lunes, 22 de junio de 2020

Carmen Bárcena novela con éxito la vida de sus bisabuelos diplomáticos en el XIX en “La odisea de Belita”




Carmen Bárcena y Varela de Limia en la casa de Axel Munthe en Anacapri


Julia Sáez-Angulo

            23/6/2020 .- Madrid .- Para una historiadora y narradora como Carmen Bárcena, la historia de sus bisabuelos diplomáticos fue un motivo más que sobresaliente, para escribir la novela o más bien la historia novelada de La odisea de Belita (2019), unos bisabuelos, Amparo y Felipe que como buenos diplomáticos globe trotters, su vida les llevó desde Vigo a Nápoles, Capri, Pompeya, Roma, Nueva York, San Francisco, Ceuta  o Tetuán. Allí había material suficiente para una bella historia llena de avatares, siguiendo el pulso de los acontecimientos en cada momento.
            La odisea de Belita,  (diminutivo de abuelita), Una odisea en la corriente del siglo XIX, ha sido editado por Amazon e impreso en Polonia, por disposición de la misma editorial. “Mi experiencia con Amazon ha sido buena. El libro se ha vendido y está vendiéndose muy bien”, dice Carmen Bárcena y Varela de Limia (Santiago de Compostela, 1954), licenciada en Historia y Geografía, historiadora y profesora de la Universidad a Distancia (UNED), y que antes lo fuera del Instituto de Porriño (Pontevedra). Carmen Bárcena es hija del IV conde de Torre-Cedeira, título gallego que hoy ostenta su hermano Felipe Bárcena.

            Ciertamente toda vida puede ser una buena novela, si encuentra la escritura adecuada que le de vida, como en el caso de estos dos diplomáticos, él era cónsul español. Amparo y Felipe, nombres de los protagonistas, vivieron y observaron de cerca los sufrimientos de la guerra de Cuba, la llegada de los barcos de la muerte… una vida que “poco a poco se entremezcló y enturbió con la guerra de Cuba que supuso el final del Imperio Español”, al decir de la autora del libro.
            El desastre y la guerra la de Cuba en 1898, tan humillante para el ejército español que “un historiador de Carolina del Norte, especialista en esa guerra hispanoamericana, opina que produjo una humillación tan grande al ejército español, que podría haber sido la semilla del levantamiento militar del año 1936”.
            Amparo y Felipe llegaron al final de sus días a la tranquilidad de Tetuán, esa ciudad costera, placentera del norte de África, frente al Atlántico. El libro termina con el capítulo titulado La magia de Belita, después de visitar su tumba de granito al sur de Galicia.

            La novela comienza con la historia de un cuadro por el que se disputan los herederos, un retrato que atraviesa herencias, porque todos lo quieren, el cuadro de la Abuelita, que sin conocerla todos mencionan hasta derivar su nombre a Belita. Viene de finales del XIX, en años convulsos para la historia de España, aunque qué año, periodo o época no lo es.
El retrato de Belita se pintó en Roma, donde los artistas españoles se formaban en la Real Academia de Bellas Artes Española de la Ciudad Eterna, cuando ésta disfrutaba de los primeros años de la capitalidad de Italia como país unido en un reino floreciente.
Carmen Bárcena investigó en lo archivos familiares y en las hemerotecas para completar el relato de los antepasados viajeros. Cartas, postales, fotografías y recuerdos ponían de relieve la historia, que poco a poco fue granando en 349 páginas. La historiadora sabía donde acudir a las fuentes y dar vida a un relato emocionante, en el que se recuerda que “el cariño es el cemento que une a una familia y sin él, no hay familia”.
          

1 comentario:

Emilio Porta dijo...

"“...el cariño es el cemento que une a una familia y sin él, no hay familia”. Magnífica afirmación en el final del texto que invita a reflexionar. Yo siempre he creído que el cariño es un valor más puro que el amor, mejor dicho es una forma de amor verdadero. El otro amor, tan novelesco, si no deriva en cariño -- algo tan fuerte que cohesiona todo -- termina en conflicto o soledad. La pasión que envuelve, por ejemplo, el amor romántico, es ciega. Sí, el amor, ese amor, a veces es ciego. El cariño, sin embargo, siempre sabe ver. Y sostener.