A la entrada del parque, antes del bosque, escultura del emperador José II. Gmünd (Austria)
Julia Sáez-Angulo
3/2/22.- Gmünd. Austria.- Los bosques nos proporcionan oxígeno, además de belleza y riqueza de madera. Gozar de un parque natural reservado como es el caso de Blockheide, junto a la ciudad de Gmünd es un privilegio. Junto a él están los bosques privados con explotación de los árboles o estanques con piscifactorías.
El archiduque Andrés Salvador Habsburgo-Lorena, experto acuicultor, atiende sus bosques con mimo ancestral y los recorre casi a diario como dueño atento, que vigila y afirma su propiedad. Así lo describió, en su día, en uno de sus textos:
“Aprovecho la luz de la tarde para recorrer el trayecto tratado. Con la información recibida, me vienen nuevas ideas para manejar el agua y la producción de peces.
Una vez en el campo, me interesa todo cambio infligido o producido en mi terruño. De los estanques paso a los campos labrados aún cubiertos de nieve. Veo una tala de árboles en una linde. ¿Se han pasado la linde y se han llevado tres rollos (árboles pelados para madera)? Seguro es que se han llevado el mojón por delante con las máquinas modernas. Me adentro en el bosque. Este ser vivo que necesita nuestro mimo y entendimiento. Antes hicimos plantaciones de abetos, hoy intentamos mejorar el humus. Con la reducción del número de árboles por hectárea, ayudamos a que la luz solar llegue hasta el suelo ofreciendo espacio y luz para las plantas que colonizan el terreno.
En un cruce de caminos, me encuentro con dos enormes máquinas cosechadoras de madera casi escondidas entre la maleza del sotobosque. Parece que los conductores de las máquinas saben lo poco queridos que son, comparados con los antiguos leñadores que salían del bosque con el hacha al hombro.
Por las huellas en la nieve sigo el camino recorrido por los monstruos devoradores de bosque. Veo árboles sin rozaduras y observo que, con máximo cuidado, han entresacado árboles sin que se vea un descampado o un campo de batalla. Hombre contra naturaleza. Estoy contento con el trabajo realizado. La cosecha esta apilada según sus tamaños y destino en grandes montones a lo largo de los caminos.
Tomo uno de los caminos para seguir mi ruta. La nieve cubre el piso. No hay rodajes, soy el primer atrevido que perturba el silencio invernal del bosque. La nieve se apelmaza delante del capot. Veo huellas de jabalí que han hozado en la nieve y han dejado la negra tierra a la vista. Opto por no continuar por esta vía de saca. Meto la marcha atrás y vuelvo el camino recorrido. Mi propia huella me sirve como carril para salir del bosque.
Inspecciono otros dos lugares de cosecha de madera y también allí, un trabajo bien hecho. Las heridas en el suelo de bosque se han reducido, sobre todo por las fuertes y prolongadas semanas de heladas, protegiendo el manto vegetal del suelo del bosque. El camino de regreso lo hago por el asfalto de la carretera local. La luz del día se había agotado y el ocaso obliga a las ventanas a encenderse, dando el aspecto de belén navideño a la pequeña ciudad.
Al día siguiente, un sol radiante. La temperatura ha subido y el muñeco de nieve hecho por mi hija en el patio de la casa ha perdido su cabeza. Con un tiempo tan benigno, la población de la ciudad abandona sus casas, después de estar confinada en sus hogares durante las tres semanas pasadas. Cada lugar soleado se presta para dar una vuelta. En mi caso obedezco la llamada de la naturaleza y salgo, pero provisto de tijera y podadora. Me propongo a podar la parra.
En la parte de mi residencia actual y responsabilidad de un terreno frío no se da la uva, a no ser que sea en una pared que dé al sur y se proteja de los vientos del norte. Igual que la sierra de Gredos protege la Vera y el valle del Tiétar. Estas parras las planté cuando nacieron mis hijos. Con gran mimo las cultivé y siempre me dieron sus frutos dulces, en este clima.
El podar fue fácil al principio, pero, según crecieron las parras, tuve que trepar por la gran pared de donde se sujetan, gracias a la colocación de unas mallas metálicas. Tuve que buscar una escalera de aluminio, hincarla en la nieve y trepar con mis añitos y la ilusión de mis hijos por ella y ¡a podar!
La madera vieja ha dado su sabia a los frutos del año pasado. A cortarla y saber que otro brote la emplazará. Tres brotes y a cortar los largos sarmientos. Se caen a la nieve. ¡Que raro me hace ver los sarmientos de una planta que necesita mucho sol en la nieve del norte! Empecé temprano, terminé las dos parras y me valía el tiempo para podar el membrillo.
Sudando, agotado y con los huesos molidos, dejo la faena agrícola y me dedico al ordenador. Con los dedos sin gota, escribo los recuerdos del fin de semana pasado”.
Entrada exterior del castillo de Gmünd (Austria)
Una crónica ágil y atractiva que recorre un bosque majestuoso y proporciona al lectorsensaciones mágica,como en un cuento de hadas con el Archiduque Salvador Habsburgo-Lorena como protagonista principal.
ResponderEliminarQue viaje tan emocionante.
Enjoy my friend.
Kisses.See you
gracias a las Crónicas que Julia escribe en La Mirada Actual, puedo leer y valorar aún mas lo que es este Gran Personaje el Archiduque Andrés Salvador.
ResponderEliminarY me alegro mucho por ti que podrás dusfrutar de su compañía y gran personalidad.
Es una suerte tener en la vida a personas que con tantísima categoría saben dar tanto valor a cosas tan sencillas de la vida . Disfruta todo lo que puedas y cada momento, porque eso no tiene precio. Lo mismo que tu siendo tan grande como eres le debes aportar mucho a el.
Disculpa esta intromisión. Es simplemente que me alegra ver que en este mundo tan complicado haya personas tan auténticas .
En tu biografía prescindiendo de el gran reportaje fotográfico muy visual y muy interesante, tus experiencias de vida han sido grandes .
Hay que dar muchas gracias a DIOS por todo lo que pone en nuestras manos y aprovechar hasta el más pequeño momento porque son tesoros
Vivencias del Archiduque magníficamente relatadas por él
ResponderEliminarNOrma D´Ippolito
Julia
ResponderEliminarNuevamente gracias por tan bellos recuerdos y estampas de un país maravilloso. Todas mis palabras quedan insignificantes,
Raúl