Obras de M. Luisa Valero
Julia Sáez-Angulo
18/10/18 .- MADRID .- Cuando nació
era una bebé tan bonita que su padre decía a toda la familia que era una
cuquita preciosa, de ahí que familiarmente se la llamara Cuqui desde el primer
día de su nacimiento. De las tres hermanas Valero, ella era la más guapa con
diferencia. De joven dicen que se parecía mucho a Claudia Cardinale, algo que
no entiendo, porque siempre ha sido rubia, monísima y las monjas de su colegio
la elegían cada invierno para hacer de Niño Jesús en las representaciones y
autos sacramentales de Navidad.
María Luisa Valero y Espinosa
(Madrid, 1948) era una alumna aventajada en dibujo y pintura en el colegio de
monjas, artes que cultivaba y que le llevaron sin ninguna vacilación a estudiar Arte en el Instituto de Artes Decorativas de España, IADE, de Madrid. Al tiempo, ella lucía sus aires de chica simpática y
sociable, junto a su estampa de chica guapa y estilosa, a la que se le amontonan admiradores y pretendientes en la
puerta de su casa. A su padre, el abogado don Antonio Valero, buen observador,
no se le escapaba el éxito de su hija y sabía quien era cada uno de los amigos que
revoloteaban en su entorno –casi siempre exóticos. Cuando la llamaban al teléfono
– de aquellos que estaban en medio del pasillo en los años 70, y se enteraba
toda la familia de lo que hablaba y el padre lo cogía, le avisaba:
“Cuqui, al teléfono el teutón”, se
refería al amigo alemán; “Cuquí, te llama Mustafá”, cuando era el amigo
estudiante marroquí; “Cuqui, al aparato el bizantino”, si la llamaba el
amigo griego o búlgaro, o yo que sé… Vistas así las cosas, Cuqui, después de
terminar Bellas Artes, acabó casándose con un ingeniero austriaco y fue llevada
a Austria por su cónyuge. El país centroeuropeo y sus costumbres la
entusiasmaron. Allí fue feliz viendo paisajes boscosos y alpinos, con una
familia política encantadora, sobre todo su suegra, con la que se llevaba muy
bien y a la que todavía visita cada año –ahora en su tumba- porque se adoraban.
Cuqui ha tenido dos hijos que son muy educados y están bien situados ; cuando
se lo reconozco, me replica: “Eso no se improvisa; tiene toda una labor detrás”.
Ellos, al igual que su hermana Carmen, están muy pendientes de su madre, sobre
todo desde que le dio un jamacuco.
Cuando volvieron a España, María
Luisa Valero se dedicó a la docencia de dibujo y el arte en general en un
Instituto de Enseñanza Secundaria. La docencia siempre viene como base y
auxilio de los artistas. Claro que ella vuelve a Austria cada verano, donde se
cita con un grupo de colegas que exponen conjuntamente al final de su
prolongado encuentro estival. Hablar alemán le estimula.
Dejando esta historia personal medio
real y medio fabulada, lo que interesa es el arte de Cuqui, que se fijó con
pasión en la Naturaleza como maestra de de belleza y perfección. Por más que se
pinte con manierismo de formas o abstracción, un artista siempre ha de volver a
la Naturaleza para hacer mano y recobrar la realidad, aún sin caer en el
realismo. El profesor Joaquín de la Puente, director del Casón del Buen Retiro, la elogiaba siempre. Fue socia fundadora
del Grupo Alameda y es miembro del Grupo pro Arte y Cultura. Un centenar de
exposiciones, dentro y fuera de España, jalonan su trayectoria artística.
La pintura de María Luisa Valero es
figurativa, realista, y se sustenta sobre todo en un dibujo preciso y firme.
Los árboles, ramas, hojas y fragmentos de troncos rugosos constituyen una serie
muy interesante de su obra, que ha expuesto en diversas ferias y ámbitos, entre
ellos, FAIM o la sala de exposiciones Nicolás Salmerón. Recientemente ha expuesto
en Londres, de la mano de la galería Eka Moore, dirigida por Pilar Segarra y
Vicente Heca, buenos amigos.
Mujer sociable y simpática de
verdad, enseguida toma las riendas de cualquier conversación o encuentro, como
yo la he visto “ser y estar” con el acuarelista Antonio Cano en Blanca. Murcia,
o en Archena o en Collado Villalba… Lo suyo es un don que se prolonga en sus
facultades de demiurgo, porque ella tiene poderes curativos en las manos y de
hecho consigue resultados asombrosos cuando las impone en enfermos físicos o
morales, recientemente con una japonesa. Su hermana y yo, contemplamos atónitas
el bien y la calma que deja en los otros su unción de manos. Algunos quieren
que repita el ritual siempre silencioso y sin palabra mágica alguna, pero Cuqui
le explica que solo se hace una vez sobre la misma persona, porque imprime
carácter. Alguna persona le ha querido compensar sus servicios, pero ella
responde muy seria y solemne: “el día que yo cobre por este don de mis manos,
que Dios me ha dado, dejaré de tenerlo”. Carmen y yo, racionalistas y escépticas
en estos menesteres, la miramos y
escuchamos calladas sin salir del
asombro.
Cuqui es un ser muy original que,
además canta y toca la guitarra y es capaz de animar cualquier reunión. Pronto
dará un recital para personas mayores de una residencia en la Fundación Esther Koplowitz que dirige Enrique Revuelta.
Volviendo a su arte, que es lo que
interesa de verdad, solo cabe decir que María Luisa Valero es una dibujante
excepcional y pintora rigurosa, que halla en la Naturaleza, la belleza y
perfección perseguida por todo artista. ¡Ah!, lo olvidaba: ella ha pintado como nadie la isla canaria de El Hierro con toda su textura, fuerza matérica y volcánica. Su hijo trabajaba allí como controlador aéreo.
Cuqui toca el piano y seduce allí donde interpreta.
Cuqui toca el piano y seduce allí donde interpreta.
Más información
http://mlvalero.blogspot.com/
como pintora es espectacular como persona una arista
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