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Por Víctor
Morales Lezcano
10/1/20 .- Las Palmas .-
El autor de esta breve memoria confiesa lisa y llanamente que, desde hace
tiempo, casi inmemorial, le venía merodeando la intención de ponerse a redactar
las páginas que siguen. Todas estas se centran en la persona de alguien que se
llamó Francisco Lezcano Comendador, nacido en el pueblo toledano de Cabezamesada
el 21 de enero de 1850, y que vino a fallecer un 27 de abril de 1932 en Las
Palmas de Gran Canaria.
Desde pequeño oí
mencionar, por parte de algún que otro miembro de mi familia, al “abuelo Paco”;
o sea, a Francisco Lezcano Comendador, personaje de esta memoria, que resultó
ser mi bisabuelo por vía materna. De tal modo que las referencias a mi
bisabuelo Lezcano corrieron casi siempre la suerte de ser evocadas, que yo
recuerde, por mi inolvidable tía Carmen y mis primos segundos, Ricardo y Pedro [1]. Fueron ellos quienes
consiguieron que se depositara en el baúl de mis recuerdos el nombre y una cierta, aunque
difusa, imagen, de un bisabuelo que, como le sucede a un acervo numeroso de
vivientes desde que el mundo es mundo, jamás conocí, sin serme, sin embargo,
memorísticamente ajeno.
Aquí y ahora, envuelto
por el paisaje de Tafira Alta, del Monte Lentiscal, y de la Atalaya de Santa
Brígida, he venido a ejercitar mi inclinación para redactar sobre el remoto
bisabuelo que nunca conocí, como si me encontrara prisionero de una fijación
asumida por mí con voluntaria
obediencia.
II
¿Quién
fue realmente Francisco Lezcano Comendador? ¿Qué dicen de su trayectoria, no
solo las menciones que de su persona oí en boca de mi tía y de Ricardo y Pedro
Lezcano, sino también los datos que recoge la hoja de servicios prestados por
el teniente coronel del arma de caballería que resultó ser mi bisabuelo
materno? [2]. ¿Cuáles fueron los pasos
dados por su persona desde que vino al mundo en un pueblo de la España
profunda, en la madrugada de un frío 21 de enero de 1850? ¿Qué pasos lo
condujeron, en el transcurso de su desenvolvimiento militar, desde que se
alistó como soldado raso en las filas del ejército español, que venía
defendiendo desde 1833 la causa de Isabel II y de una nación europea
históricamente venida a menos, pero empecinada en combatir contra la opción del
ejército carlista, que apoyaba la candidatura de don Carlos María Isidro de
Borbón[3] al trono de España?
Es
necesario esbozar en esta memoria el marco referencial, puesto que, en su
defecto, de poco valdría recorrer la trayectoria de un joven soldado quinto de
artillería, cuando a sus 20 años inició una carrera militar que durante, “treinta
y nueve años, siete meses y un día”, culminó con su ascenso (por antigüedad) al
grado de teniente coronel de caballería en 1909.
Se
impone recordar en este inicio de 2020 que, casi coetáneo de Francisco Lezcano
Comendador, fue un joven canario llamado Benito Pérez Galdós, trasladado a la
Península para iniciar sus estudios de Leyes en la Universidad Central de
Madrid y que, como escritor, publicó en 1870 en la Revista España la primera de sus novelas (La fontana de oro). Galdós, como es sabido, captó de manera
detallada, ya fuera a través de los Episodios
nacionales o de la saga de su producción literaria, los vaivenes
político-sociales de un país atrapado en la irresolución de su destino durante
el siglo XIX, un siglo atravesado por la pérdida de un imperio en Ultramar y
por tres guerras dinásticas, que solo remitirán en sus diversas secuelas a
finales del siglo XIX. [4]
Como
se podrá comprobar a la vuelta de este inserto galdosiano, el escenario insular
de Canarias desempeñó un papel de bordo en la vida de Francisco Lezcano
Comendador al ser destinado al escuadrón de cazadores de Gran Canaria en 1905.
Aquel destino de oficio significó un auténtico viraje en su dilatada
existencia.
III
Y,
como tramo final de un recorrido militar (en noviembre de 1909), que culminó
con la jubilación de un honesto servidor de la frágil causa constitucionalista de la nación, se le otorgó por sus méritos
la condecoración de la orden militar de San Hermenegildo a un hijo del pueblo
toledano de Cabezamesada.
Ahora
bien, este bisabuelo, del que algo oía yo comentar durante mi infancia y
adolescencia, vino a “aterrizar” en un paisaje archipelágico habitado por la
población resultante de cinco siglos de pertenencia a la España insular, como
fue el caso de las islas baleares, colocadas en la geografía del Mediterráneo
occidental. La lenta y discontinua construcción del Estado liberal español en
tierras peninsulares obligaba a los candidatos a integrarse en la función
pública y en el ejército a ir aceptando diferentes destinos marcados por los
correspondientes servicios administrativos. Fue eso lo que ocurrió con el
bisabuelo Lezcano Comendador, cuya genealogía se remontaba a una familia que
vivió del transporte de víveres en carruajes de tracción animal, claro está, y
de procedencia vasco-navarra (quizá del pueblo guipuzcoano dicho Lazkao),
aunque arraigada durante los primeros decenios del siglo XIX en la España
profunda a la que se aludió al inicio de esta semblanza.
Cuando
Francisco Lezcano Comendador se asienta en Las Palmas de Gran Canaria, viene
acompañado de su mujer, María Asunción (desde 1877), y de sus cuatro hijos:
Pedro (mi abuelo materno), Ricardo, Francisco y María, todos ellos mayores de
edad. Al contraer matrimonio Pedro y Ricardo, a Francisco Lezcano Comendador y
a su esposa les sobrevinieron numerosos nietos, entre los cuales se cuentan
(amén de mi madre, Maruja Lezcano), los ya citados Carmen, Pedro y Ricardo, y
otros vástagos de descendencia canaria.
Ricardo
Lezcano Escudero (fallecido en 2016), autor de unos recuerdos familiares, ha
escrito sobre Francisco Lezcano Comendador lo que sigue:
Todos sus nietos solíamos pasar pequeñas
temporadas en su casa (del abuelo Paco), sita en Tafira, cerca de la Montañeta.
Cuando mi hermano Pedro y yo teníamos alguna pequeña enfermedad infantil, nos
refocilábamos anticipadamente por los días, que ya curados, pasaríamos en casa
del abuelo para reponernos…Todos los nietos le adorábamos. Fue un hombre íntegro,
amable y enérgico a la vez… Sin duda, fue uno de los personajes más notables de
la familia. [5]
Cuando llegó la hora de
despedirse del mundo, el bisabuelo había alcanzado la respetable edad de 82
años, alejado del mundanal ruido y gustosamente recluido en su casa de la
Montañeta tafireña, luego de haber vivido un prolongado tramo de su vida en
Gran Canaria, tan lejos de su pueblo toledano natal y de los diversos
regimientos peninsulares en que le tocó servir al país. Sus restos reposan en
el nicho 152 del cementerio de Vegueta en Las Palmas de Gran Canaria.
En un telegrama cursado
desde la comandancia militar de Las Palmas al Ministerio de la Guerra en Madrid,
a 28 de abril de 1932, se leía:
Ayer falleció (en) esta plaza el teniente coronel retirado, de caballería, Francisco
Lezcano Comendador. Encontrándose (en) posesión
(de la) placa (de) San Hermenegildo.
Lacónica
notificación que sirve aquí de colofón a esta semblanza de un bisabuelo que
nunca conocí.
Madrid, 4 de enero de 2020
___________
[1] Carmen Lezcano García, Ricardo
Lezcano Escudero y Pedro Lezcano Montalvo.
[2] El original de su expediente se
conserva en el Archivo Militar de
Segovia, y una copia compulsada, en mi fondo documental de la familia
Lezcano.
[3] Natural de Aranjuez (1788) y fallecido en
Trieste (1855).
[4] Biografías sobre la vida y obra
de Pérez Galdós no faltan: Pedro Ortiz-Armengol. Vida de Galdós, ed. Crítica, 1996, y, más recientemente, Francisco Cánovas Sánchez. Benito Pérez Galdós: vida, obra y compromiso, Alianza Editorial, 2019.
[5] Recuerdos de familia, por Ricardo Lezcano Escudero
(manuscrito inédito).
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