miércoles, 10 de septiembre de 2025

Exposición: LEICA.Un siglo de fotografía en el Fernán Gómez-Centro Cultural de la Villa





Visita gratuita

Del 10 de septiembre de 2025 al 11 de enero de 2026

 Y en Leica Store &Galley Madrid (Ortega y Gasset,34) “Magic Moments”


Mayca NÖIS

        09/09/2025.- El hall del teatro Fernán Gómez era una gran fiesta para celebrar un centenario. La icónica cámara Leica, de marca alemana, celebraba tan importante efemérides con una magna exposición. Un realización posibilitada por el trascurrir en el tiempo de la primera presentada en 1925 y que marcó una nueva forma de trabajar para los fotógrafos.

 Para la exposición se han presentado más de 170 fotografías. Una selección siempre difícil y de las que deberían duplicarse o incluso más en número de lo que representa la “mirada” captada para dejar una huella indeleble en el trascurrir del tiempo y que requiere de una pericia y rapidez incuestionable.

En este caso la historia trascurre ante los ojos del espectador “sin ser estrictamente cronológica” como indica Karin Rehu-Kaufmann, comisaria de la exposición  y Art Director Leica Gallery International “se muestran imágenes ya conocidas, momentos personales, emociones que han sabido captar con una cámara, en este caso la Leica, pero por las personas que captan ese momento que da luz visual por parte del fotógrafo”. Palabras corroboradas en la presentación del acto por la Delegada de Cultura, Turismo y Deporte, Marta Rivera de la Cruz que reflejan el trabajo efectuado en la Producción por La Fábrica con su director Oscar Becerra.

Un recorrido por el nombre de los fotógrafos: Steve McCurry, Oskar Barnack, Ernst Leitz, Elliot Erwitt, Ramón Masats, Andrea Hoyer, Jane Evelyn Atwood, Barbara Klemm, Cruce Davidson, Joel Meyerowitz, Manolo Laguillo, Cristobal Hara, Ouka Leele, Alberto Garcia Alix, Cesar Lucas,

 Federico Guidetti, Michael Erimo, Peter Turnley,Thomas Hoepker, Gerhard Binanzer, Ricard Terreé,Isabel Azkarate,Alberto Korda, Steve McCurry, Mikhael Subotzky, Eva Woolridge, Etinosa Yvonne, Agustí Centelles, Antoni Campañá, Sebastiao Salgado, Anush Babajanyan, Ranis Matar, Cartier Bresson ………

“En 1925  una pequeña cámara cambió el mundo”, este sería el resumen del cómo la mítica Leica I, revolucionaria en diseño y espíritu, porque por fín la cámara salía del estudio para “entrar en la calle”. Se podía trabajar de forma rápida, discreta en cualquier acontecimiento.

 Con esta exposición, la más amplia internacionalmente, se muestra el vínculo entre una cámara, unos profesionales y un público entregado a la visión importante de tantos temas, lugares y tiempos.

La comisaria Karin lo explicita muy bien “esto no es sólo una celebración de una cámara, sino de un siglo de conexión humana enmarcada, enfocada y para siempre Leica”

Se incluye en la muestra material inédito con una serie de selección de cámaras clásicas como la Leica I (1925) y Leica II (1932) junto a material histórico para mostrar su evolución tecnológica además de la estética.

Es interesante recorrer la exposición de “Magic Moments” en la Leica Store&Gallery  en la calle Ortega y Gaset 34 que amplia tan importantes visualizaciones con una cuidada selección de fotografías tomadas con una Leica M en las que figuran relevantes maestros del siglo XX: René Burri, Inge Morath, Marc Riboud, Elliot Erwit, Henri Cartie Bresson.

A los que se les ha unido algunos más contemporáneos como Mary Ellen Mark, Jane Evelyn Atwood. Y algunos que trabajan por espacios más artísticos y personales con la Leica como Ralph Gibson, William Klein, Paolo Nozolino. Todos tratan de captar su propio momento “mágico” y creativo valiéndose de la cámara Leica M.

Se reconoce en este espacio que en particular la Leica M ha servido para capturar algunas de las imágenes más icónicas de nuestra historia reciente. De ahí la nomenclatura de tan interesante exposición “Magic Moments”.






"Lady Ludlow", de Elizabeth Gaskell, novela traducida por Jesús Cuellar


Elizabeth Gaskell, escritora


L.M.A.
10/9/25.- Madrid.- "Lady Ludlow", de Elizabeth Gaskell, novela traducida por Jesús Cuellar Menezo ha sido publicada con pasta dura, por la editorial Alba. Se trata de una historia de las publicadas dentro de una serie en 1859.
Sinopsis .- En los primeros años del siglo XIX, Margaret Dawson, de diecisiete años, hija de un clérigo pobre que acaba de fallecer, es enviada a casa de lady Ludlow, una pariente lejana que mantiene una comitiva de jóvenes señoritas de compañía. Lady Ludlow, viuda de un conde, es una anciana elegante, antigua dama de honor de la reina Carlota, que vive aferrada a los más antiguos principios: detesta las novedades, todo lo que sea «nivelador y revolucionario», está en contra de que «los órdenes inferiores» puedan acceder a la educación y cree que «la gente de su condición no habla de sus sentimientos más que con sus iguales». 
Entre sus recuerdos destaca la historia de los trágicos amores de unos jóvenes aristócratas en el París de la Revolución francesa; y a su alrededor pulula una galería de personajes que de una forma u otra ponen en cuestión su autoridad: el señor Horner, el administrador de sus tierras, que vela desesperadamente por su maltrecha economía; el señor Gray, el joven y tímido párroco que quiere crear una escuela infantil; o la señorita Galindo, una dama venida a menos, parlanchina y metomentodo, con una frustrada peripecia romántica a sus espaldas que tendrá inesperadas consecuencias. En Lady Ludlow (1859), Elizabeth Gaskell reconstruye un mundo arcaico que habrá de acostumbrarse, tal vez de mala gana pero sin remedio, a los cambios que impone el progreso. Muy cercana a la atmósfera de Cranford, la novela es un genuino y humorístico retrato de una pequeña comunidad rural en su dimensión tanto íntima como histórica. 
    Elizabeth Cleghorn Stevenson (Gaskell de casada) nació en Londres en 1810, hija de un pastor de la Iglesia Unitaria inglesa, además de archivero de Hacienda y periodista. Al fallecer su madre, fue educada por una tía en el pueblo de Knutsford, en Cheshire, que más adelante le serviría como inspiración para ambientar algunas de sus narraciones costumbristas más características, como Las confesiones del señor Harrison (1851) y Cranford (1851-1853; ALBA MINUS núm. 25). En 1832 contrajo matrimonio con William Gaskell, ministro unitario, y la pareja se estableció en Manchester, en aquellos momentos una ciudad superpoblada y socialmente conflictiva, en los inicios de la Revolución industrial. El choque que supuso el contacto con esta sociedad quedaría reflejado en varias de sus novelas, especialmente en Norte y Sur (1855; ALBA CLÁSICA MAIOR, núm. XXIV).         Durante unos años, se dedicó a su familia y a las labores de caridad y no inició su carrera literaria hasta 1845, después de la muerte de su hijo al poco tiempo de nacer. En 1848 apareció su primera novela, Mary Barton (ALBA CLÁSICA MAIOR, núm. LIV), que obtuvo un éxito inmediato y que llevó a Charles Dickens a pedirle con admiración que colaborara en sus revistas literarias. En 1857 publicó la Vida de Charlotte Brontë (ALBA MINUS, núm. 49), una de las biografías más destacadas del siglo XIX. Gaskell escribió también obras que reflejaban sus preocupaciones morales como La casa del páramo (1850; ALBA CLÁSICA, núm. CIV) o Ruth (1853), piezas breves de género fantástico como sus Cuentos góticos (ALBA CLÁSICA, núm. XCIV) y novelas más volcadas en la intimidad y la vida doméstica como Los amores de Sylvia (1863), La prima Phillis (1863-1864; ALBA CLÁSICA, núm. CIII), e Hijas y esposas (1864-1866; ALBA MINUS, núm. 66), cuyos últimos capítulos dejaría sin concluir a su muerte, acaecida en 1865 en Alton, Hampshire.


“RUSIA CONTRA NAPOLEÓN”, de DOMINIC LIEVEN. La batalla por Europa (1807-1814), editado por Acantilado


Dominic Lieven, escritor

L.M.A.

10/9/25.- “Rusia contra Napoleón. La batalla por Europa (1807-1814)”, de Dominic Lieven es el libro publicado por la editorial Acantilado, traducido por José Manuel Álvarez-Flórez.

Sinopsis de “Rusia contra Napoleón”.- En verano de 1812, Napoleón, en el apogeo de su dominio de Europa, marchó hacia Rusia con el mayor ejercito de la historia y la convicción de que la expansión de su imperio era imparable. Sin embargo, apenas dos años después sus ejércitos fueron derrotados y Rusia salió victoriosa. Gracias a un profundo conocimiento de la singular realidad social, política y económica en tiempos del zar Alejandro I, este ensayo muestra por primera vez el papel crucial que desempeñó Rusia en las guerras napoleónicas. 

    Dominic Lieven despliega ante los ojos del lector un auténtico fresco en el que tanto el emperador y los oficiales de su Estado Mayor como los soldados cobran vida. El fascinante relato pormenorizado de los acontecimientos que marcaron primero la estratégica retirada de las tropas rusas y finalmente la marcha sobre Europa liderada por el ejército del zar permite al autor desmantelar el afianzado mito según el cual la derrota de Napoleón fue el resultado del inclemente paisaje invernal ruso y señalar así el decisivo lugar de Rusia en la política europea, un lugar que incluso hoy merece la pena recordar.

    Dominic Lieven (1952) es un distinguido académico británico, conocido por su trabajo como profesor de historia rusa y de la Commonwealth en la Universidad de Cambridge, y anteriormente en la London School of Economics (LSE). Es un historiador de los imperios, la aristocracia europea, la era napoleónica y la Primera Guerra Mundial, miembro de la British Academy, y ha ocupado cargos como la presidencia del Departamento de Historia en la LSE. 



ISAAC ROSA, autor de la novela “Las buenas noches”, con el insomnio como fondo

Isaac Rosa, escritor

L.M.A.

10/9/25.- Madrid.- El escritor sevillano Isaac Rosa es el autor de la novela “Las buenas noches”. El libro ha sido publicado por la editorial Seix Barral. La novela, excelente literatura, cuenta con el insomnio como mar de fondo.

Sinopsis de “Las buenas noches”. ¿De qué serías capaz para volver a dormir? Un día cualquiera a altas horas de la madrugada dos desconocidos se encuentran en el bar de un hotel. Solo tienen una cosa en común, un insomnio corrosivo y persistente. No tardarán en descubrir que el único re-medio para sus malas noches es dormir juntos. Tras ese primer encuentro en el que por fin logran descan¬sar inician una relación clandestina de inesperada intimidad que cambiará sus vidas.

    A partir de una infidelidad en la que nada es lo que parece, Las buenas noches nos invita a mirarnos desde un lugar insólito. Porque solo observando nuestro sueño, o la falta del mismo, podemos preguntarnos si lo que nos mantiene despiertos es la causa o la consecuencia de un indudable malestar social.

    Isaac Rosa nació en Sevilla en 1974. Ha publicado las novelas La malamemoria (1999), posteriormente reelaborada en ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007); El vano ayer (2004), que fue galardonada en 2005 con el Premio Rómulo Gallegos, el Premio Ojo Crítico y el Premio Andalucía de la Crítica; El país del miedo (2008), reconocida por los editores con el Premio Fundación J. M. Lara como mejor novela del año; La mano invisible (2011); La habitación oscura (2013), Premio Cálamo, y Feliz final (2018), todas ellas publicadas en Seix Barral. En 2022 obtuvo el Premio Biblioteca Breve por Lugar seguro. Columnista de prensa, es también autor de guiones de cómic, novelas juveniles y libros de relatos, entre los que destaca Tiza roja (2020). Su obra ha sido traducida a varios idiomas y llevada al cine en tres ocasiones.



CARMEN FEIJÓO y JULIA SÁEZ-ANGULO. Conversación en el restaurante Los Montes de Galicia

Carmen Feijóo, Daniel Espasandín y Julia Sáez-Angulo

Fotos: J. S. A.

10/9/25 .- Madrid.- Nos gusta vernos, reciclarnos en nuestras vidas y cambiar impresiones, al menos una vez al trimestre, pero en esta ocasión ha pasado más tiempo, por razones que no viene al caso. Quedamos siempre en el restaurante Los Montes de Galicia (c/ Azcona, 46; 28028 Madrid), porque se come bien y nos tratan mejor. Un establecimiento hotelero regido por José Espasandín y ahora su hijo Daniel, más joven, más guapo e igual de atento. Alta cocina tradicional y gallega que vale la pena conocer y degustar. Nosotras optamos hoy por una lubina con verduras, tras unas entradas de mousse de pimiento y buñuelos de merluza.

Los Montes de Galicia -restaurante, claro- está a medio camino del estudio de la pintora Carmen Feijóo y mi casa, por eso es nuestro lugar, donde nos reservan la galería que da a una amable vereda de catalpas con sus amistosas hojas acorazonadas.

Carmen Feijóo me habla de que está a hora en la fase de retratos. Ha terminado de entregar los últimos a unos orientales residentes en Madrid y quiere comenzar los retratos de unos niños, al óleo, así como el de su adorada hija Paloma en sanguina. 

Los retratos de niños, una especialidad no siempre fácil, me traen a la memoria el de Luis I de España, s. XVIII, por Jean Ranc, que se encuentra en el Museo del Prado. 

Volvamos a Carmen Feijóo. Es curioso, porque a la pintora de Valladolid, residente en la Villa y Corte, se la conoce más por sus refrescantes paisajes de parques y jardines, así como por sus bodegones, pero los retratos siempre han estado al tiempo, aunque menos expuestos en galerías y exposiciones.

La pintora vallisoletana es socio de honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores, AEPE, institución centenaria, de la que fue tesorera durante muchos años, durante la presidencia de Wifredo Rincón, reconocido historiador del Arte. Era buenos tiempos, aquellos en que la pintora iba a diario al Círculo de Bellas Artes de Madrid, institución también centenaria, a lo que los artistas llaman “hacer mano” en el dibujo con modelo permanente, quieto o en movimiento. 

Carmen Feijóo también en miembro de honor, si no decana, de la Escuela de Deportes Apóstol Santiago, donde coincidíamos mayormente en la piscina. El tiempo, siempre escultor, ofrece también una pátina de honor y dignidad, ciertamente en el caso de la pintora.

Recordamos su continua presencia como pintora en la galería Durán, donde vendió muchos cuadros y la exposición que llevó a cabo en la galería de Julio Riquelme, donde el director la llamó para decirle que se habían vendido los 28 cuadros expuestos.

Recordar en volver a vivir y nos gusta hacerlo con los buenos tiempos. Carmen y yo volveremos a vernos antes o después de Navidad, para seguir el ritmo y el pulso de nuestras vidas.

    Más información

https://lamiradaactual.blogspot.com/2021/11/carmen-feijoo-prepara-su-gran.html

Restaurante Los Montes de Galicia

Retrato de Luis I de España (1726), por Jean Ranc. Museo del Prado




RECUERDOS AMISTOSOS.- Emilio. "Pariente del Gobernador del Banco de España". Economista y narrador. Amante de las palomitas de anís. Veraneante en La Mancha

Fallas de Valencia



Julia Sáez-Angulo

22.07.2025.- El Escorial.- Me lo presentó la escritora alicantina Carmen Payá, cuando ambos fuimos invitados por ella a la fiesta de las Fallas, allá por principios de los 80. Se llamaba Emilio, pero he olvidado su apellido. Una vez en Valencia, Carmen dijo que ella no salía, porque tenía muy vistas las Fallas, y además ella era como san Vicente Ferrer, que se sacudía el polvo de las sandalias, cuando dejaba la ciudad del Turia, con la que siempre tuvo un sutil contencioso, y además prefería Alicante, su tierra natal.

Carmen nos pidió que lo pasáramos bien nosotros y que le lleváramos algo de cena en la noche, pues no estaba dispuesta a cocinar. Poco antes de salir de su piso, llegó el señor Torrent, un vecino de la casa, que deseaba saludar a la “ilustre escritora”, según sus palabras. Carmen nos presentó a Emilio y a mí, él se hizo un lío creyendo que éramos un matrimonio y después de aclarar las cosas, lo dejamos con Carmen.

Emilio me encaminó al primer bar que vimos, para tomar una palomita de anís, combinado español que consiste en anís seco y agua fría, que al mezclarse adquieren un color blanquecino, de ahí su nombre. Esta bebida es muy típica de las zonas del Levante, como Alicante y Valencia, donde se toma como aperitivo. Se prepara añadiendo hielo al final para que no se corte la mezcla. Yo desconocía esta bebida, a la que Emilio era tan aficionado, pues tomaba unas cuantas, cada jornada.

-Bebe una palomita, Juli, ya verás que rica, me dijo.

La bebí y tuve la cabeza zumbada toda la mañana. El paseo por las calles de Valencia era una acumulación de ruido y cruce de bandas de todos los pueblos de Levante, que cuando no tocaban “El fallero”, tocaban “Paquito el chocolatero”. Poco a poco fuimos descubriendo las fallas para el fuego. Las fallas se me antojaron un espectáculo divertido entre kitsch y guiñol.

Al acercarnos a la catedral, vimos una cola enorme para la ofrenda floral a la Virgen de los Desamparados y yo quise entrar, pero el portero de aquel andamiaje, desde donde se veía el desfile de todas las falleras y bandas de los pueblos levantinos nos echó el alto. 

-Si no tienen sitios reservados, no puede pasar.

Emilio vio mi decepción o mis ganas de sentarme y me dijo: “espera un poco Juli”. Me agarró del brazo y me llevó de nuevo hasta el portero y allí me soltó. Cogió la mano del hombre, le cerró el puño y le dijo:

-Mire Ud. nosotros somos parientes del… Gobernador del Banco de España”. Pasamos de inmediato.

-¿Qué le has dado?, le pregunté.

-Un billetito de mil pesetas y el hombre está más contento que unas castañuelas.

-Nunca he visto yo una cosa igual, le dije.

-El mundo funciona así, Juli. No lo he inventado yo.

Después de contemplar la ofrenda floral durante una hora, comenzó a hacerse monótono el espectáculo.

-¿Vamos a tomar una palomita, Juli?, me preguntó Emilio.

Ya no pude más y le dije tajante:

-¡Yo me llamo Julia, no Juli!

-Uy, Juli, digo Julia, ¡qué carácter! Yo te llamo Juli, porque me parece más cariñoso.

Lo cierto es que el hombre no se acostumbraba a llamarme Julia -le parecía duro- y cargué con lo de “Juli”, que me sonaba a pueblo directamente.

Emilio se tomó su palomita de anís y yo un refresco. Fue entonces cuando me contó que era economista en un Banco, y que antes había trabajado en la empresa de automoción de Barreiros- Chrysler. El amigo de Carmen era un buen narrador y me contó numerosas anécdotas de su trabajo. Recuerdo cuando tuvo que enfrentarse a un piquete de obreros en la huelga de la empresa, pues había que preparar las nóminas de fin de mes:

-Nosotros explicamos a los del piquete de la puerta que cerraba el paso a los esquiroles, que si no preparábamos las nóminas el Banco no podría pagarles a fin de mes. El mandamás cogió un megáfono y gritó: “Compañeros, llegan los economistas de la empresa y necesitan preparar las nóminas para cobrar a fin de mes. Dejadlos pasar”.

“La palabra nómina para los obreros es como “Sésamo ábrete”, y el piquete se abrió en dos, como las aguas del mar Muerto. Yo me sentía como un Rey Mago acogido por los niños”.

Al volver a casa, Emilio tenía la lengua como un estropajo de beber tanta palomita. ¡Qué resistencia! Compramos comida para cenar con Carmen en la casa y el reencuentro resultó grato. Carmen Nos contó que el señor Torrent se le había insinuado, pese a ser vecino y conocer ella a su esposa. Emilio disparó la rechifla sobre el señor Torrent y nos reímos un poco.

    Al día siguiente, seguimos viendo las fallas en las calles y Emilio bebiendo palomitas de anís. En estas paradas etílicas me contaba cosas de su familia, en tono humano y divertido. Pertenecía a una familia manchega que emigró a Madrid. Su abuela trabajó desde los 12 años en la Tabacalera, y, cuando las cigarreras la veían cansada o medio dormida, la mandaban a tomar el aire al patio con su muñeca. A casa de esa abuela, en el pueblo manchego, iban su hermano y él a pasar el verano. “Allí disfrutábamos con todo; nos gustaba mirar a los conejos cuando copulaban”, contaba Emilio.

    La verdad es que el economista, por más que tuviera un título de la Complutense, se le veía con gracia el pelo de la dehesa.

        Vivimos juntos la noche de la mascletá, la cremá, un desideratum de gente, pólvora, fuego, llamas, estampidas... Una mujer a nuestro lado lloraba como una magdalena. "Yo es que cuando oigo el ruido de la pólvora, me emociono mucho", se justificaba.

En Madrid, continuamos viéndonos para tomar palomitas de anís y cervezas sin alcohol respectivamente. Le gustaba ir a la cervecería Portomarín, en la plaza de Lavapiés. No era fácil encontrar mesa y a veces nos tocaba una, donde servía un camarero, al que Emilio calificaba de “acémila”. Llegaba a nosotros, preguntaba elevando la barbilla y se iba sin decir nada. “Es un caso de libro, Juli”, aseguraba Emilio.

    Un día Emilio se me acercó demasiado y lo detuve. “Joé, Juli, ¡ni que yo tuviera gonorrea!”, exclamó.

    Cuando llegó el verano Emilio y yo dejamos de vernos y no volvimos a coincidir. Se perdió en el tiempo. Él y Carmen Payá han sido dos de esas personas que pasan por la vida y no se olvidan, porque dejan una estela de singularidad  y humor.

Palomita de anís

Portomarín en Lavapiés



"ARMONÍAS EN MOVIMIENTO". II Encuentro Internacional Colectivo de Artes Plásticas.