Julia Sáez-Angulo
20/10/2021.- Madrid.- El periodista Miguel Platón ha presentado la segunda edición muy renovada, por enriquecida con nuevas investigaciones y datos, su libro “El primer día de la guerra. Segunda República y Guerra Civil en Melilla”, en la librería Gaudí, a la que el autor calificó de especializada e imprescindible en Historia.
El libro, que fue publicado en su primera edición por la Ciudad Autónoma de Mellilla, lo ha sido en su segunda edición por la editorial Calambur.
Miguel Platón Carnicero (Melilla, 1949) dijo que habían sido cinco años de investigación en archivos militares y civiles, para recaban la nueva información que enriquece la segunda edición del libro. Todo lo que sucedió el 17 de julio de 1936 en Melilla no fue casualidad, sino una concatenación de hechos que modificaron y acabaron con los planes conspiratorios primeros del general Mola y de Franco. Se han repetido muchas falsedades y tópicos, entre ellos por el mismo profesor Ángel Viñas.
No se luchó contra la República, sino contra el secuestro de la democracia que le impuso el Frente Popular para establecer una censura férrea sobre la prensa y no permitir la publicación de los continuos asesinatos que se producían en las calles. El colmo fue con el asesinato del parlamentario José Calvo Sotelo, por socialistas y con la responsabilidad del PSOE, cuando la República prohibió hablar de asesinato y solo de su encuentro muerto en la calle. De ahí el secuestro y cierre del periódico “Ya” por el gobierno republicano. Se aludió también a otros campos de la férrea censura republicana, superior a la franquista.
En principio no se luchó contra la República, pues algunos Tercios (hoy la Legión Española) luchaban con la bandera tricolor, hasta que en agosto de 1936 se optó por la bandera roji-gualda del la I República, para concitar voluntades. Mola y Franco también lanzaron en los primeros momentos vivas a la República. La revista “Time” dio, en portada, una imagen con Azaña, Mola y Franco todos ellos luchando por la misma bandera de la República.
El coloquio, entre los asistentes, historiadores y profesores, fue animado precisando nombres de personas y sus actuaciones y se comentó también el bajo presupuesto y/o deficiente administración de Asuntos Exteriores, para atender los cementerios de soldados españoles fuera de España. A diferencia de los Estados Unidos que mantiene impolutos los cementerios de sus soldados fuera del país.
Resumen base de la primera edición
Durante la primera mitad del siglo XX, y siempre en la segunda quincena de julio, el centro de gravedad de la historia de España pasó tres veces por Melilla: en 1909, 1921 y 1936. Ninguna coyuntura fue tan crítica como la última, cuando una guerra civil de casi tres años comenzó, de manera imprevista y un tanto desconcertante, a la 16:20 de la tarde del 17 de julio, con un amago de enfrentamiento entre veinte hombres armados, de los cuales sólo uno conocía lo que estaba pasando. Un sargento legionario portugués fue el organizador de la primera fuerza movilizada, sin saber para qué. En la ciudad había amplia mayoría de izquierda y parte del escaso público que estaba en la calle, durante esa calurosa tarde de verano, escuchó con escepticismo y hasta alguna burla la proclamación del estado de guerra. Durante horas, los militares rebeldes se encontraron aislados. Sólo controlaron la ciudad cuando llegaron, desde el vecino Protectorado, unidades de la Legión y Regulares, integradas en gran medida por extranjeros. Fueron precisamente un sargento y un soldado marroquíes los primeros muertos de la Guerra de España, caídos en suelo de su país apenas dos horas después del inicio de la sublevación.
Pasaron horas antes de que el director de la conspiración, Emilio Mola, y el general que debía iniciar el movimiento, Francisco Franco, supieran que la sublevación había empezado; en contra de los planes del segundo, que no había previsto comenzar antes del 20 de julio. No menos sorprendido fue el Gobierno de Santiago Casares Quiroga, puesto que no había precedente de unidades del Norte de África implicadas en una rebelión. Unos y otros actuaron con torpeza durante unas horas cruciales y no tomaron medidas que hubieran podido resultar decisivas, con lo que el alzamiento militar tuvo éxito a medias y antes de 48 horas derivó en guerra civil.
Se dice que, a lo largo de la Historia, esta ha sido siempre escrita por los vencedores. Así ocurrió con la guerra "incivil" española después de finalizada la contienda y así vuelve a ocurrir ahora que los vencedores de entonces son los vencidos de hoy. Las crónicas van por oleadas y, en muchos casos, por intereses e ideologías cautivas. No hay más que ver la Historia que se enseña hoy a los niños y jóvenes en Cataluña, convirtiendo una lucha pasada por los derechos de sucesión y los fueros, en una lucha por la independencia. La objetividad nunca es completamente objetiva cuando se trata de mirar los hechos y contarlos. Ni siquiera en las personas más cultas. Todo está teñido de tintes emocionales y circunstanciales. Nada es verdad ni mentira, decía Campoamor, en una frase convertida con el tiempo en un refrán. Lo cierto es que hoy hay mayores posibilidades de investigación contrastadas, pero siempre ocurrirá, como ocurre con la Conquista de América, versiones contrapuestas y adulteraciones según las diferentes miradas y también la ignorancia. Los hechos, eso sí, nunca se pueden juzgar con los valores imperantes actuales, sino con los valores, moral y costumbres del tiempo en que sucedieron. El levantamiento y posterior dictadura está aun muy cercano, aunque vaya a pasar un siglo del evento.Fue duro, terrible, lleno de fanatismo por parte de unos y otros, antes y después. Hay que cerrar heridas. A veces escucho himnos republicanos e himnos nacionales, como se llamaron en la época y ambos pueden emocionar. Muchos lucharon con ilusión y lealtad en ambos bandos. Muchos perdieron la esperanza y la vida. Ojalá no se vuelva a repetir algo que dejó tanta muerte y tantas heridas en la sociedad española. O, como ocurrió en la segunda guerra mundial, en todo el planeta.
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