Julia Sáez-Angulo
07/02/22.- Viena.- Desde que vi la película “El tercer hombre”, se me quedó grabado que Viena era un nido de espías y voy por la calle mirando a derecha e izquierda por si veo a Orson Welles con su sombrero y abrigo sobre su cuerpo voluminoso. No desespero de encontrarlo.
Lo cierto es que, con esas encuestas y valoraciones internacionales, Viena es la ciudad con mejor calidad de vida, pero, por el lado negativo: está habitada por los ciudadanos más antipáticos, según una encuesta mundial. El estudio, publicado por InterNations en 2021, una web que reúne a expatriados de todo el mundo, analiza las experiencias de 12.420 extranjeros de 57 ciudades del mundo en términos sociales, económicos, educativos, climáticos y políticos.
En cuanto a calidad de vida, Viena ocupa la primera posición, seguida de Basilea, Singapur, Múnich y Praga. Madrid se encuentra en la séptima posición y Málaga en la decimoquinta. Por otro lado, los encuestados califican muy negativamente la amabilidad de los vieneses, con un 43 % que los considera antipáticos y un 39 % que los ve especialmente poco amigables con los extranjeros. La antipatía de los vieneses es legendaria incluso dentro de Austria y muchos de sus habitantes están orgullosos de ser conocidos por su descontento, explicaba un telegrama de EFE. Existe un verbo muy vienés, "raunzen", que significa refunfuñar de forma continua con cierta melancolía.
No he tratado a muchos vieneses, más bien a austriacos o de otras procedencias, pero la verdad es que Viena resulta grata y cómoda por sus distancias y transportes, además de reconocerla como un joyel de riquezas en palacios, museos, iglesias y edificios públicos, amén de su Ópera, conciertos y cafés. Una ciudad cultural por encima de todo, que conformaron los Habsburgo antes del canto del cisne.
En las reuniones habidas, desayunos, comidas o tés ilustrados, una cambia impresiones y se entera de todo lo que hay que rumiar después. Uno cuenta sobre un proyecto innovador de futuro, le pregunto si es viable y responde: “desde el punto de vista de la ingeniería sí, desde el punto de vista de los políticos es más complicado (¡siempre los políticos!, por eso acaban untándolos).
Un profeta laico dice que el futuro de la humanidad es el de percibir un salario fijo igual para todos, y el resto debe agenciarse cada cual su mundo virtual de encuentros, negociación, acuerdos, ocio, divertimento… Pero todo en la Red, es decir en casa y de modo virtual. Llega el “metaverso” que se impondrá para todos. Hasta el Vaticano se ha interesado por el “metaverso” y le va a dedicar un simposio en marzo, al que si Dios quiere asistiremos mi anfitriona Mayte y yo, invitadas por quien procede. El confinamiento obligatorio en la pandemia fue una experiencia previa de laboratorio social, según estos profetas.
Lo cierto es que ya todas nuestras reuniones profesionales y conferencias son por streeming; los encuentros reales son y serán una rareza. Es lo que pasa, cuando uno se encuentra de tú a tú y conversa, se escuchan estas cosas que siembran alarma o resignación. Por eso nos quieren encerrados. Supongo que si esto se hace realidad lo sufrirán nuestros nietos, aunque la cosas van tan deprisa que quizás la veamos o estamos viendo.
Otro visionario político con los pies en el suelo dice que el futuro de Ucrania está claro: la partición en dos, la mitad para Rusia y la otra mitad para la OTAN (¿será posible?). A ver qué hace Macron. Dios no lo permita.
Otra persona nos documentó sobre el Antropoceno, la tercera y última fase de la era cuaternaria o neozoica, o, según las escuelas, la última del período cuaternario de la era cenozoica; sigue al holoceno, con el que se solaparía más o menos tiempo según los estudios, y llega hasta la actualidad. Complicado como ven.
Volvamos a Viena, ciudad de vientos, donde se vive bien, hay calidad de vida y se contempla belleza y cultura que son alimento del espíritu. Viena, ciudad romana, como lo demuestran sus cimientos y excavaciones arqueológicas en el centro de la ciudad y así lo recuerda el latinista Raúl Lavalle. Hoy, como la mayor parte de las grandes ciudades europeas, es un "parque temático cultural" hermoso que atraen visitantes.
Viena cuenta con una luz hermosa, aún en los días de lluvia. Más al Este que España, amanece casi una hora antes y anochece de igual manera. Del Danubio hablo poco, porque, a diferencia de Budapest, donde se cruza continuamente por los puentes de Buda a Pest y viceversa, aquí el río queda un tanto lateral junto a las torres de la ONU, el Banco Mundial y otros organismos, pero no en el centro de la ciudad.
Como soy muy terne, sigo pensando que Viena es una intensa fuente de información, documentación y espionaje por doquier, donde se reúnen hombres de traje, corbata y sombrero para saber. En el conocimiento está la clave.
Algunos dicen que Viena le debe todo a Sissi y a Mozart. Buena parte de su atractivo para turistas y visitantes, desde luego. También a Francisco José emperador, que invitó a todos los nobles de su Imperio, para tenerlos cerca, a construirse un palacio en Viena como capital de aquel imperio. El resultado es una relación de palacios como los de Palffy, Ephrussi y tantos otros.
Y tras el grato viaje a la capital austriaca, digamos con Rita Haywarth: “Fue lindo mientras duró”. De lo debo a mi anfitriona.
Palacio de Sönmbrum
Noria de Viena
A mi que me dejen de "metaverso".Donde se ponga la terraza de un bar,una caña bien fría con unas aceitunas y el sol de Málaga que se quite todo.Paso de metaverso y de guiris,me quedo en la Costa del Sol,con mis bares,mis amigos y mis costumbres de toda la vida.La ciencia ficción no está hecha para mi.I'sorry.
ResponderEliminarMUY BUENO
ResponderEliminarMuchas Gracias , Por este recorrido en Viena. Me trae muy buenos recuerdos.Rosa Serra
ResponderEliminarQuerida Julia y amigos
ResponderEliminarGracias por recordarme mi visita a los monumentos romanos de Viena. También, por el recuerdo de Hundertwasser (seguro lo escribo mal). He encontrado influencias de su estilo en varios lados. Me parece un arte maravilloso, porque es bello, alegre... y apto para vivir. En mi propia casa, que no es un palacio, a veces tengo miedo de rayar paredes y de destruir o dañar pisos, objetos. En fin, el arte de Friedericus (démosle un nombre latino, en honor de la Vindobona romana) es un arte para admirar, gozar... y vivir en él.
Nuevos saludos,
Raúl