Casa de las glicinas. Jerusalén
Julia Sáez-Angulo
21/4/22.- Una atmósfera arenosa procedente del cercano desierto de Judea ha envuelto Israel estos días de primavera/verano, algo que amortigua amortigua el calor del sol, pero no es sano. Son sus calimas. Las de España vienen del Sáhara. Es el planeta Tierra y sus diversos fenómenos atmosféricos que llegan hasta los pulmones.
Ya paso el ecuador de mi estancia en Tierra Santa. Mirar, ver y observar, a la par que escuchar, tarea de todo periodista que se precie. No solo de arte vive el hombre, aunque el arte sea el lenguaje más elocuente del hombre, según mi maestro Robert Hughes, magnifico y ya desaparecido crítico de arte, del que aprendí mucho. El conocimiento es una cadena, un testigo entregado sucesivamente y yo lo recibí con creces de este australiano en Nueva York, estudioso del arte y crítico de la revista “Time”. Su libro “Barcelona” es magnífico.
La tasa de natalidad de Israel supera el 3%, que ya lo querría para sí la Unión Europea. En Israel existe una suerte de guerra demográfica entre árabes e israelíes, porque ambas comunidades piensan que les va en ello la supervivencia futura. De momento están prácticamente empatados. No ocurre lo mismo con los cristianos en este país de nueve millones de habitantes, pues se limitan a la cuota de reemplazo o tres hijos todo lo más. Tienen menos conciencia de identidad o se sienten más universales.
Con motivo de la guerra ruso-ucraniana de Putin, Israel ha recibido a día de hoy veinticuatro mil ucranianos y a diez mil rusos, todos ellos judíos naturalmente, que es la condición fundamental para la acogida. Los rusos suman dos millones en Israel y es la tercera lengua hablada, después de hebreo y el árabe.
Israel es una sociedad muy compleja por las comunidades que lo integran/desintegran, muy separadas entre sí, por una parte, y, por otra, está el sostenimiento de clases pasivas que es muy alto, incluidos el pago de sueldos a los judíos ultra ortodoxos que no tienen otro trabajo que el estudio de la Torá y no son productivos salvo en la procreación de hijos. Los demás israelíes han de cargar con una tasa impositiva del 45%, lo que les hace protestar contra esos judíos haredíes, estudiosos improductivos de la Torá, que se limitan a ser “reproductores”.
No hay nada mejor para conocer un barrio como pasear temprano con la perra. Yo lo hago con Cloe y recorro calles que suenan a Ben Gabriel, Rebbadin, o Kefar Etsión en el barrio de Arnona -afortunadamente, calles escritas también en inglés, debajo de los nombres hebreos. Es un barrio donde hay más gatos, que vacas en la India. Son buenos, profilácticos, pero ahuyentan a los pájaros. Las bandadas de aves vuelan al atardecer y no posan. No faltan los cuervos en este país, aves inteligentes donde las haya, al acecho de las tortugas bebés, por lo que he de tener la mía a buen recaudo y no dejarla sola en la terraza. Carmen Ros me dice que están protegidas en Israel y ella tuvo una buena manada en el jardín, hasta que los cuervos le devoraron las crías y decidió entregarlas a la sociedad protectora de animales correspondiente.
Sin conocer a los vecinos, una se va haciendo una idea por las casas que habitan: la de al lado, con doble bandera israelí, blanquiazul con la estrella de David, debe de ser un patriota; la otra tiene aspecto de construcción de antiguo mecano; la siguiente, deja siempre la cancela abierta como invitando a subir sus escaleras; la otra ofrece un jardín enmarañado -me gusta- frente a los acicalados de las otras; el pitosporo -azahar romano le llaman algunos en Madrid- huele a miel y está en plena floración, no así las mimosas que ponen su amarillo oro rancio, porque están decayendo; la glicinas cuelgan rebosante de morado en varias casas... Veo caminar deprisa al deportista cada día; escucho francés al chico que va pegado al celular; camina al trabajo el judío joven con su capa de filacterias; me sonríe a diario una dama joven, acompañada de sus hijas; me ladra el mismo perro de la casa alta cada mañana, o más bien ladra a Cloe…
Me cuentan que los hermosos jardines del barrio de se han formado en quince o veinte años. Se ha poblado de árboles, como buena parte de este país, que cuenta con asociaciones exteriores que colaboran para plantar sucesivos árboles en Israel, por eso han comido espacio al desierto y cuentan con un buen hermoso bosque de coníferas entre Jerusalén y Emaús-Nicópolis, a diecisiete km de la ciudad santa.
Nadie puede negar el gran trabajo de los pioneros en 1948, sobre todo en los kibuzs, que ya prácticamente no existen, por su dureza familiar, social y económica, en todo comparables a los experimentos socialistas -pre marxistas- de los falansterios de Saint Simon en el XIX, que estudiábamos en Derecho Político. ¡Terribles! Algunos jóvenes han reclamado judicialmente al Estado de Israel, por aquella drástica educación sin su familia ni afectos sostenidos, que los traumatizó. Han ganado algunas indemnizaciones en los juicios.
Hoy están todos los kibuzs privatizados y la relación de sometimiento total a aquellas disciplinas rígidas ha desparecido para bien de todos. La anulación de la propiedad y vida privadas solo lleva a excesos de sometimiento. Al nihilismo.
Más información
https://www.youtube.com/watch?v=tdV3hbHV-T0&ab_channel=MuseoNacionaldelPrado
JerusalénJerusalén 2022
ResponderEliminarTomas Paredes Romero
10:06 (hace 1 minuto)
para mí
Julia, leída. Instructiva y didáctica. Gracias. Tomás
ResponderEliminarLuis Antequera
11:38 (hace 1 minuto)
para mí
Buenísimo, Julia, me ha gustado mucho mucho.
Un fuerte abrazo, disfruta de tu maravilloso viaje…
Eres muy delicada escribiendo.Realmente una delicia leer tus artículos.
ResponderEliminarDisfruta los días que aún te quedan en Jerusalem.
Saludos .
Charo Marín
ResponderEliminar17:22 (hace 26 minutos)
para mí
ME ENCANTAN