Julia Sáez-Angulo
13/7/25 .- El Escorial.- Cuando mi hermana Elisín cumplió cuatro años y comenzó a ir a la escuela, me desplazó de mi trono. Ella pasó a ocupar la altura de los hombros de mi padre y yo iba en el suelo agarrada a su mano. Caminábamos por la senda de las tapias de las huertas, paralela al río Yalde, porque era un atajo, y con papá no había peligro.
Un día, la maestra de párvulos, doña María, una buena profesional, pero algo seca y rarita, le dijo a mi padre que los niños estábamos pasando frío en la escuela, porque no podía encender la chimenea. No había leña. Mi padre le dijo que no se preocupara, porque enseguida le iba a enviar una carga de leña. Al poco apareció Domingo, el peón habitual de la casa, con una carga de cepas cortadas. La maestra encendió la estufa y dijo a los niños que “gracias a Julita” tendríamos calor en la escuela. Todos me miraron agradecidos y me sentí la reina de los mares. La leña empezó a arder con dificultad y el humo invadió toda la clase. Doña María tosía y se sacudía el pecho con la mano, abría las ventanas... “¡La leña está verde!”, dijo muy seria, mirándome. Todos los niños se volvieron hacia mí. Yo, no sabiendo donde mirar, estallé en lanto.
El primer tractor que llegó a Uruñuela en los años 50 fue el de mi padre y mi tío Juanito. Lo compraron en sociedad. Era un Turner Diésel importado de Alemania, y conseguido gracias a los buenos oficios de mi abuelo Juan Angulo con el ministro riojano del Aire, Eduardo González-Gallarza, que era riojano y se conocían. Ayer, como hoy, los contactos son la clave. Según me contó mi padre, aquel año 1955 se habían importado 300 tractores, a cambio de no sé cuantas toneladas de naranjas de Valencia para Alemania.
En los 60 mi padre fue tentado por uno de sus hermanos para poner un negocio de vinos en Madrid. Dejar la agricultura y salir de Uruñuela debió de ser un estímulo para mi padre que soñaba con un mundo más ancho, desde que dejara su servicio militar. Además, eso llevaría a que sus hijos pudieran estudiar una carrera, viviendo con sus padres y evitaría pagar el colegio mayor para cada uno de ellos. Mi padre vendió varias fincas para acceder a la sociedad de vinos, pero mi madre se negó a vender alguna de las suyas, porque no veía claro el asunto.
Mis padres compraron un bonito piso en el barrio de Salamanca de Madrid, con nueve ventanas y dos terrazas a la calle, frente al parque de Eva Duarte. La luz invadía aquella casa larga y estrecha, con habitaciones que daban todas a la calle. Pero, ¡ay!, las cosas empezaron a ir mal en el negocio de vinos. Hubo que deshacer la sociedad en medio de desencuentros y todo se vino abajo. Mi padre estaba muy preocupado, nervioso, veía que había puesto buena parte de su patrimonio en aquel empeño y todo se venía abajo. Mi madre, muy deprimida, no animaba precisamente la situación. Una noche, mi padre se levantó con un fortísimo dolor de cabeza y repetía por el pasillo: “¡Os he arruinado”, ¡Os he arruinado! Yo tenía 17 años, estudiaba tercer curso de Derecho y primero de Periodismo, y me sentía impotente ante la situación. Veía a mi hermana en primero de Políticas, y a mi hermano muy pequeño. Fueron días muy duros y tristes para todos, de impotencia total. Surgió el Parkinson progresivo en mi padre, que no había cumplido los 50 años. No volvió a trabajar fuera de casa.
Aquella ruina fue un punto de inflexión en nuestras vidas. La sobriedad se instaló en la casa, aunque nunca habíamos sido dispendiosos. Había dinero para lo necesario, los estudios, pero nada superfluo, ni lujos. Empezamos a vivir solo de las rentas de las fincas de mi madre, pero, de vez en cuando, había que vender alguna para andar más holgados. Mi hermana me decía con humor: “Nosotros no vivimos de las retas, sino de las ventas” Nunca se vendería la Calahorra, por supuesto, era la joya del patrimonio materno.
Para hacer el viaje del paso del Ecuador a París, en Derecho y el de fin de carrera en Periodismo a Alemania, tuve que dar clases particulares a bachilleres, pues en casa se decía que solo había dinero para matrículas y libros. Una de esas estudiantes, no lo olvido, era la hija menor de un payaso del circo. Vivía no lejos de las Cortes.
Cuando en las siguientes vacaciones fuimos a Uruñuela, el tío Mariano Ucar Angulo, primo de mi madre y abogado del Estado en Bilbao, nos habló a solas a mi hermana y a mí, para decirnos que, ante la nueva situación económica de mis madres, debiéramos ponernos a trabajar y asistir a los cursos nocturnos en la Universidad. Nos quedamos perplejas. No sé por qué, pero nos volvieron los resabios de señoritas bien de pueblo y le dijimos, con mucha dignidad, que mientras mi madre tuviera hacienda para pagarnos los estudios, no iríamos a los cursos nocturnos de la Complutense. Nos parecía algo así como si fueran para el lumpen proletariado.
Elisín acabó sus estudios de Políticas y Derecho y yo, los de Derecho y Periodismo para encarrilarme por esa última profesión. Mi hermano también estudió Periodismo y fue adjunto a la dirección del periódico “La Rioja”. Doy fe, de que, con el tiempo, a mi hermana y a mí se nos bajaron los humos de “riquitas de pueblo”. El tío Mariano nos dio, en su día, el consejo más sensato que podía ofrecer, pero en aquel momento no supimos apreciarlo.
La vida siguió con sus avatares, dichas y desdichas, como la de todas las familias. Tuvimos los mejores padres que podíamos tener y, como dice también el Derecho, actuaron siempre “con su leal saber y entender”. Acertar o equivocarse es ya otra cuestión.
Río Yalde en Uruñuela, en momento de inundación
7 comentarios:
ADRIANA: Buen día Julia, tu historia me sigue fascinando y espero todos los días leer tu crónica correspondiente. Eres valiente al escribir los avatares por los cuales han pasado tus padres, por ende, tu y Elisín, en la época estudiantil. Gracias Julia, por hacer más llevadero este verano infernal. bss
Me encantan tus crónicas de familia.En general me encanta La Mirada Actual,la leo a diario mientras me tomo un café ,es el primer placer de la mañana.
Saludos
MAI PIRE: Esta saga me tiene enganchada
CUCHI DE OSMA: Que gracia tienes narrando los avatares familiares , eres única , ahí estamos todas y todos enganchados a la gran saga . Estoy con gran cariño acordándome de Elisa , era estupenda y siempre a Adelina y a mi nos echaba muchas flores ….
ROMSENEI : Buenas noches Julia. Muchas gracias por dar continuidad y compartir trocitos de tu hisoria familiar. Un saludo. Romseneí.
JULIA MARINA: Gracias Julia ,me encanta seguirte. He estado en la Exposición del Thyssen de la joven americana Anna Weyant ,me ha gustado . Besos
Isabel Campoamor : Qué bonita historia de familia, Julia! No sabía que fueras riojana.
Y dos carreras cada una de las hermanas! Pues ya erais estudiosas y aplicadas!
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