10. 05. 2025 .- Madrid
Recuerdo mi primer cuento, cuando tenía trece años, una historia a lo Romeo y Julieta, pero en vez de Capuletos y Montescos, entre dos jóvenes españoles, hijos de nobles partidarios, unos, de Isabel de Trastámara, futura Isabel I de Castilla, más conocida por Isabel la Católica, y los otros, de Juana la Beltraneja. Fue un arranque en mi escritura, por poner un punto del comienzo. Dicen que siempre se empieza escribiendo o pintando “a la manera de”. Yo lo hice emulando a Shakespeare en un argumento. Más adelante, conviene “matar al padre”, siempre soltarse, buscar el propio camino, el propio estilo, sin caer en la cárcel del mismo. Hay que tener unos padres de referencia literaria o artística, porque si no seríamos ingenuos, naif. En la literatura, en las artes, venimos de una tradición y esa es la que nos da la base y nutre, aunque luego la trufemos de otras culturas o tradiciones, que procesamos en nuestro interior, en nuestra mente ya más elaborada base de estudio y lecturas.
Todo lo que tenemos es prestado. Hay que ser humildes. Desde el alfabeto al vocabulario y la lengua como filosofía de pensamiento, nos viene de atrás, de nuestros antepasados y ancestros en ese campo en el que nos encontramos. Una escritura, una lengua y una literatura no se improvisan, tienen raíces, en nuestro caso, en los primeros balbuceos de la lengua castellana en las Glosas Emilianenses, donde encontramos el primer vagido del castellano, al decir del poeta Dámaso Alonso. Curiosamente en esas mismas Glosas Emilianenses -hubo unas anteriores, las Glosas Silenses (del monasterio de Silos), que para nuestra vergüenza se encuentran en Inglaterra- está también el primer eco escrito del vasco. El medieval Gonzalo de Berceo andaba cerca del monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja), donde aparecieron las citadas glosas. Nuestra lengua castellana, lengua romance, hija directa del latín, tiene muy buena cuna, como para estar orgullosos de ella.
Aunque comencé en el periodismo activo dentro de la sección de Internacional con todo su interesante juego de geopolítica y geoestrategia, mis colaboraciones a la sección de Cultura eran periódicas, por lo que el director del diario, Alejandro Armesto, acabó otorgándome la jefatura de esa Sección Cultural, donde la literatura, el teatro, las Bellas Artes, el cine, la música, la danza, los libros de todo tipo… dan juego a una sección que va más allá de la vida real, aunque provenga de ella.
El Ministerio de Cultura fue mi destino laboral más prolongado y dentro de él tuve la mayor ocupación en informar sobre las exposiciones de Bellas Artes, que tenían lugar en los museos y las salas de exposiciones de los bajos de la Biblioteca Nacional, hasta que se inauguró el Museo Reina Sofía (1992), concebido por la ministra Soledad Becerril -una dama que sabía escuchar- con todos los fondos de arte contemporáneo de que disponía España, con más de una laguna notoria en el arte contemporáneo, que vino a colmar la adquisición de la colección de arte del Barón Thyssen-Bornemisza (1993), con su riqueza de pintura impresionista, expresionista alemana o norteamericana, paisajística y pop.
He conocido a varios ministros de Cultura, cada uno con su estilo e impronta. Además de la citada Soledad Becerril, destacaría a Jorge Semprún, escritor inteligente y con clase, capaz de dejar el ministerio a las seis de la tarde para ir a los toros en San Isidro o para tener vida privada. Como señala Carolina Herrera: “todo lo que sea trabajar más allá de nueve a seis, es falta de organización” y “gasto de luz”, como me señaló en otra entrevista, en su día, Josep Meliá.
Las Bellas Artes tienen una atracción visual y un vocabulario tan propio y sonoro, que siempre disfrute escribiendo sobre ellas. Mi función de crítica de arte da satisfacciones. Hoy ostento con orgullo ser vicepresidenta de la Asociación Madrileña de Críticos de Arte, AMCA y miembro de AICA, la asociación internacional.
Los personajes de la cultura parecen dar más consistencia y permanencia a la vida, que la política hecha de hombres y mujeres coyunturales, que acaban en el olvido, cuando no en la trena, dados los numerosos casos de corrupción que se nos provee en todas las legislaturas.
Narrativa breve
La escritura de narrativa breve, cuentos y relatos, ha sido el género literario al que más me he dedicado, seguramente porque la distancia corta es más rápida e inmediata, como lo es el artículo o la crónica periodística. La novela -que también he practicado en seis títulos- requiere largo aliento y una concentración mayor, que el relato breve. En España, el relato breve no ha gozado de prestigio o aceptación hasta años más recientes, mientras que en Estados Unidos y en Hispanoamérica hay nombres relevantes como Ernest Hemingway, J.L. Borges, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, Bioy Casares o Augusto Montenegro, que han ofrecido cuentos de gran altura.
Sobre la distinción entre cuento y relato hay mucho que hablar, para acabar siendo indistintos en el presente. Yo me aferro a que el cuento conlleva mayor invención, fantasía o imaginación, es más circular o cerrado, mientras que el relato cobra un aire de suceso más o menos real y verosímil. El estilo y la cualidad literaria en cada uno de ellos mostrará la superioridad de uno u otro género. Me gusta citar a Ana María Navales y a Soledad Puértolas, como maestras de la narrativa breve, que nos han dejado libros soberbios sobre este género. Siempre me ha interesado la literatura de mujeres contemporáneas, seguramente por aquello de ser congénere.
El microrrelato -microficción llaman otros- ha sido también un descubrimiento gozoso en la escritura. Aprendí las primeras técnicas del escritor argentino Jesús López Cisneros (Buenos Aires 1949), Director del Centro Argentino de Lingüística Aplicada en Buenos Aires, en un curso que impartió en la desaparecida Fundación FIART. El estilo, con frecuencia sincopado de las frases, permite un ritmo singular. que puede llegar a condensar una historia de siglos. Sueños y roleos ha sido el título más reciente de mi escritura breve. Se publicó en 2023.
Detrás de cada vida se asienta una posible novela, por eso me ha gustado escribir, dar forma a las memorias de algunas personas. Es como desentrañar e hilar los pasajes vitales y cronológicos de un ser humano. Yo lo he hecho en varias ocasiones y libros; he disfrutado con ello. Es otra salida peculiar de la escritura, que puede dar alegrías.
La poeta Carmen Silva Velasco nos dinamizó a un grupo de escritores durante los años 2013 -2019 en torno a la revista Troquel, que tuve el honor de coordinar y dirigir en algunos números. Fue una experiencia feliz, que permitió entrar en contacto con otros colegas de la escritura y ver publicada una panoplia de la creatividad en el campo de la poesía y el relato corto. También publicamos dos libros de interés en esta etapa: Cuentos para el tiempo de Navidad (2018) y El arte de narrar (2018). El Ayuntamiento de Boadilla del Monte fue el patrocinador de estas alegrías editoriales, que terminaron.
El periodismo es un género literario estimulante y maravilloso. Yo me encuentro en él como pez en el agua. Un periodista es simplemente un escritor literario, ha venido a decir Luis María Anson, con toda la razón del mundo. Un artículo, una crónica, una columna de opinión, un editorial, una entrevista, un reportaje… son géneros que pueden encerrar grande y hermosa literatura. Las mejores firmas literarias se esconden hoy en el columnismo periodístico, señaló también el citado académico. Ello explica que, con frecuencia, las publicaciones periodísticas se arracimen en un libro, para condensar un trabajo literario que podría perderse en la dispersión de una hemeroteca. El libro es aglutinante de lo volandero. En ese sentido de lo disperso en crónicas diarias, cabe decir que literatura viajera también ha dado agrupaciones de libro. He publicado crónicas porteñas, jerosolimitanas, escurialenses, neoyorquinas… y con ellas he confeccionado libros como “Crónicas viajeras. Buenos Aires y Jerusalén” (2022), libro que siguió a los dos anteriores titulados “Historias y personajes del Norte de África” I y II (2009 y 2021), respectivamente. Estas historias nacieron con frecuencia, de experiencias viajeras por los países de nuestros vecinos del norte de África. Espacio Cultura era el nombre de la editorial que los publicó, dirigida por un profesional generoso en la edición, como es José Luis Pardo Caeiro. Su nombre bien merece salir en negrita umbraliana.
La escritora María Antonia García de León suele invitar a sus colegas a participar con su opinión en algunos de los libros que publica. Generosa ella, me ha invitado a comunicar mi experiencia de reclusión forzosa durante la epidemia del covid-19 en su libro Amar América (2020) o El yo sitiado (Diario de 2020), editado en 2021.
Resultan curiosas y de agradecer estas breves participaciones en libros ajenos. La citada escritora nos convoca también a participar en su Club de Escritoras en la Casa de Castilla-La Mancha. El tema de las conferencias y mesas redondas dan juego para encuentros y debates entre autores y autoras. “Escritoras viajeras” fue uno de los temas abordado por cuatro mujeres en el Ateneo Escurialense, coordinado por Pilar R. Serna.
El ámbito de la escritura es variopinto, desde la creatividad solitaria en el despacho gabinete o mesa del comedor, donde acaban trabajando muchas mujeres, hasta los conversatorios y coloquios en los foros institucionales. Todo un proceso de tiempo de silencio y tiempo de hablar o manifestar. Yo no diría que escribir es llorar, como señaló Mariano José de Larra, pero ciertamente no suele ser un medio de enriquecerse, en líneas generales. La cultura se recibe y administra gratuitamente en la mayoría de los casos. Madrid es una ciudad generosa para oyentes o espectadores en este campo, como lo demuestran las numerosas convocatorias abiertas de conferencias o presentaciones de libros que ofrece cada día.
De premios y galardones se puede hablar. Como bien señalaba el astuto y desaparecido editor José Manuel de Lara, fundador del Premio Planeta: los premios están para descubrir lectores más que autores. Hay compradores de libros para regalar que demandan el último premio Nadal, Primavera, o similares. Galardones, sin pago alguno, abundan más y estimulan igualmente a los agraciados. El más reciente jurado
del premio Dulcinea en el que intervine, se falló por unanimidad a favor de Teresa
Pacheco Iniesta, agraciada con una preciosa cerámica de Talavera con su nombre
inscrito. Estimulan y se agradecen los premios y galardones.
Yo he tenido el honor de recibir el Dámaso Alonso de la Tertulia El Rastro; el Adobe de Oro del Museo Eugenio López Berrón; la Medalla de Oro Mayte Spínola; Premio Mario Saslovsky 2021; uno de minirrelatos sobre Portugal, en la Feria del Libro de Madrid…En fin, quien no se contenta es porque no quiere.
El don de la escritura es de agradecer a la fortuna y a la providencia. Escribir es
una necesidad como el respirar, para muchos de los autores que lo hacemos, por eso,
muchos de nosotros no sufrimos ante la página en blanco. No hay otro secreto que leer
mucho de lo que otros escribieron y corregir aún más de lo que se ha escrito. Borges y
otros muchos se enorgullecen de lo que han leído, más que de lo escrito. ¡Bien hecho!
Quise hacer un homenaje a los libros que me habían interesado o gustado
especialmente y para ello me permití escribirlo en la novela La lectora de la condesa (ebook libros. (2010). Guardo fidelidad y fervor por autores italianos como Antonio Tabucchi o Dino Buzzati. La novela “El desierto de los tártaros” de este último, libro que me parece magistral. Desde el libro La lectora de la Condesa han pasado unos lustros, así que se ha quedado un tanto parco en hablar de los libros con los que más he disfrutado. La lectura es o debe ser una constante, una ocupación primordial de todo escritor, porque es su mejor herramienta para escribir, aprender, contrastar… y, sobre todo, disfrutar. Leer e un placer visual e imaginativo.
Julia Sáez-Angulo (2022)
De la Asociación de Escritores Españoles. ACE.
Y de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, AEPE.
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