Julia Sáez-Angulo
27/3/21.- Madrid.- “Hasta que el pueblo las canta/ las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo/ ya nadie sabe el autor” (Manuel Machado), cita la copla recogida en el libro de Encarna Pisonero titulado “Coplas recopiladas y no. Catalina de Juan y Vargas”. El libro va bien ilustrado, no en balde Ismael, el hijo de Catalina, era fotógrafo y vivía en la Puerta del Sol, casa en la que sigue viviendo su única nieta, Carlota Cuesta, quien dice en una suerte de prefacio del libro:
“Catalina y yo no llegamos a conocernos. Mi abuela Catalina murió con la cabeza puesta en otro mundo más alegre, que aquel de Madrid de 1939, con fondo de guitarras y cante de coplas, y se fue sin llegar a tener nietos ¡cinco hijos y ningún nieto! Hubiera tenido que esperar una década para que nos conociéramos”.
La pintora continua: “A finales de 2019 me puse a remover una vez más los papeles y la biblioteca familiar, buscando datos para la exposición de mi padre “Ismael Cuesta 1899-1982 Dibujos”, programada para mayo de 20 20 en el Museo Municipal de Historia de Madrid, donde se guarda casi toda su obra. Y de repente, zas, aparece un cuaderno de Catalina, todo escrito con una hermosa caligrafía en una tinta que debió ser morada y que ahora, casi a punto de desparecer, tiene un tono malva y en alguna de las más de 350 coplas que contienes se ha vuelto casi transparente”.
Encarna Pisonero que, con textos, ilustraciones y fotos, ha hecho un bello libro publicado por Turpín Editores, escribe en la introducción que las coplas se podrían encuadrar entre 1880 y 1910., que ha querido ser fidedigna a lo escrito por Catalina y que ha mantenido los términos de “ná, despreciadito, puñalá, toítas, mare y pare, etc”. Se mantiene el habla de la época gitana o caló unas veces, otras, del argot español o el decir popular de los Cantes del Pueblo, que le dan más sustancia al texto”.
Pisonero ha querido incluir también, en paralelo a las coplas recopiladas por Catalina, “las de Augusto Ferrán, Machado y Álvarez, Manuel Ríos Vargas y Fernán Caballero, autores en los que he hallado las mismas coplas con variantes, señalando en negrita las diferencias” El facsímil del cuaderno de Catalina enriquece el libro.
He aquí algunas coplas:
Yo le conté mi dolor
a quien mal me quería
¡siendo enemigo lloraba,
siendo amigo qué sería!
El llanto me dijo a mí
que no me fuera con él,
que siempre estaba conmigo
e iba yo acabar con él.
Al llanto le oí quejarse
y escuché que me decía
si me muero se te acaba
que llores más ¡vida mía!
Me muero por su querer
y dice que quiero poco
lo que quiere esa mujer
es que yo me vuelva loco.
Antonio Machado Álvarez, padre de Antonio y de Manuel Machado, usaba el heterónimo (palabreja algo horrible) Demófilo. Pero hay coplas, en mi muy humildico sentir, que nunca llegarán al pueblo... pero satisfacen a quien las crea. Felicito a la Sra. Pisonero por ser coplera, aunque no llegue, ¿quién lo sabe?, a ser cantada por el pueblo en estos días tan poco castizos. Para asociarme a ella improviso una coplilla, que me recuerda mis caminatas con mi mujer por Madrid, ciudad que siento como mía.
ResponderEliminarCamino por estas calles
de mi muy noble ciudad:
me parece más hermosa,
porque tú conmigo estás.
Por último, con pedido de perdón por tanta lata, la copla, como el epigrama y el haiku, mucho tienen de esencial. Y son una for casi de tú a tú: por eso se llaman "copulae", pues dan idea de unión.
Nuevos perdones,
Raúl
La copla, arte y esencia verdaderamente democrático, ahora que la democracia en política es una cuestión demoscópica y de manejo de los medios de comunicación, conviene conocer aquello que nace del sentimiento popular. No es que la copla la cree el pueblo, es que la ha cantado siempre el pueblo. El que conocían tan bién los Hermanos Álvarez Quintero, los Machado, los Rafael de León, Retama, Montesinos... Arte popular aunque a veces creado por verdaderos intelectuales pero integrado en la conciencia de la gente, en el sentimiento y los deseos, en la alegría y en la pena, en definitiva, en la vida.
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