Julia Sáez-Angulo
25/8/23.- El Escorial.- La librería Antonio Azorín es una institución de cultura en San Lorenzo de El Escorial. Lleva 20 años en marcha y sucede a la firma de la librería anterior Arias Montano, que llevaba 25 años, por lo que son 45 años en total de venta y difusión de libros y cultura en el mismo lugar para escurialenses y visitantes. Carlos Mosquera Hidalgo (Madrid, 1975) lleva ahora el timón de la librería, en la que hay libros de actualidad y de lance, cuelgan cuadros y dibujos de Corialguez, Ana Grasset o Yurihito Otsuki, entre otros, y cuenta con una pequeña sala en lo alto para conferencias o presentaciones.
Un ambiente variopinto, con barandilla curva por medio, donde el librero parece controlarlo todo, cuando indica a Alejandro que el libro de cuentos de Alfonso Peláez es de pasta blanca y está en lo alto de un determinado estante.
Carlos Mosquera, que estudió Filosofía en la Universidad de Comillas en Madrid, entiende la librería no solo como un espacio que vende libros, sino como un lugar de encuentro, donde se conversa y se intercambian opiniones, reflexiones e intereses de lectura. Al mismo tiempo es consciente de que “la librería es una trinchera en un mundo que agoniza”, por el área digital se va imponiendo paulatinamente.
El librero comenzó siendo -quizás como muchos- un gran lector y comprador de libros, hasta que su biblioteca le pidió que debiera de renovarla y venderla en parte. Entró en contacto con la dueña de la librería Arias Montano en San Lorenzo y ésta, como buena librera, aunque había medio apalabrado con un chino para venderle el espacio, prefirió a Carlos Mosquera, porque deseaba instalarse también como librero. Afortunadamente, el Real Sitio no perdió esta institución de cultura.
Después vino el nombre de Antonio Azorín, en la callae Joaquín Costa 1, y la puesta en marcha de un estilo propio, porque cada librero lo acaba imponiendo de una u otra manera. Su librería cuenta con una “sucursal” al aire libre, en la acera de la calle Floridablanca, que se llama “El Molino de Papel”, allí está más cerca del lector de paso y con “libros de tablero”, según la denominación habitual de los libreros para este tipo de puestos.
"Antonio Azorín era un personaje de los primeros libros de José Martínez Ruiz, que después adoptaría el pseudónimo de Azorín, al que yo tenía simpatía!, explica el librero.
“El margen comercial que dejan los libros es muy pequeño, por eso, los descuentos de las ferias, que a veces nos piden, nos hacen daño, pero este es un oficio muy vocacional”, recuerda el librero.
Para Carlos Mosquera, el Real Sitio es un lugar muy especial, donde la gente se va renovando continuamente. “Antes vivían diversas personas que tenía que ver con el cine… hoy veo más artistas pintores y escultores…”
Tertulias en la librería
Entran en la librería Miguel Fernández Durán, hijo del marqués de Tolosa, uno de los antiguos dueños de “El Campillo”, finca con casa histórica desde el Medioevo, frente al Valle de los Caídos y dice en voz alta, seguramente después de oírnos: “!El Escorial es el auténtico paraíso terrenal!”. “Muchos de los que conocieron la zona de El Escorial en la infancia, vuelven”, explica Carlos Mosquera, contento de ver a los conocidos clientes. La tertulia se extiende sobre la gran casa cuadrada del siglo XV en El Campillo, a la que se añadió un ala más reciente. La compró un puertorriqueño que acabó de modo dramático. Hoy se celebran allí, en la finca, bodas y festejos. Seguimos hablando y encontramos conocidos comunes: Mayte Spínola, amiga de su madre Teresa Thibaut.
En una librería como la de Antonio Azorín todo son palabras que conforman historias, como en la rebotica de las antiguas farmacias, donde también se conspiraba.
Le pregunto a Mosquera por qué tipo de libros se venden más y me contesta sin vacilar: en mi librería los clásicos como Galdós, Pío Baroja, Dostoievsky… , sobre todo, libros del XIX y primeros del XX…”. Se acerca una clienta a la caja con dos libros y confirma lo dicho, adquiere un libro de Iván Turguénev y otro, de Joseph de Conrad. “Los títulos nuevos son más bien como regalo y son motivo de que los han visto en algún semanario cultural o tras la entrevista del autor en radio y televisión”, explica el librero.
¿Qué libro está leyendo usted ahora?, le suelto a bote pronto y me habla orgulloso de las “Memorias para mis nietos” (2023), de Darío Pérez (1861-1945), un periodista y diputado aragonés, que tuvo una vida muy interesante y deja testimonios elocuentes de guerras carlistas en la infancia, de su vida periodística en “El Heraldo de Aragón” y “El Imparcial” (periódico de J. Ortega y Gasset) entre otros rotativos. “Encontramos el manuscrito y mecanoscrito, al adquirir una vieja biblioteca de un procurador de tribunales en San Lorenzo. Estaban escritas por su abuelo. Son unas memorias apasionantes”, dice el librero y me lee algunos fragmentos ciertamente literarios. El libro ha sido editado por su propio sello editorial: Librero. Antonio Azorín.
Le pido que me recomiende algún libro y, como buen filósofo, le gusta el ensayo y me muestra el de su profesor, al que admira, Miguel García Baró, titulado “Introducción a la Filosofía”, de la editorial Sígueme. También me habla de los títulos de Alfonso Peláez, un escritor residente en El Escorial -en sentido amplio-: la novela “Antaño en Paramollano” y sus cuentos “Mientras veo atardecer”. “Son de una gran calidad literaria”, me insiste.
“Recomendar un libro es siempre complejo, explica, porque ha de responder a los intereses u objetivos del lector. Un comprador de libros siempre tiene un interés especial, una inquietud, un objetivo… a la hora de buscar o comprar un libro, desde conocer, documentarse, abundar o disfrutar sobre un tema que se trae entre manos. Conviene hablar con el lector, cambiar impresiones y hacerle algunas preguntas”, sostiene Mosquera.
“¿Algo así como una confesión?, le pregunto. “En la confesión, lo importante es la absolución y aquí no hay tal, pero sí intercambio de palabras”, responde. Le recuerdo a Amazon como gran competidora de las librerías y no parece estar de acuerdo. “El dueño de Amazon empezó vendiendo libros, por eso se le cita, pero pienso que hoy vende más ropa y crema de manos, que libros”, asegura, al tiempo que reconoce que las librerías de hoy, incluyendo la suya, también despachan digitalmente y hay que estar atentos al correo del ordenador. “Da más trabajo al tener que hacer paquetes y enviarlos, pero lo peor es que resta el contacto personal con los lectores, la gracia de una librería”.
-¿Hay ladrones de libros?
-Muy pocos y los que roban suelen ser extravagantes como el que vino con un maletín de fuelle y se llevaba quince libros. Afortunadamente son pocos.
Los actos culturales que puedan organizarse en la librería Antonio Azorín, son asunto de algunos clientes que lo solicitan. “El librero es librero, por encima de todo. Ser librero conlleva mucho más trabajo de lo que algunos piensan, al verlo como como un señor que está sentado y vende libros tranquilamente”, reclama Carlos Mosquera, al tiempo que se siente orgulloso de las actividades llevadas a cabo en el piso alto de la librería, como el curso “Cuando la letra empuja a andar Leer el mundo, viajar la literatura”, que impartieron los jueves la escritora de viajes Carmen Rubio y el fotógrafo José Manuel Oñoro. También subraya conferencias interesantes, como la de Carlos de Prada, naturalista, experto en tóxicos. Por otro lado, la librería colabora como soporte y apoyo en las presentaciones de libros que puedan hacerse en la Casa de Cultura. “Es otra tarea que nos compete”.
Entra, al final de nuestra entrevista, Pascual de la Obra, hermano de Catalina de la Obra, dueños del Hotel Miranda Suizo. Se entabla de inmediato una tertulia sobre los últimos avatares de esa tradicional institución hotelera y restauradora en la céntrica calle Floridablanca, donde se han alojado escritores y cabezas coronadas como la reina Giovanna de Bulgaria o la escritora poeta Fina de Calderón. Hay mucha historia detrás de esta empresa hotelera, que ahora ha vuelto a la gerencia de sus dueños.
Carlos Mosquera está convencido de que las librerías son hoy “la trinchera de un mundo que podría desparecer frente a la pantalla y el objeto digital. Hay que defenderlas hasta donde sea posible y de modo positivo, porque crea conversaciones, relaciones y lazos. Habrá librerías, concluye, en la medida en que las queramos y defendamos que las haya”.
"El Molino de Papel" en la calle Floridablanca
ResponderEliminarjavier villán zapatero: Las cronicas escurialenses rebasan el ESCORIAL. @miradaactual , actualísima, de @Julia Saez, el rayo que no cesa, van más lejos y abundantes de temas…