Julia Sáez-Angulo
21/08/18 .- MADRID .-Ana Queral es
una pintora cubano-mexicana-española, pasada por los Estados Unidos de América, USA, y residente en Madrid.
¿Quién da más? Cuando fue a registrarse en España y le dijeron que solo podría
hacerlo con dos nacionalidades se encontró con un dilema mayor que el de Edipo
ante la esfinge. ¿Qué doble nacionalidad tomar, si su cuna era Cuba y no quería
renunciar a la tierra que le vio nacer, porque eso es algo telúrico, como un
destino, ni renunciar a México, donde creció, se educó con sus padres y se hizo
odontóloga, después haber pasado por los Estados Unidos, donde estudió Bellas
Artes.
Con el candor y la osadía que le
caracterizan, Ana Queral Quesada, (La Habana. Cuba, 1948) le pidió al funcionario español que hiciera una excepción con la ley y que le
diera la triple nacionalidad de cubano-mexicana-española. Ella le juraba que
guardaría el secreto para siempre y no
se lo diría a nadie. El funcionario, que había caído en las redes de su
sonrisa, no se impacientaba y le explicaba con calma que eso no era posible.
Ana le insistía: ¿Y no podrían ser dos
pasaporte, uno cubano-español y otro mexicano-español? ¿Cómo cree usted que voy a renunciar a mis raíces cubanas de las que me
siento orgullosa, no lo comprende? Finalmente se resignó a tomar la doble
nacionalidad de su marido, el periodista Regino Díaz Redondo, que dirigió muchos
años el Excélsior, célebre diario de
México.
Cuando Ana se alejaba, el funcionario la seguía con la mirada y sonrisa alelada.
Cuando Ana se alejaba, el funcionario la seguía con la mirada y sonrisa alelada.
Ana Queral mandó edificar en el
residencial barrio de La Moraleja una gran vivienda rodeada de jardín a la que
llamó Casa del Sol. Se la encargó al
arquitecto mexicano que construyó el nuevo Museo Nacional de Antropología de
México. Una casa de libro de arquitectura, con una piscina interior
espectacular. Allí pintaba y exponía en un taller descomunal y recibía los
miércoles en la mañana a sus amigas pintoras: Beatriz Márquez, Cuchi de Osma,
Elisa Mancini, Mercedes Gallizo, Charo González, Celia Argüello y Rina
Agranatti… De vez en cuando me invitaban a verlas. Pintaban juntas, hablaban
juntas, se reían juntas y comían juntas en un comedor inmenso, decorado con
grandes cuadros como murales de Ana Queralt. Todo tenía en esa Casa del Sol la
escala grande de América.
Mientras las damas pintaban y
departían, el marido, Regino Redondo,
que tenía un espacioso despacho, casi oval, con las tres banderas: dos de
España, la nacional y la republicana -era hijo de maestra española exiliada-
que convivían en armonía, y la México que lo arropó desde los cuatro años en
que el niño que llegaría a periodista, desembarcó y pisó suelo azteca. Allí
leía y escribía artículos y sus memorias, que quizás algún día veamos
publicadas.
Ana Queral, que ejerció de dentista
en México DF, conoció a Regino en su consulta, cuando el periodista la llamaba
Doctora. Ambos acabaron casándose en la hermosa catedral mexicana en la plaza
del Zócalo, ante el obispo de la ciudad como testigo eclesiástico. Ella me
mostró en su día el álbum de fotos y eran todo un reportaje del acontecimiento.
Ambos iban a un segundo matrimonio que fue feliz hasta que Regino nos dejó hace
dos años.
Dibujar y pintar El Quijote, libro de
Cervantes, le llevó un empeño de tres años, como una obsesión más allá del
centenario. Llegó a editar un libro con los resúmenes personales de sus capítulos. Hoy su serie figura en el Museo Cervantino de Guanajuato (México), el mejor del mundo en su género. Sus obras, repletas de dibujo e ilustración y
color de la pintura, itineraron por
distintas ciudades aztecas.
La pintora cubano-mexicana-española
tiene un lado ascético/místico y le gusta hablar de Dios con todos, incluido el
cura de su iglesia. Lee libros y le gusta la teología. Su lado ascético/místico
se acendró cuando las monjas carmelitas de Villanueva de la Jara (Cuenca) junto
al arquitecto Luciano Moreno le encargaron hacer un museo teresiano en la
antigua Casa del Capellán, para difundir la figura de Santa Teresa de Jesús y
sus escritos. Las monjas le daban cosas: un cuadro, un reclinatorio, una jarrón…
Ana, iluminada por la santa de Ávila, les dijo: Miren hermanas, yo así no hago ningún museo porque sería como todos. Lo
mío es hacer un museo diferente a base de instalaciones. Confiaron en ella,
y Ana Queral concibió el Centro de Interpretación de las Moradas de
Santa Teresa, libro de la escritora abulense y primera doctora de la
Iglesia. Vale la pena una visita para verlo porque está lleno de gracia y
sugerencias, incluso con acentos de humor de corte hispano. Hoy peregrinan y visitan el museo muchas iglesias y
parroquias, porque es un museo muy singular, junto a la fundación número trece de la santa carmelita fundadora.
Ana Queral quiso vender la Casa de Sol, al cabo de los años, porque se dio cuenta de que era demasiado grande en Europa para dos personas,
pero antes quería comprar otra. Cuando yo le hablé de una, paralela a la mía de
400 metros cuadrados, ella exclamó: ¡eso es enano para mí y mi atelier de pintura!
Las amigas le decíamos: tu casa no la comprará nunca un español, sus espacios
son demasiado americanos, hollywodenses, abiertos…
¡es imposible!, pero a algún extranjero pudiera interesarle su distribución sin
paredes, asalonada y dispersa. Prácticamente no había más que un dormitorio,
gigante, eso sí. Las amigas nos equivocamos. Un empresario español riquisísimo se la compró con mobiliario
incluido, fabricado ad hoc, porque a su esposa española le gustaba mucho. ¡Qué plancha! Ana sigue viviendo a las afueras de Madrid, en Alalpardo, en otra casa grade diseñada a su modo con el estudio de pintura tal y como soñaba..
Ana pinta con brío y seguridad.
Abstracción y figuración se alternan en distintos periodos y etapas. Sus cuadros rojos y
dorados, tras un viaje a China, son bellísimos. Sus negros alcanzan la
profundidad abismal en medio del rojo. Sus instalaciones sobre temas como Alicia en el país de las Maravillas o Alicia detrás del espejo, de Lewis Carroll
tienen la gracia del acento mexicano, con sus excesos y picardías dentro.
Todavía no se han expuesto en España y debieran hacerlo. Su serie escultórica
de sillas intervenidas o manipuladas son de lo mejor de su obra. Algunos
coleccionistas le piden otro ejemplar, pero ella dice que la serie acabó, que
ella ya está en otra onda. Conserva una como testimonio para sus exposiciones
retrospectivas. La próxima vez que lo haga, intentaré robársela por la noche.
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