viernes, 10 de enero de 2020

Francisco Lezcano Comendador.EVOCACIÓN DE UN BISABUELO en Las Palmas de Gran Canaria


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Por Víctor Morales Lezcano

10/1/20 .- Las Palmas .- El autor de esta breve memoria confiesa lisa y llanamente que, desde hace tiempo, casi inmemorial, le venía merodeando la intención de ponerse a redactar las páginas que siguen. Todas estas se centran en la persona de alguien que se llamó Francisco Lezcano Comendador, nacido en el pueblo toledano de Cabezamesada el 21 de enero de 1850, y que vino a fallecer un 27 de abril de 1932 en Las Palmas de Gran Canaria.
Desde pequeño oí mencionar, por parte de algún que otro miembro de mi familia, al “abuelo Paco”; o sea, a Francisco Lezcano Comendador, personaje de esta memoria, que resultó ser mi bisabuelo por vía materna. De tal modo que las referencias a mi bisabuelo Lezcano corrieron casi siempre la suerte de ser evocadas, que yo recuerde, por mi inolvidable tía Carmen y mis primos segundos, Ricardo y Pedro [1]. Fueron ellos quienes consiguieron que se depositara en el baúl de mis  recuerdos el nombre y una cierta, aunque difusa, imagen, de un bisabuelo que, como le sucede a un acervo numeroso de vivientes desde que el mundo es mundo, jamás conocí, sin serme, sin embargo, memorísticamente ajeno.
Aquí y ahora, envuelto por el paisaje de Tafira Alta, del Monte Lentiscal, y de la Atalaya de Santa Brígida, he venido a ejercitar mi inclinación para redactar sobre el remoto bisabuelo que nunca conocí, como si me encontrara prisionero de una fijación asumida por mí con voluntaria obediencia.
II
            ¿Quién fue realmente Francisco Lezcano Comendador? ¿Qué dicen de su trayectoria, no solo las menciones que de su persona oí en boca de mi tía y de Ricardo y Pedro Lezcano, sino también los datos que recoge la hoja de servicios prestados por el teniente coronel del arma de caballería que resultó ser mi bisabuelo materno? [2]. ¿Cuáles fueron los pasos dados por su persona desde que vino al mundo en un pueblo de la España profunda, en la madrugada de un frío 21 de enero de 1850? ¿Qué pasos lo condujeron, en el transcurso de su desenvolvimiento militar, desde que se alistó como soldado raso en las filas del ejército español, que venía defendiendo desde 1833 la causa de Isabel II y de una nación europea históricamente venida a menos, pero empecinada en combatir contra la opción del ejército carlista, que apoyaba la candidatura de don Carlos María Isidro de Borbón[3] al trono de España?
            Es necesario esbozar en esta memoria el marco referencial, puesto que, en su defecto, de poco valdría recorrer la trayectoria de un joven soldado quinto de artillería, cuando a sus 20 años inició una carrera militar que durante, “treinta y nueve años, siete meses y un día”, culminó con su ascenso (por antigüedad) al grado de teniente coronel de caballería en 1909.
            Se impone recordar en este inicio de 2020 que, casi coetáneo de Francisco Lezcano Comendador, fue un joven canario llamado Benito Pérez Galdós, trasladado a la Península para iniciar sus estudios de Leyes en la Universidad Central de Madrid y que, como escritor, publicó en 1870 en la Revista España la primera de sus novelas (La fontana de oro). Galdós, como es sabido, captó de manera detallada, ya fuera a través de los Episodios nacionales o de la saga de su producción literaria, los vaivenes político-sociales de un país atrapado en la irresolución de su destino durante el siglo XIX, un siglo atravesado por la pérdida de un imperio en Ultramar y por tres guerras dinásticas, que solo remitirán en sus diversas secuelas a finales del siglo XIX. [4]
            Como se podrá comprobar a la vuelta de este inserto galdosiano, el escenario insular de Canarias desempeñó un papel de bordo en la vida de Francisco Lezcano Comendador al ser destinado al escuadrón de cazadores de Gran Canaria en 1905. Aquel destino de oficio significó un auténtico viraje en su dilatada existencia.
                                                                      III
            Y, como tramo final de un recorrido militar (en noviembre de 1909), que culminó con la jubilación de un honesto servidor de la frágil causa constitucionalista de la nación, se le otorgó por sus méritos la condecoración de la orden militar de San Hermenegildo a un hijo del pueblo toledano de Cabezamesada.
            Ahora bien, este bisabuelo, del que algo oía yo comentar durante mi infancia y adolescencia, vino a “aterrizar” en un paisaje archipelágico habitado por la población resultante de cinco siglos de pertenencia a la España insular, como fue el caso de las islas baleares, colocadas en la geografía del Mediterráneo occidental. La lenta y discontinua construcción del Estado liberal español en tierras peninsulares obligaba a los candidatos a integrarse en la función pública y en el ejército a ir aceptando diferentes destinos marcados por los correspondientes servicios administrativos. Fue eso lo que ocurrió con el bisabuelo Lezcano Comendador, cuya genealogía se remontaba a una familia que vivió del transporte de víveres en carruajes de tracción animal, claro está, y de procedencia vasco-navarra (quizá del pueblo guipuzcoano dicho Lazkao), aunque arraigada durante los primeros decenios del siglo XIX en la España profunda a la que se aludió al inicio de esta semblanza.
            Cuando Francisco Lezcano Comendador se asienta en Las Palmas de Gran Canaria, viene acompañado de su mujer, María Asunción (desde 1877), y de sus cuatro hijos: Pedro (mi abuelo materno), Ricardo, Francisco y María, todos ellos mayores de edad. Al contraer matrimonio Pedro y Ricardo, a Francisco Lezcano Comendador y a su esposa les sobrevinieron numerosos nietos, entre los cuales se cuentan (amén de mi madre, Maruja Lezcano), los ya citados Carmen, Pedro y Ricardo, y otros vástagos de descendencia canaria.
            Ricardo Lezcano Escudero (fallecido en 2016), autor de unos recuerdos familiares, ha escrito sobre Francisco Lezcano Comendador lo que sigue:
            Todos sus nietos solíamos pasar pequeñas temporadas en su casa (del abuelo Paco), sita en Tafira, cerca de la Montañeta. Cuando mi hermano Pedro y yo teníamos alguna pequeña enfermedad infantil, nos refocilábamos anticipadamente por los días, que ya curados, pasaríamos en casa del abuelo para reponernos…Todos los nietos le adorábamos. Fue un hombre íntegro, amable y enérgico a la vez… Sin duda, fue uno de los personajes más notables de la familia. [5]       
Cuando llegó la hora de despedirse del mundo, el bisabuelo había alcanzado la respetable edad de 82 años, alejado del mundanal ruido y gustosamente recluido en su casa de la Montañeta tafireña, luego de haber vivido un prolongado tramo de su vida en Gran Canaria, tan lejos de su pueblo toledano natal y de los diversos regimientos peninsulares en que le tocó servir al país. Sus restos reposan en el nicho 152 del cementerio de Vegueta en Las Palmas de Gran Canaria.
En un telegrama cursado desde la comandancia militar de Las Palmas al Ministerio de la Guerra en Madrid, a 28 de abril de 1932, se leía:
Ayer falleció (en) esta plaza el teniente coronel retirado, de caballería, Francisco Lezcano Comendador. Encontrándose (en) posesión (de la) placa (de) San Hermenegildo.
Lacónica notificación que sirve aquí de colofón a esta semblanza de un bisabuelo que nunca conocí.
                                  Madrid, 4 de enero de 2020
                                                             ___________




[1] Carmen Lezcano García, Ricardo Lezcano Escudero y Pedro Lezcano Montalvo.
[2] El original de su expediente se conserva en el Archivo Militar de  Segovia, y una copia compulsada, en mi fondo documental de la familia Lezcano.
[3]  Natural de Aranjuez (1788) y fallecido en Trieste (1855).
[4] Biografías sobre la vida y obra de Pérez Galdós no faltan: Pedro Ortiz-Armengol. Vida de Galdós, ed. Crítica, 1996, y, más recientemente,  Francisco Cánovas Sánchez. Benito Pérez Galdós: vida, obra y compromiso,  Alianza Editorial, 2019.
[5] Recuerdos de familia, por Ricardo Lezcano Escudero (manuscrito inédito).

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