domingo, 9 de noviembre de 2014

Obituario. HEMOS PERDIDO A ISABEL DE MADARIAGA

               


      Víctor Morales Lezcano

         Tengo la impresión de que la aportación historiográfica de Isabel de Madariaga (1919-2014) no ha sido suficientemente valorada en España.
         Cierto es que la trayectoria vital de la que fue hija de don Salvador de Madariaga y de Constance H.M. Archibald contribuyó a que Isabel fuese una historiadora “desdibujada” para la tradición historiográfica española.
         Los avatares internos de España, entre 1898-1939, no solo repercutieron en la vida de don Salvador  -que se instaló en Oxford a partir de 1937, luego de una activa participación en la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra (Suiza)-, sino que todo el pequeño núcleo familiar del ilustre polígrafo se vio afectado por aquellos avatares, particularmente por los que maltrataron España miserablemente entre 1931 y 1939.
         Isabel, empero, mostró desde joven una inclinación a las relaciones internacionales de Europa durante el siglo XVIII, como lo demuestra su primera monografía de fuste: Britain, Russia and the Armed Neutrality of 1780, publicada en 1963 (Yale University Press). Rusia, en efecto, se constituiría en el eje de rotación de la que sería eximia profesora (emérita, a su jubilación) del Instituto de Estudios Eslavos de la Universidad de Londres.
         Tanto la consagración de Isabel al estudio, docencia e investigación de la Rusia moderna, como el hecho de que sus aportaciones publicísticas se editaran en lengua inglesa, fueron otros factores causantes del desdibujamiento al que acabo de referirme poco antes. El hecho comprobable de la escasa productividad de la historiografía hispana en el campo de las relaciones internacionales, vistas en perspectiva, fue otro factor contraproducente para la valoración objetiva de su obra entre nosotros.
         La segunda gran aportación de Isabel de Madariaga a la biblioteca  universitaria de Gran Bretaña centrada en el mundo eslavo tardó en aparecer, aunque la espera lo valiese. En 1981, la editorial Weidenfeld and Nicolson dio a la luz Russia in the Age of Catherine The Great. Esta sólida contribución historiográfica tuvo  -¡finalmente!-  un eco editorial en España: Catalina la Grande. La Rusia Europea (Espasa-Calpe, 1994).  Isabel estaba entonces en el apogeo de  una notoria capacidad intelectual, servida por su fecunda trayectoria vital y posesión de facultades útiles para el trabajo: constancia en su dedicación historiográfica especializada; conocimiento de lenguas  -alemán, francés y ruso (amén del castellano y del inglés)-; y last but not least, mente clara.
         Cuando parecía que había culminado su carrera, Isabel volvió a sorprender a los cenáculos profesionales con otro aldabonazo biográfico: Ivan The Terrible (Yale University Press, 2005; hay traducción en castellano: Alianza ed., 2008). Una advertencia se impone en este momento de la escueta semblanza que publica hoy El Imparcial: ni Catalina la Grande, ni tampoco Ivan el Terrible, son estrictamente biografías. En ambas, sendos personajes históricos no lo son todo. El marco interior  de la (euro-asiática, feudal, y finalmente bolchevique) Rusia de todos los tiempos, junto con el análisis del entramado diplomático, bélico y cultural del viejo mundo, constituyen dos coordenadas esenciales en la aproximación de la autora al estudio del mundo centro-oriental europeo.
         Isabel de Madariaga fue nombrada miembro de la Royal Academy en Londres y correspondiente de la Real de la Historia en Madrid. Murió hace pocos meses, manteniéndose lúcida y amigable. Puedo garantizarlo. La estancia del autor de esta semblanza en Inglaterra, a lo largo de un par de años, le permitió tratar a Isabel. En realidad, siempre fui acogido con aprecio por don Salvador, Isabel y algunos de sus amigos en Londres y Madrid (que habían cursado juntos el bachillerato en el Instituto-Escuela).  Conservo una huella imborrable de aquellos años y de la prolongada relación epistolar y personal que seguí manteniendo con Isabel la “Grande”  -como parece que era reconocida en los círculos académicos londinenses por el empaque de su figura-
         Isabel de Madariaga ha legado a la Biblioteca Nacional de España una considerable colección bibliográfica sobre Rusia en la Edad Moderna (siglos XVI-XVIII). Un gesto que corona una trayectoria profesional infrecuente. Per ardua ad alta.

(Este Obituario se publicó anteriormente en El Imparcial)                                     

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