jueves, 13 de enero de 2011

CRISTINA DELGADO LINACERO E INGRES


DOLORES GALLARDO LÓPEZ


En la tarde del 12 de enero, en el marco del XVIII Seminario de Iconografía Clásica - que en la tarde de los miércoles tiene lugar en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, bajo la dirección de la Profesora Dña Isabel Rodríguez- Dña Cristina Delgado Linacero, miembro del Departamento de Filología Griega y Lingüística Indoeuropea de la Facultad de Filología de la misma Universidad, dio una magnifica conferencia sobre

La pintura mitológica de Jean Auguste Dominique Ingres

En su cuidada exposición no sólo hablo y mostró algunas de las más interesantes obras del pintor, sino que en un alarde de investigación y estudio, muy poco común, nos ilustró:

1. Sobre los textos clásicos que habían dado origen a cada obra.
2. Sobre el origen y procedencia de los más importantes motivos iconográficos que aparecen en los cuadrod que eligió, abriendo de esta forma nuestros ojos una nueva y más completa visión de las pinturas.

El resumen de su intervención sería:

Ingres nació en Montauban, localidad del sur de Francia, en 1780. Dio sus primeros pasos artísticos en el taller de su padre, quien le supo inculcar su pasión por la música y por la pintura. Dadas sus excelentes facultades, su progenitor le llevó a la Academia de Bellas Artes de Toulouse, donde descubrió al gran pintor Rafael, ingresando unos años después en el taller parisino de Jacques Louis David. Fue allí donde se ejercitó en el dibujo y comprendió la importancia de las fuentes greco-romanas en la inspiración pictórica y la superioridad de la pintura de Historia sobre otros géneros artísticos.

En 1801 se independizó de su maestro, creando su propio taller y comenzando una andadura personal, siempre marcada por la lectura de los autores clásicos y por la analítica contemplación de las colecciones arqueológicas exhibidas en lugares públicos o en recintos privados. Esta afición por la Antigüedad heleno-itálica se vio sumamente acrecentada y plenamente satisfecha cuando en 1806 marchó a Roma con una beca concedida por la Real Academia Francesa. Allí permaneció durante 18 años. En 1824 regresó a París, estableciéndose en la capital francesa hasta su muerte en 1867, tras un breve período de 6 años (1834 – 1840) como director de dicha institución en Roma.

Las obras de tema mitológico o clásico

Los embajadores de Agamenón en la tienda de Aquiles (1801), Edipo y la Esfinge (1808), Júpiter y Tetis (1811), o Antioco y Estratonice (1840) son obras de temática clásica.

Los héroes de La Ilíada están presentes en las figuras de Aquiles y Patroclo, Ayax, Ulises y Fénix plasmadas en el primer lienzo según la narración de Homero y siguiendo modelos escultóricos de piezas conservadas en los museo romanos.

Lo mismo puede decirse del gran dios del Olimpo, trasunto de la imagen del Zeus de Olimpia, y de la hermosa nereida que le suplica a sus pies, basada en mujeres implorantes de la cerámica griega, recogidas por el propio pintor en dibujos y bocetos.

Por otro lado, bajo el pincel del autor, Edipo representa, como antaño, el triunfo de la inteligencia sobre la barbarie encarnada por la monstruosa Esfinge, y la reina Estratonice, bañada en un haz de blanca luz, revive su romántica historia con el postrado Antioco, enfermo de amor por ella como relatan Plutarco o Luciano en los primeros siglos de la Era Cristiana.

Los retratos

Ingres pintó numerosos retratos concebidos bajo la influencia del mundo clásico:

Napoleón I en su trono (1806) refleja de nuevo la estatua del Zeus de Olimpia, conocida a través de la obra de Pausanias y tomada por el pintor de un grabado de Antoine Crisóstomo de Quatremere.

La Condesa de Haussonville (1845) remite a la estatua de la diosa Pudicitia romana, de pose recatada y pensativa.

Madame de Moitessier (1856), con su exuberante vestido floral, podría ser referencia de las diosas Flora o Juno, ejemplo esta última, de esposa que con sus bellos atavíos seduce a su divino marido.

Los desnudos

Sin duda en los desnudos es donde Ingres mejor representa la belleza femenina como ideal estético.

La Venus Anadiomena (1807 – 1848) o La Fuente (1856) constituyen una visión de la pureza e inocencia de la diosa Afrodita, personaje favorito del pintor tras leer el Himno Homérico dedicado a ella.

En La Gran Odalisca (1814), la modelo no es otra que la misma diosa rodeada de joyas y de telas preciosas quien, como narra el poeta griego, espera a su amado Anquises en la habitación de un moderno serrallo.

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