Manuel Martínez Remis
L.M.A.
02.05.11.- Madrid.- Manuel Martínez Remis (Madrid, 1911 – 1989), poeta
admirado y alabado, entre otros, por el catedrático de Lengua y Literatura
Federico Carlos Sáinz de Robles. El escritor vivía para la poesía y entre sus
libros se encuentran: El toro, la muerte
y el sol. Poemas taurinos. Prólogo de José María de Cossío; Cartel de toros; 19 cartas apasionadas;
Ángel rebelde; Versos de entonces; Retrato de desconocida y señal en el tiempo;
Amor, siempre y después o compañero
de viaje.
Su hija Carmina Martínez-Remis le sigue en la tarea de poeta.
POEMAS
Enfréntate
a la vida,
no
seas cobarde,
que
llega la mañana
como
un alarde
de
tu alegría…
Antes
de que sea tarde,
pequeña
mía…
***
¿No sabes que los años
pasan deprisa?
¿Qué hay cosas que no pueden
tomarse a risa?
Que tiene en tus dedos
la mariposa,
el carbón encendido,
la luz, la rosa…
Quema tus días con los dedos
humanos
antes de que tus manos
queden vacías…
***
GEOGRAFÍA DEL VIEJO MADRID
Madrid es en mi vida como una
vieja noria
que fue vertiendo sangre en
cada cangilón...
Antiguo calendario, que ya va
siendo historia
y en sus última fechas me roba el
corazón.
Madrid tuvo una hermosa y rara
geografía
que está esperando el atlas que describirla
sepa.
Barrios de mar y monte, de cumbre,
de bahía,
cordilleras de casas con asfaltos
de estepa.
Había un Madrid de playa, gracioso
y veraniego,
los Altos del Hipódromo entre julio
y agosto,
y un Madrid disfrazado de población
manchega
por las Cavas, imperio de la mula y
el mosto.
Madrid tuvo una lírica y enorme
poesía
que aún espera al poeta que la sepa
cantar.
Marcha triunfal de luces al cruzar
la Gran Vía,
sueños de río loco para un puerto
sin mar.
Había un Madrid de “tascas”, sucias
de madrugada
que cruzaba el Viaducto con su capa
de bohemia,
y una ciudad tranquila, ortodoxa y
callada,
viva entre los Jerónimos y la Real
Academia.
Otro Madrid plural, social, confuso
y vario,
Carabanchel, Vallecas... que vuelto
del revés
se hacía alegre, vivo, garboso y
perdulario
por las calles torcidas del castizo
Avapiés.
Era un Madrid distinto, que desde
lejos miro,
que me aprisiona el alma con
diferentes redes.
Aún suena por las verdes frondas
del Buen Retiro
el romance del corro de la Reina
Mercedes.
Por los altos del Viso era
ciudad-colmena,
rodeada de llanura, cemento de
desierto.
Cantaba en los “colmaos” de
Echegaray su pena
y era, en Puerta de Atocha, una
ciudad de puerto.
Bailes en la Bombilla, agua de
Cabestreros,
cines al aire libre, churros con
aguardiente
y el musical desfile de los
alabarderos
con mi niñez jugando en la plaza de
Oriente.
Aquel primer suspenso con la
primera novia,
que el amor con la ciencia siempre
anda en desafío,
y el Puente de Toledo, y el Puente
de Segovia
despidiendo a los peces de un
“aprendiz de río”.
Madrid cambió del todo, se hizo
cosmopolita,
almacén de ciudades en la sola
ciudad,
continente de acentos, vertical,
infinita,
borracha de sonidos, parca de
soledad.
Madrid era un tratante que me
prestó la vida
y ninguna moneda por ella le pagué.
Me dio una carne en triunfo y una
voz encendida
y un horizonte turbio de espejos de
café.
Madrid, quiero pagarte, que deber
siempre es triste.
En el trato conmigo tenias que
perder.
¿Te acuerdas de la carne triunfal
que tú me diste?
¡Mira qué viejo barco te voy a
devolver!
(de Compañeros de viaje.
Segunda antología poética, Madrid, 1989)
BALANCE
Le debo a la vida todas estas
cosas:
las manos sinceras que he
desconocido,
el tiempo perdido, las caras
borrosas
que me acompañaron y he dado al olvido.
La vida me debe los amigos muertos,
las conversaciones bruscamente
rotas,
una geografía llena de desiertos
por donde cabalgan todas las
derrotas.
Le debo a la vida llevar en la
frente
enredado el hilo de mis
pensamientos,
el fango que a veces lleva mi
torrente
y ese polvo sucio que enturbia mis
vientos.
La vida me debe la paz y la pausa,
la soledad pura y el silencio
lleno,
el espejo donde reflejar la causa
por la que camino sin brida y sin
freno.
Le debo a la vida esta loca
andanza,
esta adolescente sed por la
aventura.
La vida me debe toda mi esperanza,
todo mi entusiasmo, toda mi
ternura....
Le debo a la vida los versos no
escritos,
el amor no amado, la fe no sentida.
La vida me debe tantos infinitos
que, para vivirlos, es corta la
vida.
(de Señal en el tiempo,
Madrid, 1986)