-->
l.m.a.
23/11/18 .- MADRID .- Ha tenido lugar una charla-conferencia,
dirigida por Sara Zambrana, en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, y participa en el programa “Madrid te acompaña.
Frente a las soledades Urbanas” con un conjunto de actividades con el que se
busca contribuir al profundo cambio en el tratamiento de la soledad, aquella
tan propia de las grandes metrópolis.
El ciclo está especialmente vinculado con la colección
del citado Museo, que comprende desde
principios del siglo XX hasta nuestros días. Alberto Reguera que tiene una obra
en permanencia en este museo, denominada Aéreas
Visiones, (1998), después de sus viajes a Noruega. En su intervención habló
de:
“la soledad y la capacidad de
aislamiento tan propia del proceso creativo, a la soledad y la intimidad
compartidas en los centros de grandes ciudades como Madrid, Paris o Hong Kong.
Del viaje interior, capaz de producir paisajes abstractos y evocadoras
atmósferas, al viaje exterior, ese que siempre se guarda en la memoria y al
que se puede acudir sin importar donde se encuentre uno. También sobre la
firme vinculación con la ciudad aunque sean tan escasas las posibilidades de
evolucionar y las circunstancias indiquen que no hay lugar para ti, o acerca de
la empatía a pesar de no compartir un mismo lenguaje. De todo ello se habló en
el encuentro con el artista Alberto Reguera el pasado martes 20 de noviembre.
Esta visita se enmarca dentro de Expresar lo invisible, ciclo de
actividades formativas y culturas que el Museo de Arte Contemporáneo, que ha
organizado para sumarse a la iniciativa del Ayuntamiento de Madrid para
reflexionar y combatir una de las grandes enfermedades de nuestro tiempo, las
soledades urbanas.
Desde el Museo, con el fin de
contribuir a la redefinición y al profundo cambio en el tratamiento de la
soledad, se ha creado un programa en el que se recorren las muchas y distintas
soledades a través de itinerarios selectivos por las vidas y obras de los
artistas.
Diálogo con la Colección del Museo
El programa está especialmente
vinculado con la colección del Museo (que comprende obras desde inicios del
siglo XX hasta nuestros días), pero también con otras manifestaciones de la
creación contemporánea. Incluye cursos formativos, encuentros, visitas
comentadas al almacén y las exposiciones del Museo, y un particular cine
fórum.
Alberto Sánchez, el joven Salvador
Dalí, Pablo Ruiz Picasso, Delhy Tejero, Díaz-Caneja, Manolo Millares, Isabel
Quintanilla, Amalia Avia, Lucio Muñoz, Eduardo Arroyo, Darío Villalba, José
Manuel Ballester, Alberto García-Alix u Ofelia García... nos descubren
soledades no deseadas, asociadas con sentimientos como el aislamiento por el
dolor, el abandono, el desarraigo o el desengaño, pero también aquellas otras
soledades elegidas y placenteras, como la de la creación, la ficcional, la de
la intimidad del hogar o la de aquello realmente vivido e interiorizado en la
ciudad. Y dentro de estas últimas, más simbólicas y misteriosas también, se
sitúa la intervención de Alberto Reguera.
En este encuentro el propio artista
explicó lo mucho de solitario pero también de urbano, que caracteriza a su
proceso creativo. Aislado en su propia espiritualidad por medio de esa gran
capacidad introspectiva, sorprende coomo Reguera crea su particular
abstracción lírica desde sus céntricos estudios de Madrid y París, a los
que se sumó por un tiempo otro más en Shanghai.
Contó Reguera que la música es una
de sus grandes aliadas para abstraerse y crear una especie de atmósfera de
vacío, y empezar a pintar, expresar precisamente lo invisible, lo que acoge en
su interior, lo que casi es inefable, pues no puede ser explicado con palabras:
“mis cuadros son como una ventana...en la que yo soy el paisaje que tú estás
viendo”. También logra trasladarse a esos campos castellanos natales, “mares
de trigo”, y a esos otros impresionantes paisajes nórdicos o australianos que
tanto le fascinan, lugares donde más claramente encuentra su mensaje
estético. Viajes interiores, desde el ruidoso centro urbano de grandes
capitales. Asimismo, viajes exteriores, que el artista fotografía y rememora
desde el refugio que representa su estudio.
Esta búsqueda de belleza de Reguera
está relacionada con la larga tradición del género del paisaje que nos
conduce hasta la abstracción y que tiene entre sus referentes desde los
maestros antiguos chinos, Van Ruisdael, Patinir, Turner, Monet o Rothko, hasta
Canogar (con quien tanta vinculación tuvo Reguera y con quien llegaría a
exponer en la colectiva Relevos en el
año 2002).
Calidades matéricas
En la obra de Reguera están muy
presentes las cualidades matéricas, la importancia del gesto pictórico y su
relación con el espacio. De ahí que la fisicidad sea tan importante a la hora
de apreciar su trabajo, donde las capas pictóricas son trabajadas desde la
veladura, el grattage y el frottage (raspado, barrido), el dripping (goteo) o
la introducción de pigmentos en polvo rociados por la pintura aún húmeda.
Tensiones, desgarramientos, derrames, brochazos o movimientos que crean
texturas con las que llega a la sublimación de la materia y a esa belleza
atemporal, a veces serena, otras veces violenta.
Uno de los aspectos más
interesantes del encuentro fue comentar cómo su obra ha ido expandiéndose y
evolucionando en un largo camino que le ha llevado del lienzo a las calles de
la ciudad.
Este viaje se inició con la obra del
Museo, Aéreas Visiones (1998), una
pintura realizada en un primer punto de inflexión de su trayectoria: “tras el
viaje a Noruega, en 1997, que me fascinó, fue cuando cambió mi manera de
pintar, volviéndose menos violenta y más sutil, también pasaron a unirse
cielo y tierra, ya sin horizontes, cubriendo todo el paisaje”. También
introdujo esos pigmentos en polvo minerales, creando “pantallas de partículas
en suspensión o cascadas” que, como señaló Guillermo Solana recuerdan a esos
rayos de luz que traspasan las partículas de polvo suspendidas en el aire: un
“vuelo onírico, en ese medio vasto, fluido y profundo que nos envuelve”.
Con ese
afán por sobrepasar los límites, por extender los paisajes y asimismo cuestionar
el soporte tradicional, desde mediados de los 2000 Reguera llega por un lado, a
sus pinturas expansivas, y por otro, a sus “pinturas-objeto”. En las primeras
hay como una suerte de huida de la pintura que sale literalmente del cuadro y
se expande hacia el exterior. En este sentido, cabe destacar que pudimos ver
fragmentos de la acción pictórica en vivo que realizó el artista en la
Capilla Auditorio del Museo Esteban Vicente (Segovia) –museo donde se celebró
su primera gran retrospectiva en España en el año 2016. Por su parte, las
pinturas objeto nacen de un aumento del tamaño de los cuadros, cada vez más
anchos y pintados por todos sus lados, incluida la parte trasera, con lo que
llegó también a crear instalaciones. “El propio espacio –contó Reguera– se
volvió un elemento pictórico más”.
Su obra ha acabado por invadir
distintos espacios colectivos y públicos, como el City Hall de Hong Kong
(2010), el CEIBS de Shanghai (2012), en un edificio realizado por el arquitecto
I. M. Pei, la Place du Louvre en París (2012) dentro del Festival
Internacional de la Diversidad Cultural (UNESCO), o las más recientes
intervenciones en los escapara- tes acristalados de galerías, como la
realizada en Karin Weber de Hong Kong (2018).
El arte
de Reguera se sitúa en los centros de las ciudades, donde tanto se revelan las
soledades urbanas y donde el arte contemporáneo puede ser un maravilloso
vehículo para fomentar los vínculos sociales e incluso afectivos entre sus
habitantes y sus ciudades. Cumplir esa máxima que defiende que “la ciudad es
de sus habitantes” y, además, romper las barreras y acerar dos mundos que
tendrían que estar mucho más unidos: el de la creación contemporánea y el
de la vida urbana actual.
En los
años 80, cuando en el ámbito nacional triunfaba la figuración o una
abstracción más expresionista, la mayoría de colegas o profesionales del
sector cultural le recomendaron a Reguera marcharse definitivamente de
España, de Madrid, puesto que su obra interesaba mucho más en el extranjero.
Frente a muchos otros españoles que se ven forzados a emigrar y después
sufrir ese desamparo, nostalgia o incluso desarraigo, Reguera siempre
mantuvo, y a día de hoy continúa manteniendo, los vínculos con Madrid y su
firme confianza en el país. Al mismo tiempo logra mantener un contacto muy
estrecho con París, Londres y varias ciudades de Asia, donde tan bien se ha
recibido y valorado su obra en lo que llaman los especialistas su “andadura
asiática”. De esta forma terminamos nues- tro encuentro con Reguera,
comentando la situación actual del arte la cual tiene, como las distintas
soledades, lados más oscuros y pesimistas junto a otros más esperanzadores e
ilusionantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario