C. C.
12.06.2014.- Madrid.- Rafaela del Rey nació en Sevilla en una fecha tan revolucionaria como el 14 de Julio, pero del año 1931.
Nació cuando quiso, un mes antes de lo previsto se lanzó por las escaleras, cuando su madre bajaba al florido patio sevillano. Acababa de nacer una mujer que no iba a adaptarse bien a la época ni a las hipócritas reglas de la alta burguesía sevillana.
Única mujer en una familia de tres hermanos varones, un padre José Mª del Rey Caballero, abogado, intelectual, crítico y con mucha vida social y una madre (Flora Villaverde) delicada de salud que murió bastante joven. Consiguió su espacio de mujer, su libertad y la toma de sus propias decisiones en un entorno y una ciudad que no eran nada fáciles, en sus primeros años de juventud.
La familia trasladó su residencia a Madrid y contaba que ella y sus hermanos decían: “no queremos quedarnos aquí, está todo roto…” llegaban a la calle Ferraz donde se instalaron y que hacía muy poco acababa de dejar de ser parte del frente de la guerra civil que arrasó especialmente esta zona.
Ingresó en el colegio del Sagrado Corazón de Jesús, donde tuvo sus más y sus menos con las monjas, pero no llegaron a expulsarla como ya había sucedido en su primer colegio en Sevilla.
Y los cuatro hermanos Del Rey empezaron a crecer y crecer, Ra alcanzó el 1,72 de estatura y los varones la superaron y no supieron escapar del control del padre, que les exigía estudiar Derecho como él, para que se incorporaran a su despacho. Unos lo hicieron, otros se cambiaron a otras enseñanzas y Ra engatusó a su padre con mil trucos para conseguir ir a Inglaterra a estudiar el idioma – cosa que no consiguió, porque se echó un novio italiano - y volvió sabiendo más italiano que inglés y sin el novio. Ya que tenía el idioma, no le fue difícil convencer a sus padres para ir a estudiar a Italia, Arte y Diseño.
En Italia Ra se siente libre y dueña de su destino, viaja y viaja conoce a todo tipo de gentes y más gentes, pero mejor aquí pasamos a lo que ella misma cuenta:
“Cuando en 1953 conocí a Picasso en Arlés, no podía imaginar que terminaría metida en esto del arte, a pesar de que iba camino de Milán a estudiar diseño, donde realicé sólo un curso, interrumpido por continuos viajes a Venecia. Y regresé a España, donde se iba a producir un encuentro casual con Fujita, que me hizo un retrato, y posteriormente con André Lambert, el grabador, para quien posé en su casa de Jávea.
En todos los recodos de mi vida, y casi siempre casualmente, conocí a grandes artistas. Así a través del pintor panameño, Pablo Runyan, conocí a José Hernández, recién aterrizado en Madrid, procedente de Tánger, al que metí en muchas películas como “extra”, cuando posteriormente trabajé en el cine.
Me tentó la pintura y durante un tiempo fui alumna de Vázquez Díaz y en su taller conocí al ecuatoriano Guayasamín, para quien posé, y a Paredes Jardiel, y curiosamente a Oscar de la Renta, que posteriormente se dedicaría a la moda, además de otros a los que desgraciadamente no recuerdo. Algunos retratos los conservo, otros se los quedaron sus autores.
A pesar de mi afición a la pintura no sé muy bien cómo me vi metida en el mundo del cine, detrás de la pantalla, ambientación, vestuario, etc. donde trabajé en 62 películas, alternándolas con la decoración de interiores; y estando en estos menesteres conocí en Marbella a Ana de Pombo y estuve con Jean Cocteau, al que ya había conocido con Picasso, colaborando y asistiendo encantada a la creación y realización de los dibujos que este hizo en las paredes del Salón de té que montó Ana.
Seguí conociendo a artistas plásticos, casi a tantos como a artistas de la pantalla con los que trabajaba: Venancio Blanco, Carlos Pascual de Lara, Ramiro Tapia, Mª Victoria de la Fuente, Bonifacio, Enrique Brickmann, Manuel Alcorlo, Pepi Sánchez, Roberto González, a las Vainica Doble, en su versión plástica, etc.
Por entonces monté una tienda de decoración en la que ya tenía algunos cuadros y dibujos de mis amigos pintores, pero aún no pensaba que terminaría al frente de una galería de arte.
A través de una amiga alemana Lilian Wilzyng, importadora de alfombras persas y coleccionista de pintura, y de nuevo en Marbella, conocí a las pintoras Carlota Cuesta y Jesusa Quiros, y poco después a muchos de sus amigos: a Lorenzo Ugarte, Bea Rey, al cubano Lorenzo Mena, a Ángel Aragonés, y a muchos otros… y en 1990 surgió la idea de montar una galería de arte, que se inauguró con una exposición colectiva titulada Juegos para empezar un juego, en el nº 61 de la calle Huertas.
Creo que mi mayor virtud y mi mayor defecto son, que sin tenerlo, nunca he dado importancia al dinero, y siempre he defendido la teoría de que el arte de verdad no puede estar condicionado por la política de mercado. No he creído ni creo en los “emergentes”, “los maestros”, “los postmodernos”, ni “los de moda”, ni por supuesto los impulsados y lanzados con los dineros públicos. He visto exposiciones costosísimas de artistas, que no lo eran, y pequeñas exposiciones que pasaban para el público desapercibidas, de artistas que sí lo eran.
He creído y creo más en los artistas en libertad y en los críticos, sobre todo cuando estos últimos podían ejercer su profesión sin condicionantes, eligiendo personalmente las exposiciones que les parecían importantes resaltar de alguna manera. Hubo una época, no muy lejana, en que casi todas las publicaciones desde las de economía (Actualidad Económica), hasta las del corazón (Hola), tenían una sección fija de arte.
De la calle Huertas la galería se trasladó a un local mejor en la calle Moratín, esquina con el Paseo del Prado (Pza. de Platerías); y de allí hubo que trasladarse, porque la casa entera se convirtió en hotel, y no entendieron la propuesta de que un hotel y una galería, podían convivir perfectamente.
Actualmente la galería está en el número 11 de la calle de La Reina, detrás de la Gran Vía, y del histórico “Chicote”, y cuenta con la fuerza y el entusiasmo de un grupo de artistas, socios de la misma. A todos nosotros nos ha unido esta forma de entender el arte, tan poco rentable, pero tan entusiasta y verdadera. En definitiva, no dejarse manipular, ni ser falsa vanguardia subvencionada, ni seguir el consejo de los asesores políticos o económicos de turno.
En Ra del Rey Espacio para las Artes, estamos comprometidos con la cultura, entendiendo por ella no sólo la pintura, la escultura o las instalaciones, sino buscando la interrelación con la música, la ciencia, el teatro, y muy especialmente la poesía, que al final, como decía mi buen amigo el pintor Juan Barjola “es el punto final de todas las artes””
Ra del Rey estuvo en la galería hasta los 85 años, se retiró y, a falta de un mes para cumplir dos 93 años, decidió dejarnos el día 12 de junio de 2024…. Y recuperó su libertad.
Bambrico Samper, coleccionista de arte y campeón de golf colombiano, junto a Ra del Rey (c. 1961)
Descanse en Paz !!! Mil gracias por existir!!!
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