L.M.A.
En ninguna parte consta
que J.R.R. Tolkien tuviera el menor vínculo profesional o académico con el
mundo del Derecho, ni en su vida real ni en su vida literaria. Obviamente, en
el transcurrir de sus años se casó, pagó impuestos, formó parte de la
plantilla de varios Colleges y Universidades, participó en la tediosa tarea
de reformar un plan de estudios, realizó compraventas, pagó multas de
tráfico, formó parte del Ejército británico, negoció contratos de edición con
casas editoriales… pero nada más allá de la existencia ordinaria de una
persona ajena al mundo de las leyes.
La fuerza de la
subcreación en su obra, sin embargo, provocó que el Derecho llegara a la
Tierra Media. Cómo hacían testamento los Hobbits, de dónde surgía la
legitimidad de los Senescales, cuál era la moneda de curso legal en Bree, la
posibilidad para un Elfo viudo contraer segundo matrimonio, el sistema
mercantil de los Enanos, la potestad disciplinaria del Señor Oscuro… Son
todas ellas cuestiones que van surgiendo en el camino hacia el Orodruin,
ciertamente al borde del sendero, pero contribuyendo al colosal paisaje de
Arda.
En definitiva, el gran
mundo de la Tierra Media se abre ante nosotros, para recorrerlo con los ojos
del Derecho, analizando todos esos aspectos jurídicos que Tolkien fue
sembrando en su obra, sin ser consciente de ello. Y es que no cabe duda de
que lo jurídico halló su acomodo en el Legendarium tolkeniano. Al crear el
inmenso catálogo de sociedades que pueblan Arda, hacía bueno de forma
inconsciente el dicho clásico: ubi societas, ibi ius; allí donde hay
sociedad, hay Derecho.
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