miércoles, 17 de febrero de 2016

Antonio López, Julio López Hernández y Francisco Calvo Serraller: Conversación en Palacio Real de Madrid






Julia Sáez-Angulo

         Los artistas Antonio López y Julio López Hernández y el profesor de Historia del Arte, Francisco Calvo Serraller, han sostenido una conversación sobre el realismo y el retrato de la Familia Real pintado por Antonio López en Palacio Real de Madrid.

         El acto clausura las conversaciones “En torno al arte contemporáneo”, que han tenido lugar tras la inauguración de la exposición Arte Contemporáneo en las Colecciones Reales, que tiene lugar en Palacio Real y que se prolonga hasta después de Semana Santa.

         El término “realismo” lo utilizó por primera vez el pintor francés Courbet, cuando, cuando no conforme con la selección oficial del Salón oficial, expuso su obra en un pabellón en el que decía Le Realisme. Courbet, señaló el profesor Calvo Serraller.

         Se recordó que la figuración realista surgió en el XIX como lucha, junto a las vanguardias, para sobrevivir en el XX como un arte comprometido. “En arte, lo real tal vez solo sea la base, pero es lo real”, se dijo, a lo que López Hernández añadió que habría que añadir un poco de sublimidad al realismo, algo en lo que no estuvo del todo de acuerdo Antonio. “El bodegón de Sanchez Cotán es solo presencia”, puso como ejemplo. “Lo real es también un acto de humildad” “un compromiso con la forma”, se añadió.

         Antonio López señaló que “el realismo no tenía tanto prestigio y se lo consideraba inferior, porque desde los griegos y Platón, el arte ha tratado de transformar el mundo real”. “El realismo asusta como una mala mujer. Es un arte peligroso. Su forma de verdad es peligrosa”, añadió el artista de Tomelloso.

         “Hay aprensión ante la representación palpitante de realidad. Desde Platón, el realismo ha producido siempre miedo”, señaló Calvo Serraller.
         “Parece que el arte tuviera que elevarse al mito o al paraíso perdido”, dijo Antonio López.

Un tercer retrato de la Familia Real

         El análisis y comentario del retrato de la Familia Real que Antonio López pintó durante varios lustros a la familia directa del rey Juan Carlos I, llevó buena parte del debate posterior.

         Se quiso hacer el retrato de una familia heráldica sin que pareciera heráldica. Es una obra soberbia e incomprensible para muchos. Que los artistas no tienen por qué cargar con las opiniones de los críticos. El realismo aquí es tremendo. Son figuras tangibles en una atmósfera espectral,  señaló Calvo Serraller.

         Julio López Hernández subrayó la extraña luz del espacio y el aire que circula por él.
         Antonio López reconoció que en principio le asustó el encargo del retrato por Patrimonio Nacional, porque le hacía salir de su mundo íntimo. Que se tranquilizó cuando pensó que tenía que pintar “una familia española”, aunque fuera la familia real.

         Insistió en que su preocupación máxima era que el cuadro fuera pintura/pintura, ya que tuvo que trabajar con fotografías. Más que el aire, quiso que hubiera presencia, subrayó. Que se ayudó mucho de la noción de escultura para tratar de dar presencia a los personajes representados; que pintar las sombras le ayudó a darles esa presencia sólida en medio de algo evanescente. Que son cinco personajes escultóricos y al mismo tiempo pintura/pintura. Que fue captando el color del espacio a base de sus continuas visitas al palacio real, donde pintó el cuadro, en primer lugar en el invernadero. Que el color se le iba quedando en las retinas. Que dejó a propósito algunas cuadrículas del dibujo en el cuadro, porque desde el principio estuvieron ahí y ayudan a ver y comprender al espectador.

         Es el tercer retrato de Familia Real en la historia de la pintura española, después de Las Meninas de Velázquez (en las testamentarías se le denominaba “La Familia”, y después del La Familia de Carlos IV, pintado por Goya.

        


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