujer tras enviudar de
María Blasco), la chilena Elena Ortúzar (Chita), lleva a cabo por el
Mediterráneo Oriental, la escala en Egipto en su recorrido a través del mundo
en La vuelta al mundo de un novelista, la novela de las islas
Baleares, Los muertos mandan, y la más conocida –por su
adaptación cinematográfica por parte de Rex Ingram, con hallazgos visuales que
llegan a influir en la filmografía del genial Orson Welles- Mare
Nostrum, la segunda de las novelas de la trilogía dedicada por el
autor valenciano a la I Guerra Mundial.
Vayamos
por partes. A través de un análisis minucioso de la primera de las
obras citadas, Flor de Mayo, podemos reconstruir el espacio
vivido de los habitantes de los poblados marítimos de Valencia, el Cabanyal, de
principios del siglo XX. La acción de la novela, que fue escrita en 1895,
recoge las formas de vida de los marineros y pescadores valencianos, en sus
diferentes espacios operativos: el espacio de la pesca., el espacio del
contrabando, el propio pueblo del Cabanyal, la ciudad de Valencia, Argel,
África, el Mediterráneo. Blasco Ibáñez recogió con veracidad los espacios de
acción de sus personajes y, gracias a su popularidad, contribuyó a
crear y recrear entre sus lectores, las “imágenes de marca” de lugares próximos
y lejanos que, de otra manera, jamás hubieran podido éstos conocer. Con un
argumento sencillo, costumbrista sobre la vida marineras de los pescadores
valencianos, los celos entre los hombres, la envidia, la ruindad…estos vectores
sirven a Blasco Ibáñez para construir un vivido retrato no sólo de la sociedad
(valenciana) de su época, sino del espacio real donde esa sociedad vive.
Geografía urbana de la ciudad de Valencia, pero además geografía social: el
argumento de la novela se desarrolla en diferentes espacios que Blasco se
encarga de diferenciar clara y nítidamente. El Cabanyal de la época, poblacho
de gente del mar, clase baja y pendenciera, siempre al borde de la muerte; la
ciudad de Valencia, muy lejos del mar, física y socialmente. Una Valencia “moderna”
citada en la obra por sus fábricas, tranvías, mercados y tiendas, sede del
poder civil, distante y distinta. Argel, ciudad de promisión, peligrosa pero
excitante, rica, táctil, olorosa, africana, bien conocida por ciertos marineros
valencianos. El mar, las islas Columbretes, el viento de Levante, la Albufera,
el cabo de San Antonio, el terrible muelle de Levante y el arenal de Nazaret
donde tantos barcos acabaron. Son todos estos, al igual que los hombres y
mujeres que los habitan, protagonistas de esta inmensa obra pictórica, que es Flor
de Mayo.
“En el mar estaba el pan para todos; sólo que
algunos lo cogen negro y a costa de muchos sudores, mientras otros lo pillan
del más sabroso si tienen pecho para exponerse”. Esta frase del libro nos evidencia con claridad que un
viaje de contrabando exitoso desde Valencia a Gibraltar o Marsella o, sobre
todo a Argel, podía reportar a sus protagonistas unos beneficios que no se
conseguirían en años de pacífica y honrada actividad pesquera. El tabaco era,
sin duda, la más codiciada mercancía de los contrabandistas valencianos. Tabaco
que procedía de Argelia o de Gibraltar y era introducido en Valencia por estas
barcas de pesca en viajes de poco más de tres días. En la novela de Blasco se
describe minuciosamente uno de estos viajes, con destino al entrepôt (=depósito
o almacén de tabaco) de Argel.. La imagen que de Argel a finales del
siglo XIX (1895) nos es ofrecida en la novela de Blasco, con todo,
la podemos complementar con la Crónica de un viaje a la ciudad
norteafricana, que fue publicada por primera vez por entregas en el diario
republicano El Pueblo, fundado y dirigido en Valencia por el
propio Blasco. Una Argel, ciudad de promisión que, describe el autor, es a esas
alturas, para muchos españoles y sobre todo valencianos, que no la han elegido
sólo como el lugar para contrabandear, sino para asentar su existencia vital y
buscar allí un pan que les es negado en la España restauracionista …una
ciudad marcada por el lujo y la cultura francesa, para los españoles la ciudad
de la alegría y de la libertad (que niega el entramado creado por Cánovas en
España), del dinero y del comercio, destino favorito donde se puede trabajar y
vivir tranquilamente, la ciudad moderna y alegre, para los pobres pescadores
valencianos, la más bonita vista desde el mar, ciudad con un esplendor
extraordinario que sólo es comparable a las ciudades modernas de Francia…la
salida de quienes querían trabajar y mantener a sus familias., desplazándose a
esa parte del Imperio colonial francés, legal o ilegalmente. Otros
valencianos iban ex profeso a este dominio de la Tercera República para
enriquecerse, como es el caso de los contrabandistas de tabaco. En suma, el
dinero y la fortuna era todo lo que buscaban los valencianos (motivos
económicos), de manera legal (inmigrantes campesinos, trabajadores) o
ilegalmente (los contrabandistas). Blasco, a propósito, nos legó unas
inolvidables imágenes de esa espléndida ciudad de Argel, Argel la Blanca,
ciudad cosmopolita, mediterránea, crisol de culturas donde, según el autor se
hablaba “en el idioma híbrido de los puertos africanos, mezcla de italiano,
francés, griego y catalán…”, una ciudad mítica, imagen de la riqueza
(la que proporcionaba el contrabando) y el lujo (“apretaba los
labios con satisfacción cuando admiraban sus pendientes de perlas o los
pañuelos de Argel…”, una gran urbe a los ojos de los pobres marineros
del Cabanyal, acostumbrados a la pequeña y miserable aglomeración del Grao (=el
segundo de los poblados marítimos de Valencia, junto con Nazaret, Cabanyal y
Malvarrosa) y de su propio pueblo.. Ciudad africana, mediterránea, oriental y a
la vez tierra muy cercana para los españoles y los contrabandistas valencianos, “como
quien dice a la pared de enfrente de aquella casa azul y mudable que
tantas veces cruzaban como pescadores”, pero contrariamente, de
cultura y de costumbres diferentes. Los contrabandistas de tabaco, pescadores
en invierno, estaban muy organizados y estructurados tanto en el
lugar de origen de sus excursiones, Valencia, como en el depósito o
entrepôt de Argel. Era en verano cuando se intensificaban
sus viajes a la capital de la colonia francesa y, a veces, a Orán. Acordaban
hasta los más mínimos detalles de la aventura, como la cantidad de tabaco a
contrabandear, la forma de pago y cómo no, los cargadores, que hablaban casi
todos los idiomas del Mediterráneo y, desde luego el valenciano, conocido
también en Argel. Se hacía todo discretamente con rapidez y al máximo cuidado
para que nadie se enterara de la carga, sobre todo los guardacostas franceses, y
de hecho, desde el mar, la capital de la colonia era un lugar (ya)
tomado militarmente, donde los argelinos son constantemente vigilados. Viniendo
desde Valencia, en las proximidades de Argel se ven “campanarios, con
plataformas enormes; torres de fortaleza; castillos flotantes pintados de
blanco, toda una ciudad cargada de hombres…era la escuadra francesa del
Mediterráneo que navegaba haciendo evoluciones”.
Vicente Blasco Ibáñez
Ya en tierra firme, la Argel a la que Blasco
hace referencia es una ciudad dividida en dos partes bien
diferenciadas y a la vez opuestas: por un lado, la francesa, europea, moderna y
alegre; por otro, la árabe, africana y oriental, con aspectos de pobreza. Una
segregación social y humana en espacios geográficos diferenciados, con dos
grupos humanos, resultantes del propio hecho colonial, colonizadores y
asimilados (franceses e inmigrantes europeos instalados en esa colonia de la Tercera
República) y colonizados, dominados. Una parte europea con grandes bulevares,
jardines modernos, a la francesa y vida tranquila, y otra parte, de
plano urbano irregular, desordenado, sin planificación, con calles sinuosas,
plazas sin forma geométrica definida, con callejones sin salida,
calles estrechas y sin ornatos. Cabe afirmar que Argel reproducía la
diferenciación geográfica y social, de clases sociales diferentes de Valencia:
el barrio del Cabanyal (proletario, miserable, pobre) respecto a la
Valencia-ciudad burguesa, rica, urbana y floreciente: Argel se divide, social
pero también geográficamente hablando en los dos grupos humanos señalados, bien
distintos, a)franceses y europeos y b) árabes (argelinos). Esta separación está
bien reflejada en la manera de vivir y hasta en los aspectos urbanísticos. De
modo general, Argel aparece, pues, como ciudad bipolar, con un
cuadro mezclado de alegría, modernidad y esplendor pero también de miseria y
pobreza. Se puede afirmar, por tanto que tal como había dos Valencias, la
interior y la marítima, había dos Argeles en el mismo espacio
temporal y geográfico que, a su vez reflejaría dos clases sociales
enfrentadas, diferentes y diferenciadas. Marx no andaba lejos, a pesar de la
clara adscripción no marxista del novelista nacido en el Mercado central de
Valencia.
En la percepción de Blasco, Argelia, para la
mayoría de los españoles y valencianos, significa el país del tabaco barato que
genera fortuna y la zona de donde procede la seda de alta calidad (para las
mujeres, significa ello el lujo); un país vecino, cercano geográficamente pero
lejano socioculturalmente, cuyo lazo entre ambas orillas es el Mediterráneo,
mar que, desde el punto de vista económico, une más que separa. El mar es, por
tanto, fuente de riqueza y signo de bienestar, atravesarlo es para el español
el sinónimo de alejarse de la pobreza del Cabanyal natal y asegurarse un
futuro mejor. El Mediterráneo es el espacio generador de riqueza y
dinero para los pobres y de fortuna para los ricos. Es igualmente, la dimensión
espacial que separa las dos culturas, las dos sociedades y los dos pueblos que,
desde una perspectiva social, son divergentes. Argelia y España,
separadas por el Mediterráneo –geográfica pero también políticamente hablando-
se presentan como dos tierras contrapuestas: Argelia, africana, árabe, oriental
–aunque lo oriental en Blasco equivale a lo musulmán-; y España, europea,
cristiana con pasado árabe-musulmán. Con todo, la comunidad valenciana migrante
en Argel predominaba en la escena social; es decir, los valencianos se
intercomunicaban con los argelinos, se entendían bien y sin recelos. Esta
cercanía –de tipo social- había contribuido de manera notable a la
instalación de inmigrantes valencianos en la región de Argel, que se
comunicaban en el patois, compuesto de las diversas lenguas habladas en Argel,
donde no suenan dos palabras seguidas del mismo idioma. El valenciano también
predominaba en las calles, hablado mayoritariamente por los migrantes del País
Valenciano, agricultores, pescadores y labriegos, hasta el extremo de que para
los argelinos, el valenciano era la lengua oficial –única- de España, “y
cuando oyen alguna palabra se castellano, se quedan en suspenso, pensando si
será ruso o japonés”. Efectivamente, la facilidad de entablar
conversaciones y aceptar al otro con su lengua y su cultura facilita
la convivencia entre argelinos y valencianos, con trato amistoso y respeto
mutuo. Por otro lado, la vida cotidiana de los argelinos se asemejaba mucho a
la de Valencia: en el mercado árabe –por ejemplo- había la misma actividad
comercial que en cualquier mercado valenciano. De hecho, los valencianos
conservaban su manera de vestirse y su lengua, que hablaban en las
calles y en sus casas. Unos, sin regresar a su patria desde su llegada, otros
nacidos y crecidos en Argel, muchos asimilaban la cultura y la lengua francesa,
por necesidades del momento: “bien se adivina aquí la mano del
labriego valenciano, a quien la miseria hace emigrar”. No obstante, la
comunidad inmigrante valenciana estaba en el imperio colonial de la Tercera
República, en suelo argelino para conseguir dinero y vivir en la estabilidad
económica, la historia, la literatura les interesaban bien poco.
Con todo, el hecho colonial aparece
–descarnado, crudo- saltando a los ojos del lector a poco que fijemos la
atención en el texto. Se subraya a las claras la diferenciación desde una
perspectiva social, la división de Argel en dos partes y en dos categorías
sociales bien diferenciadas. Estas clases sociales también reflejan
geográficamente las dos áreas urbanas distintas. Existe una Argel rica, con un
estilo de vida moderno, una ciudad alegre, pacífica, tranquila, europea y
francesa, en donde la vida bulle: en los contactos personales en los cafés, en
las fiestas populares, los encuentros, los mercados o las fiestas privadas.
Pero por otro lado, para aquellos dotados de memoria fílmica, el otro Argel nos
revela, nos avanza …el de la guerra de independencia, el de 1960, el de la
guerra en la casbah retratada por Gillo Pontecorvo en La batalla de
Argel, o el recreado magistralmente por la dirección de Mark Robson en Mando
Perdido, y donde casi uno puede ver a (y escuchar el sonido de las
botas de) los paracaidistas de Anthony Quinn y de Alain Delon o Maurice Ronet
patrullando en las calles descritas por Blasco ...es el ambiente social de
Argel y de los argelinos, una sociedad aparte que no forma parte de la “otra”
sociedad de tipo europeo y de cultura francesa. Los argelinos, inmersos en su
mísera vida, sus costumbres , en sus barrios, pobres, de cultura
trabajadora (son pescadores y labradores), y no vivían la vida moderna como los
franceses, tampoco eran partícipes de la vida política; estaban, por el
contrario, excluida de la misma. Y Argel era para ellos algo así como un
inmenso cuartel, o como una inmensa prisión, donde se les vigilaba para que no
protagonizasen otra nueva revuelta anti-imperialista. Argel era una ciudad
tomada militarmente por tierra y por mar, y los argelinos, controlados mediante
diferentes cuerpos militares, guardias, policías, spahis, zuavos,
artilleros patrullando constantemente por las calles. Por otra
parte, Blasco no ataca el hecho imperial. En definitiva, Blasco Ibáñez estaba a
favor de la bandera tricolor francesa (símbolo de la redención que despertó a
todos los pueblos de Europa, afirma) en suelo argelino, considerando su
colonización un deber para la modernidad y la prosperidad del país,
y que la III República está para realizar los ideales en materia de derechos y
libertades de la humanidad.. Blasco, un buen observador y político, dio
más detalles sobre cómo Francia consiguió dominar a los argelinos, a los que
reconoce su “espíritu guerrero” y su fuerza, en tiempos pasados (el tema de la
piratería berberisca) y en el tiempo presente (los levantamientos en el
interior), llegando a dominar el Mediterráneo, que fue el “padre del mundo
que surcó la barca de Homero y vio retratarse en sus tranquilas aguas las obras
de las primeras civilizaciones”. Uno de los progresos que la “civilizada”
Francia desde los tiempos de Luis Felipe de Orleáns había conseguido, de hecho, a
cañonazos era el exterminio del poderío musulmán en Argel, la piratería, cosa
que merece un fuerte aplauso por parte de Blasco, y un cuestionamiento (lógico)
por parte de nosotros, los lectores anti-imperialistas.
BIBLIOGRAFÍA:
Se aconseja la profundización del estudio en
los artículos de Boira Maiques, José Vicente y La Llave Cuevas, Julio de,
“Geografía, espacio social e imágenes de marca. El análisis de “Flor de Mayo”,
de Vicente Blasco Ibáñez, en Cuadernos de Geografía, no. 43,
Valencia, 1988, pp. 83-105. De referencia inexcusable, el artículo de Latroch,
Djamel, “Argel en 1896, visto por el novelista Vicente Blasco Ibáñez”, en Hesperia,
culturas del Mediterráneo, no. 19 (2015), pp. 85-99. En el número tercero
de la Revista de Estudios sobre Blasco Ibáñez (Valencia, 2015),
editada por la Casa-Museo-Centro de Estudios Blasco Ibáñez, sito en la playa de
la Malvarrosa (Valencia), hay acertadas reflexiones sobre la más esencial de
las obras de Blasco Ibáñez acerca del Mediterráneo, Mare Nostrum, y
su conversión al lenguaje fílmico. Véanse los artículos, al respecto de Román
Gubern y Paul Smith. En el libro colectivo, En el país del Arte. Primer
Encuentro internacional Vicente Blasco Ibáñez. Literatura y arte en el
entresiglos hispoánico, Valencia, Generalitat Valenciana, 2000, se
leerá con provecho el excelente capítulo de Joan Oleza, “Fronteras interiores.
Los muertos mandan y los límites del naturalismo en la
obra de Blasco Ibáñez”, sobre otra de las novelas mediterráneas blasquistas .
Siempre resulta oportuno recordar al Jorge
Luis Borges que se autobiografía y se remonta a los tiempos en que dio clases
en las universidades de Texas y Harvard (Cambridge, Massachussets) y habla de
su costumbre de no dar a los universitarios estadounidenses bibliografía cuando
explicaba Literatura, sino remitir más bien a la lectura de los textos
originales. Permitásenos encomendarnos al extraordinario escritor argentino
cuando recomendamos esto mismo:
****Flor de Mayo, Plaza y Janés, Barcelona, 1978.
****Los muertos mandan, Plaza y
Janés, Barcelona, 1979.
****Oriente, Plaza y Janés,
Barcelona, 1980.
****Mare Nostrum, Plaza y Janés,
Barcelona, 1977.
Por último, una incursión al Séptimo Arte de
la mano del polifacético Rex Ingram, Our Sea (Mare Nostrum, Metro
Goldwyn Mayer, 1926). El espectador participará de una de las más bellas
adaptaciones de la obra de Blasco Ibáñez al lenguaje fílmico, y observará como
la escena del acuario de Nápoles, tan bien descrita por el autor en su novela,
cuando el capitán de un buque mercante, Ulises Ferragut vive su tórrido romance
con la espía de los Imperios Centrales Freya (trasunto de Mata-Hari) es luego
reproducida por el gran Orson Welles en la que es con mucho, la mejor película
dirigida por el de Kenosha (Wisconsin), La dama de Shanghai”.
( A Andrea y
Jesús)
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