Julia Sáez-Angulo
El
artista Tito Lucaveche ha presentado el gran libro sobre su obra, titulado Tito Lucaveche, en el que cuenta su
trayectoria dentro del género de la pintura naïf o ingenuista. En el volumen
hace una introducción E. Domínguez.
Tito
Lucaveche Moreno (Santiago de Chile, 1942), residente actualmente en Marbella, es uno
de los nombres más reputados en la pintura naïf en España. Su trayectoria es la
historia de una maestría y superación en el tiempo, que lo ha situado en la
primera fila de su género.
El
propio artista cuenta la génesis de su trabajo: “Todo comenzó en Madrid cierto
día de 1976, en casa de un amigo me encontré con todos los materiales, óleos,
pinceles, lienzos, etc… Estos me eran totalmente familiares por ser mi ehermano
mayor, hoy ya fallecido, un reconocido pintor. Pedro Lucavecky firmaba sus
obras”.
“Nada es
comparable a la sensación de pintar por pintar”, concluye el autor chileno.
La iconografía de Tito
Lucaveche recorre todos los registros temáticos, con cierto regusto por el
pasado, finales del XIX o principios del XX, con el art decó o nouveau como
referentes. Amor y humor se detecta en su pintura, llena de ironía.
Escenas domésticas
familiares que hacen sonreír, fiestas con multitudes abigarradas, palcos de
ópera o teatro, subastas de arte, carruseles de feria, procesiones, ferias,
gatos y otros animales, tiendas, prostíbulo, billares, pueblecitos, pistas de
patines…
El mundo se queda corto para
la representación de Tito Lucaveche, que desciende a los detalles y rincones
del ámbito representado, como si fuera una narración larguísima. Su dibujo es
ingenuo pero maestro al mismo tiempo; su color refinado y vivo a la vez.
Este artista chileno ha
descubierto su profesión de pintor – que llevaba en los genes- y ha esparcido
adlegría y sonrisas por doquier. Entre la comunidad artística de pintores naïf,
él es uno de los primeros y eso se sabe.
Los cuadros de Tito desprenden amabilidad e ironía. Presentan un mundo tranquilo y ordenado donde, a la vuelta de la esquina, detrás de una pared o debajo de una mesa, surge una sorpresa que rompe la aparente serenidad que muestran. Son los cuadros de la alegría (y el barullo)de la vida.
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