sábado, 31 de diciembre de 2022

UNAS PINCELADAS SOBRE LAS CUATRO ESTACIONES


Víctor Morales Lezcano

        31.12.2022.- Madrid.- Las similitudes (metafóricas) abundan no solo en la literatura, sino también en los ensayos y en el periodismo, sea cual sea el jaez de las escrituras alineables en las tres categorías que se me ha ocurrido evocar.

La amplitud del campo semántico de las similitudes (metafóricas) intuyo que es de una vastedad nada fácil de cuantificar. Por esta razón, me limito en las líneas que siguen a reclamar unos instantes de atención sobre un recurso gramatical inveterado, detectable en infinidad de escritores, de las cuatro estaciones del año y la caracterización de cada una de ellas, valiéndose de adjetivos de naturaleza ya sea histórica o social, o ya sea económica o geopolítica.

Desciendo a recordar de inmediato ejemplos de caracterizaciones que pueblan numerosos textos desde la noche de los tiempos, por recurrir a una expresión antañona que aún conlleva cierta dosis de reminiscencias de tiempos pasados.

Creo que, desde hace aproximadamente medio siglo, se puede comprobar textualmente cómo los melancólicos otoños se mutan en calientes; o sea, en una estación donde los famous, but not infamous antagonismos de clase pueden crecer en intensidad, encrespándose hasta el punto de alcanzar el grado de conflictividad preconizada por los gurúes de turno.

Don Invierno, por su parte, ha pasado de ser en muchas latitudes una estación de sobrecogimiento hasta el punto de convertirse en la estación no ya de las contradicciones, sino del descontento generalizado por los desencuentros económicos entre clases sociales antagónicas. Piénsese, por ejemplo, en el creciente descontento británico que situó a Margaret Thatcher como inquilina de 10 Downing Street en mayo de 1979; es decir, que condujo la economía del Reino Unido en los años 80 del siglo XX a una drástica política ultraconservadora. 

Ahora bien, ¿por qué no recordar a continuación que la gentil Primavera, ya desde 1848 y, en concreto, en el París románticamente revolucionario de Alphonse de Lamartine, se transformó en estación plena de anhelos libertarios? Aquella revolución de 1848 ha pasado a la historia como la Primavera de los Pueblos. Con vistas a no alejarnos tanto del presente, la Primavera Árabe, nacida en Túnez a caballo entre 2010 y 2011, difundida con fervor por no pocos devotos musulmanes del cambio hacia el progreso, produjo acontecimientos de agitación histórica, reconocidos como milagrosos.  

Para cerrar esta improvisada digresión escrituraria, a la que repentinamente me ha impulsado un factor que yo tildaría de recurso a la pulsión inspirativa, no sería justo dejar en el desván de los olvidos a don Verano. Una estación multifacética donde la haya, frecuentemente ensalzada como tiempo de pasiones ardientes que germinan en consonancia con el apogeo de Ceres, divinidad del mundo clásico, que encarnaba el reino de la naturaleza. Don Verano, tiempo de pasiones ora revolucionarias, ora recreativas.

Cierto es que cabría añadir muchas líneas más a esta columna de prensa que me ha inspirado un gozoso mediodía soleado de invierno. Pero al ponerse el astro rey vino a ocupar su pausado ocaso la gélida frialdad del mesetario invierno castellano.


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