Víctor Morales
Lezcano
Tengo la impresión de que la aportación
historiográfica de Isabel de Madariaga (1919-2014) no ha sido suficientemente
valorada en España.
Cierto es que la trayectoria vital de
la que fue hija de don Salvador de Madariaga y de Constance H.M. Archibald
contribuyó a que Isabel fuese una historiadora “desdibujada” para la tradición
historiográfica española.
Los avatares internos de España, entre
1898-1939, no solo repercutieron en la vida de don Salvador -que se instaló en Oxford a partir de 1937,
luego de una activa participación en la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra
(Suiza)-, sino que todo el pequeño núcleo familiar del ilustre polígrafo se vio
afectado por aquellos avatares, particularmente por los que maltrataron España
miserablemente entre 1931 y 1939.
Isabel, empero, mostró desde joven una
inclinación a las relaciones internacionales de Europa durante el siglo XVIII,
como lo demuestra su primera monografía de fuste: Britain, Russia and the Armed Neutrality of 1780, publicada en 1963
(Yale University Press). Rusia, en efecto, se constituiría en el eje de
rotación de la que sería eximia profesora (emérita, a su jubilación) del
Instituto de Estudios Eslavos de la Universidad de Londres.
Tanto la consagración de Isabel al
estudio, docencia e investigación de la Rusia moderna, como el hecho de que sus
aportaciones publicísticas se editaran en lengua inglesa, fueron otros factores
causantes del desdibujamiento al que acabo de referirme poco antes. El hecho
comprobable de la escasa productividad de la historiografía hispana en el campo
de las relaciones internacionales, vistas en perspectiva, fue otro factor
contraproducente para la valoración objetiva de su obra entre nosotros.
La segunda gran aportación de Isabel de
Madariaga a la biblioteca universitaria
de Gran Bretaña centrada en el mundo eslavo tardó en aparecer, aunque la espera
lo valiese. En 1981, la editorial
Weidenfeld and Nicolson dio a la luz Russia
in the Age of Catherine The Great. Esta sólida contribución
historiográfica tuvo -¡finalmente!- un eco editorial en España: Catalina la Grande. La Rusia Europea
(Espasa-Calpe, 1994). Isabel estaba
entonces en el apogeo de una notoria
capacidad intelectual, servida por su fecunda trayectoria vital y posesión de facultades
útiles para el trabajo: constancia en su dedicación historiográfica
especializada; conocimiento de lenguas
-alemán, francés y ruso (amén del castellano y del inglés)-; y last but not least, mente clara.
Cuando parecía que había culminado su
carrera, Isabel volvió a sorprender a los cenáculos profesionales con otro
aldabonazo biográfico: Ivan The Terrible
(Yale University Press, 2005; hay traducción en castellano: Alianza ed., 2008).
Una advertencia se impone en este momento de la escueta semblanza que publica
hoy El Imparcial: ni Catalina la
Grande, ni tampoco Ivan el Terrible, son estrictamente biografías. En ambas,
sendos personajes históricos no lo son todo. El marco interior de la (euro-asiática, feudal, y finalmente
bolchevique) Rusia de todos los tiempos, junto con el análisis del entramado
diplomático, bélico y cultural del viejo mundo, constituyen dos coordenadas esenciales
en la aproximación de la autora al estudio del mundo centro-oriental europeo.
Isabel de Madariaga fue nombrada
miembro de la Royal Academy en Londres y correspondiente de la Real de la
Historia en Madrid. Murió hace pocos meses, manteniéndose lúcida y amigable.
Puedo garantizarlo. La estancia del autor de esta semblanza en Inglaterra, a lo
largo de un par de años, le permitió tratar a Isabel. En realidad, siempre fui
acogido con aprecio por don Salvador, Isabel y algunos de sus amigos en Londres
y Madrid (que habían cursado juntos el bachillerato en el Instituto-Escuela). Conservo una huella imborrable de aquellos
años y de la prolongada relación epistolar y personal que seguí manteniendo con
Isabel la “Grande” -como parece que era
reconocida en los círculos académicos londinenses por el empaque de su figura-
Isabel de Madariaga ha legado a la
Biblioteca Nacional de España una considerable colección bibliográfica sobre
Rusia en la Edad Moderna (siglos XVI-XVIII). Un gesto que corona una
trayectoria profesional infrecuente. Per ardua
ad alta.
(Este Obituario se publicó anteriormente en El Imparcial)
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